Crisis aceleraría integración latinoamericana
| Jueves 25 diciembre, 2008
Crisis aceleraría integración latinoamericana
Región llega a las puertas de 2009 con más incertidumbres que certezas
Buenos Aires
Xinhua
La crisis financiera global es el hecho más relevante que cierra 2008, un año en el que aún se han verificado en América Latina índices económicos que dan cuenta de la expansión económica.
Pero, lo que más de 18 meses atrás sólo era la crisis “subprime” de los préstamos hipotecarios en Estados Unidos, que se agravó cuando promediaba 2007, por estas horas, es la debacle financiera global más seria -según coincidentes analistas- desde el “crack” del 29/30 en el siglo pasado.
Nada hace presumir en América Latina que 2009 sea un año promisorio, dado que las proyecciones de crecimiento, en el mejor de los casos, se apoyan en unos pocos puntos porcentuales que 2008, como efecto inercial o “de arrastre” de la economía, le ha de regalar al nuevo período.
Destacados economistas clásicos -no neoliberales- a quienes une haber recibido el histórico galardón del Premio Nobel de Economía, como Paul Samuelson, Joseph Stiglitz, entre otros, coinciden en la necesidad de dar una nueva forma de regulación económica global.
Todo el sistema económico mundial -aquel que emergió de Bretton Woods luego de la II Guerra Mundial - está en crisis y, dentro de ese marco, los cuestionamientos alcanzan también, con dureza, a los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Samuelson, incluso, apunta sus críticas hacia el Banco de Basilea, que tiene como misión regular la actividad bancaria internacional.
Sin desdeñar el capitalismo pero en sentido opuesto a otros clásicos de la economía, también receptores del Nobel como Milton Friedman o Friedrich von Hayeck, los mencionados piden regulaciones, tal vez alguna forma de neokeynesianismo, y más presencia del Estado en procura de la previsibilidad y para controlar más y mejor a los mercados limitándolos.
Tal vez, este tiempo de crisis, análisis y proyecciones, indique -aún ocho años después del inicio del Tercer Milenio y el nuevo siglo- un verdadero cambio “de época” que no aparecía como una evidencia concreta.
Con este cuadro de la situación, América Latina -donde se localizan algunas de las más relevantes economías emergentes, entre las que se destacan México, Venezuela, Brasil, Chile y Argentina- llega a las puertas de 2009 con más incertidumbres que certezas.
En la columna de las dudas, uno de los mayores interrogantes es cómo evolucionarán en la región diversos procesos de integración que se encuentran en marcha, a la luz del nuevo escenario global.
Y, como la economía no marcha en soledad y ajena a los pulsos de la política, no son pocas las respuestas regionales que aguardan no menos de cinco conflictos que afectan a países integrantes de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur).
En la más reciente Cumbre Iberoamericana que se desarrolló en San Salvador, en el transcurso de una reunión de trabajo de los mandatarios, jefes de Estado y de Gobierno de la Unasur, bajo la presidencia temporaria de la líder chilena Michelle Bachelet, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, describió cuatro de ellos.
Insulza categorizó como “conflictos preocupantes” los que se desarrollan a partir de la situación interna en Bolivia, donde el presidente socialista Evo Morales Ayma es duramente criticado por los derechistas.
Otro “incipiente” conflicto es entre Paraguay y Brasil, cuyos mandatarios, Fernando Lugo Méndez y Luiz Inácio Lula da Silva, respectivamente, discuten nuevos términos para regular los beneficios hidroeléctricos binacionales en Itaipú.
El tercer punto de fricción lo señaló entre Colombia y Ecuador, cuyos jefes de Estado, Alvaro Uribe y Rafael Correa Delgado, tienen visiones estratégicas e ideológicas profundamente diferentes.
El cuarto indicador amarillo es el que encienden Argentina y Uruguay, enfrentados por la administración medioambiental del Río Uruguay.
Aquella situación, que tuvo y tiene como protagonistas principales a los presidentes Tabaré Vázquez (uruguayo) y Cristina Fernández (argentina), se ha agravado en las últimas semanas.
Ambientalistas y manifestantes argentinos desde hace dos años mantienen, como saga del diferendo, cortado uno de los más transitados pasos internacionales terrestres entre las dos naciones.
El quinto conflicto, que cuando finalizaba octubre aún no se había planteado, ha surgido desde los últimos días de noviembre pasado entre Brasil y Ecuador, porque este último país ha amenazado con dejar de pagar una parte de la deuda que tiene con el primero luego que una obra pública energética fue construida en territorio ecuatoriano con fondos públicos brasileños.
Desde entonces, los presidentes Correa Delgado y Lula da Silva dialogan con firmeza para tratar de encontrar un punto de acuerdo, aunque por ahora el desacuerdo aparece como un punto insalvable.
Entre viejas cuestiones, Venezuela aguarda desde 2006 que los parlamentos de Brasil y Paraguay acepten que el pedido presentado por el presidente venezolano Hugo Chávez Frías para integrarse como Estado parte al Mercado Común del Sur (Mercosur) sea aprobado.
La gravedad que presenta el panorama, que impide proyectar en el corto y mediano plazos las economías de la región, conduce a que las opiniones de los expertos se encuentren divididas en torno de los efectos y el impacto que la crisis financiera global podría tener en Sudamérica.
Algunos -como es el caso del experto Jim Rogers- no dejan de asombrarse, porque, en diálogo con la prensa italiana, no trepidó en anunciar que se hará evidente “el crecimiento de la economías emergentes”.
Esa línea de pensamiento la plasmó para confeccionar el “Rogers International Commodity Index”, que resultó ser “muy positivo, con un rendimiento en una década del 300 por ciento”, luego de integrar a él un total de “futuros sobre materias primas” -commodities- que, a su juicio, no dejarán de expandirse.
“Habrá un incremento continuo de la demanda de bienes agrícolas”, asegura Rogers, quien afirma también que “la penuria de la oferta, confrontada con una demanda creciente, llevará a sensibles nuevas alzas de los precios”.
Otros analistas, aunque a partir de un análisis más político, coinciden con Rogers en que la situación podría acelerar la integración regional.
En esa línea se ubica Romer Alejandro Cornejo Bustamante, académico del Colegio de México, quien asegura creer que “la crisis financiera global acelerará” los que él califica como “limitados procesos” integradores latinoamericanos.
Región llega a las puertas de 2009 con más incertidumbres que certezas
Buenos Aires
Xinhua
La crisis financiera global es el hecho más relevante que cierra 2008, un año en el que aún se han verificado en América Latina índices económicos que dan cuenta de la expansión económica.
Pero, lo que más de 18 meses atrás sólo era la crisis “subprime” de los préstamos hipotecarios en Estados Unidos, que se agravó cuando promediaba 2007, por estas horas, es la debacle financiera global más seria -según coincidentes analistas- desde el “crack” del 29/30 en el siglo pasado.
Nada hace presumir en América Latina que 2009 sea un año promisorio, dado que las proyecciones de crecimiento, en el mejor de los casos, se apoyan en unos pocos puntos porcentuales que 2008, como efecto inercial o “de arrastre” de la economía, le ha de regalar al nuevo período.
Destacados economistas clásicos -no neoliberales- a quienes une haber recibido el histórico galardón del Premio Nobel de Economía, como Paul Samuelson, Joseph Stiglitz, entre otros, coinciden en la necesidad de dar una nueva forma de regulación económica global.
Todo el sistema económico mundial -aquel que emergió de Bretton Woods luego de la II Guerra Mundial - está en crisis y, dentro de ese marco, los cuestionamientos alcanzan también, con dureza, a los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Samuelson, incluso, apunta sus críticas hacia el Banco de Basilea, que tiene como misión regular la actividad bancaria internacional.
Sin desdeñar el capitalismo pero en sentido opuesto a otros clásicos de la economía, también receptores del Nobel como Milton Friedman o Friedrich von Hayeck, los mencionados piden regulaciones, tal vez alguna forma de neokeynesianismo, y más presencia del Estado en procura de la previsibilidad y para controlar más y mejor a los mercados limitándolos.
Tal vez, este tiempo de crisis, análisis y proyecciones, indique -aún ocho años después del inicio del Tercer Milenio y el nuevo siglo- un verdadero cambio “de época” que no aparecía como una evidencia concreta.
Con este cuadro de la situación, América Latina -donde se localizan algunas de las más relevantes economías emergentes, entre las que se destacan México, Venezuela, Brasil, Chile y Argentina- llega a las puertas de 2009 con más incertidumbres que certezas.
En la columna de las dudas, uno de los mayores interrogantes es cómo evolucionarán en la región diversos procesos de integración que se encuentran en marcha, a la luz del nuevo escenario global.
Y, como la economía no marcha en soledad y ajena a los pulsos de la política, no son pocas las respuestas regionales que aguardan no menos de cinco conflictos que afectan a países integrantes de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur).
En la más reciente Cumbre Iberoamericana que se desarrolló en San Salvador, en el transcurso de una reunión de trabajo de los mandatarios, jefes de Estado y de Gobierno de la Unasur, bajo la presidencia temporaria de la líder chilena Michelle Bachelet, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, describió cuatro de ellos.
Insulza categorizó como “conflictos preocupantes” los que se desarrollan a partir de la situación interna en Bolivia, donde el presidente socialista Evo Morales Ayma es duramente criticado por los derechistas.
Otro “incipiente” conflicto es entre Paraguay y Brasil, cuyos mandatarios, Fernando Lugo Méndez y Luiz Inácio Lula da Silva, respectivamente, discuten nuevos términos para regular los beneficios hidroeléctricos binacionales en Itaipú.
El tercer punto de fricción lo señaló entre Colombia y Ecuador, cuyos jefes de Estado, Alvaro Uribe y Rafael Correa Delgado, tienen visiones estratégicas e ideológicas profundamente diferentes.
El cuarto indicador amarillo es el que encienden Argentina y Uruguay, enfrentados por la administración medioambiental del Río Uruguay.
Aquella situación, que tuvo y tiene como protagonistas principales a los presidentes Tabaré Vázquez (uruguayo) y Cristina Fernández (argentina), se ha agravado en las últimas semanas.
Ambientalistas y manifestantes argentinos desde hace dos años mantienen, como saga del diferendo, cortado uno de los más transitados pasos internacionales terrestres entre las dos naciones.
El quinto conflicto, que cuando finalizaba octubre aún no se había planteado, ha surgido desde los últimos días de noviembre pasado entre Brasil y Ecuador, porque este último país ha amenazado con dejar de pagar una parte de la deuda que tiene con el primero luego que una obra pública energética fue construida en territorio ecuatoriano con fondos públicos brasileños.
Desde entonces, los presidentes Correa Delgado y Lula da Silva dialogan con firmeza para tratar de encontrar un punto de acuerdo, aunque por ahora el desacuerdo aparece como un punto insalvable.
Entre viejas cuestiones, Venezuela aguarda desde 2006 que los parlamentos de Brasil y Paraguay acepten que el pedido presentado por el presidente venezolano Hugo Chávez Frías para integrarse como Estado parte al Mercado Común del Sur (Mercosur) sea aprobado.
La gravedad que presenta el panorama, que impide proyectar en el corto y mediano plazos las economías de la región, conduce a que las opiniones de los expertos se encuentren divididas en torno de los efectos y el impacto que la crisis financiera global podría tener en Sudamérica.
Algunos -como es el caso del experto Jim Rogers- no dejan de asombrarse, porque, en diálogo con la prensa italiana, no trepidó en anunciar que se hará evidente “el crecimiento de la economías emergentes”.
Esa línea de pensamiento la plasmó para confeccionar el “Rogers International Commodity Index”, que resultó ser “muy positivo, con un rendimiento en una década del 300 por ciento”, luego de integrar a él un total de “futuros sobre materias primas” -commodities- que, a su juicio, no dejarán de expandirse.
“Habrá un incremento continuo de la demanda de bienes agrícolas”, asegura Rogers, quien afirma también que “la penuria de la oferta, confrontada con una demanda creciente, llevará a sensibles nuevas alzas de los precios”.
Otros analistas, aunque a partir de un análisis más político, coinciden con Rogers en que la situación podría acelerar la integración regional.
En esa línea se ubica Romer Alejandro Cornejo Bustamante, académico del Colegio de México, quien asegura creer que “la crisis financiera global acelerará” los que él califica como “limitados procesos” integradores latinoamericanos.