Crítica seria, no politiquería
Es nuestra obligación ejercer la función fiscalizadora del periodismo que nada tiene que ver con malas prácticas de seudopolítica en acción
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 17 diciembre, 2011
De ningún modo se trata de criticar por criticar a uno u otro gobierno. Eso no sería el tipo de periodismo ni el análisis y opinión serios con los que está comprometido este medio.
Cuando hablamos de desequilibrio entre salarios de los sectores público y privado, cuando señalamos que el Estado malgasta en alquileres de edificios y que la glotonería estatal crece, sacamos a la luz pública males que fueron surgiendo por administraciones que lo permitieron por acción u omisión y que siguen ahí.
Es nuestro deber como medio de comunicación hacerlo. Es nuestra obligación ejercer la función fiscalizadora del periodismo que nada tiene que ver con malas prácticas de seudopolítica en acción, aunque, lamentablemente, en nuestro ámbito y en el mundo hoy lo que más sobra es eso, produciéndose un tóxico coctel político-mediático.
Cuando diversos artículos, producto del trabajo de nuestros periodistas y del análisis serio que de los datos hacemos, nos demuestran que todo se origina por haber solo hablado de reestructuración del Estado hasta gastar el término, pero sin hacerlo en la práctica, no nos queda más que señalar la gigantesca falla.
Si nuestras instituciones estatales se hubieran reestructurado adecuadamente desde que se comenzó a hablar de ello, hace varias décadas, hoy tendríamos un Estado del tamaño correcto, profesional (despolitizado), fuerte, eficiente y totalmente transparente. Es decir, lo que Costa Rica necesita para caminar realmente sin tropiezos ni rezagos que todo lo entorpecen.
Pero reestructurar el Estado es una gran tarea que no da los frutos inmediatos que dejan otras acciones politiqueras o de carácter electorero. Hasta la fecha nadie ha querido asumir de verdad la reorganización del Estado, tan necesaria. Y si nosotros, como medio de comunicación no lo denunciamos seríamos cómplices directos por omisión, del problema.
Es por eso que insistimos tanto en señalarlo, no por una critica mezquina a los diferentes gobiernos que pasaron por el poder sin enfrentar la tarea de modernizar y profesionalizar a las instituciones del Estado.
Y si queremos, como es nuestro deber, llegar al fondo del problema, hay que decir que quizás esa tarea está pendiente porque para llevarla a cabo hay que saber qué país queremos. Y esto exige, no solo la decisión de un partido político en el poder, sino un gran acuerdo nacional que trascienda el electorerismo de cada cuatro años.