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Sábado, 20 de abril de 2024



EDITORIAL


Costa Rica se remoza

Al igual que nuestros padres postcoloniales, tenemos la acertada impresión de que asistimos al nacimiento de una época diferente a todas las que hemos vivido anteriormente

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 16 septiembre, 2010


Editorial


Cuando en 1821 llegó la noticia de independencia a nuestras tierras, procedente de León de Nicaragua, sucedió que cartagineses, josefinos, alajuelenses y heredianos se vieron ante el súbito reto de reestructurar su antiguo régimen colonial y cohesionarse para constituir una nueva sociedad, la costarricense.

Las autoridades de León anexaron a la Declaración de Independencia la proverbial Acta de los Nublados, en la que consignaban la situación que abatía al resto de la Capitanía de Guatemala ante tan insólitos acontecimientos.

Esperar a que los nublados del día se despejaran no fue expresión ni actitud de los costarricenses. Veintisiete años después, en 1848, ya nuestro país se había dado un Estado de derecho, una clara división de poderes, era República soberana, había fortalecido el régimen municipal e, incluso, tenía una economía proyectada al mercado mundial gracias al café.

No queremos aquí dormirnos sobre los laureles de nuestro pasado, sino subrayar un nuevo reto que la Historia nos arroja, precisamente aquí y ahora.

También nosotros, al igual que nuestros padres postcoloniales, tenemos la acertada impresión de que asistimos al nacimiento de una época diferente a todas las que hemos vivido anteriormente.

Los 189 años de vida independiente sorprenden a Costa Rica en el proceso de terminar su inserción a la globalización, la apertura comercial y la integración regional.

Como consecuencia, podría decirse que hace algunos años, el país atraviesa una crisis de identidad.

Este tránsito en proceso lo hemos llevado a cabo más despacio que nuestros vecinos, pero ciertamente con mayor cautela. No tememos a los nublados del día, solo queremos evitar que la cohesión social lograda se desintegre.

El nuevo desafío por ratos nos ha traído criterios y prácticas contrarios a nuestra identidad civilista, pacífica, educacional y ecologista. Sentimos que las bases de nuestro sistema se tambalean.

Es este el momento más oportuno para escudriñar nuestro pasado y analizar sus enseñanzas.

Es nuestro deber sacar el mejor provecho al nuevo enigma que nos propone la Historia.

Urge avanzar, pero sin olvidar esa identidad tan propia que mantenemos a buen recaudo en nuestra Historia.

Ahora que Costa Rica debe reinventarse, recordamos las palabras del historiador francés Jules Michelet, cuando dice que ponernos en contacto con hechos y hombres del pasado es “una verdadera resurrección”.










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