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Costa Rica: un país urgido de liderazgos positivos

Natiuska Traña natiuskatp@gmail.com | Miércoles 17 febrero, 2021


A pesar de la sensación de que el tiempo se quedó detenido en marzo del 2020 como consecuencia de la pandemia, estamos a un año de las elecciones presidenciales en Costa Rica.

Entre egos, pretensiones absurdas, candidatos que no se resignan a que el país no los quiere ver ni en sus redes sociales, empiezan a escucharse los nombres en más de 20 partidos que existen a nivel nacional, municipal y cantonal.

Desde 1986 y hasta el 2014 se vivió una tendencia bipartidista compartida entre el Partido Liberación Nacional y el Partido Unidad Social Cristiana, quienes obtenían la mayoría de los votos a pesar de la existencia de otras opciones. En el 2014 con la entrada del Partido Acción Ciudadana se implantó el multipartidismo en Costa Rica. Consecuentemente la creación de muchas más opciones que hacen que los votos terminen repartidos, como tantas ocurrencias logren finalmente ser inscritas y no se logre el porcentaje requerido (40%) para escoger al presidente en una primera ronda.

Pareciera que muchas alternativas, pueden ser demasiadas. No se confundan, la libertad de elección y el poder contar con mayor oferta hace que podamos comparar, expresar nuestra individualidad, escoger de forma más personalizada… Sin embargo, nos genera un problema.

El sicólogo estadounidense Barry Schwartz, explica en su TedTalk “The paradox of choice” (La paradoja de elegir), que el tener muchas opciones no nos ha hecho más libres, sino que termina por paralizarnos y en vez de hacernos más felices nos vuelve más insatisfechos.

Ahora volviendo a los partidos políticos, no distan de haberse convertido en un producto más, ya hemos hablado antes que las campañas se han convertido en “marketing”, más allá de una discusión de ideas seria que aborde los problemas reales del país y que ofrezca soluciones en el largo plazo.

En el “catálogo” de oferta de los partidos, tenemos una mezcla que busca acaparar cuantos más votantes sea posible no teniendo claridad ni de su ideología política, ni de cómo pretenden solucionar los problemas esenciales: déficit fiscal, infraestructura, educación, seguridad y salud.

Los liberales quieren ser conservadores, los conservadores liberales, la religión entró como estrategia para ganar adeptos porque funcionó las elecciones pasadas y aunque está prohibido para la religión católica, muchos cristianos encontraron un nicho para ganar votantes.

No es secreto para nadie que este fenómeno ha convertido el país en ingobernable, la Asamblea Legislativa no sabe negociar, existe un radicalismo absurdo que impide que la lógica se vea reflejada no solo en este poder de la República sino en general en todo el gobierno de turno.

Pareciera que la crisis mundial generada por la pandemia podría traernos sorpresas, cambiando los planteamientos políticos de los ciudadanos y los costarricenses podrían volver su mirada hacia las formaciones políticas básicas que han gobernado en el pasado, excluyendo al Partido Acción Ciudadana, por dos gobiernos continuos llenos de cuestionamientos, incapacidad de liderar y mala reputación.

Costa Rica no quiere más experimentos y la irrupción de nuevas tendencias políticas ha generado la pérdida de confianza de la ciudadanía por planteamientos ocurrentes.

Probablemente volvamos o no al bipartidismo, pero antes hay que derrotar al gran ganador: el abstencionismo, porque muchos del todo no van a querer mover un pie para presentarse en las urnas a votar.

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