Corrupción generalizada
| Jueves 11 septiembre, 2008
Corrupción generalizada
• La actuación inexpresiva de Keanu Reeves, es la limitación más obvia de un mediocre drama policiaco
Reyes de la calle
(Street Kings)
Dirección: David Ayer. Reparto: Keanu Reeves, Forest Whitaker, Hugh Laurie, Chris Evans. Duración: 1.49. Origen: EE.UU. 2008. Calificación: 5.
Aunque el nombre del escritor norteamericano James Ellroy aparece entre los tres guionistas de “Reyes de la calle”, cuesta encontrar aquí algún rastro del brillante autor de “Los Angeles al desnudo” (1997).
Una vez más, el argumento gira alrededor de la labor efectuada por los representantes de la ley, en su lucha diaria contra el crimen; pero el desarrollo es banal y simplón, culminando además con un desenlace muy forzado. Al principio, el estilo de la cinta es rigurosamente realista, para luego llenarse de incoherencias que dañan irremediablemente su credibilidad.
La actuación inexpresiva de Keanu Reeves es la limitación más obvia de este mediocre drama policiaco, que llega a una conclusión nihilista: ante la corrupción generalizada que invade la sociedad, la única esperanza la ofrecen individuos brutales, dispuestos a infringir las reglas, con tal de aplicar la justicia.
Reeves es un veterano detective de Los Angeles llamado Tom Ludlow, quien aún no ha logrado superar el trauma que le ocasionó la trágica muerte de su esposa. Toma licor estando en servicio y abusa de su autoridad, utilizando métodos excesivamente rudos durante sus investigaciones. Sin embargo, su jefe lo aprecia y lo protege, debido a su gran eficiencia en resolver casos difíciles.
Ludlow debe librar una lucha solitaria, cuando se ve involucrado en la muerte de un oficial, quien estaba colaborando con el departamento de Asuntos Internos, en la denuncia de algunos colegas deshonestos.
La primera parte del cuento plantea espinosos dilemas morales, armando un misterio que estimula y cautiva. Después, surgen detalles improbables y giros sorpresivos que no sorprenden a nadie. Lo peor se da al final, cuando se revela la identidad del villano: algo que el héroe ignoraba, y el público sabía de antemano.
Incluso antes, el filme había sufrido una caída imperdonable, cuando unos tipejos capturan al protagonista y están a punto de matarlo. En lugar de hacerlo, comienzan a explicarle cuáles son sus motivaciones y las particularidades de su plan. Es un recurso patético y trillado, que le resta seriedad a toda la película.
Keanu Reeves no demuestra tener el menor interés por el personaje que encarna, ni mucho menos compenetración psicológica. Hay un abismo de diferencia entre su desempeño y el del ganador del Oscar, Forest Whitaker, como el capitán Warden. No obstante, Whitaker decepciona también, sobreactuando descaradamente en el momento más delicado de la narración.
La dirección efectista del debutante David Ayer aporta algún atractivo espectacular, sin levantar del todo a una realización banal y sin agallas.
• La actuación inexpresiva de Keanu Reeves, es la limitación más obvia de un mediocre drama policiaco
Reyes de la calle
(Street Kings)
Dirección: David Ayer. Reparto: Keanu Reeves, Forest Whitaker, Hugh Laurie, Chris Evans. Duración: 1.49. Origen: EE.UU. 2008. Calificación: 5.
Aunque el nombre del escritor norteamericano James Ellroy aparece entre los tres guionistas de “Reyes de la calle”, cuesta encontrar aquí algún rastro del brillante autor de “Los Angeles al desnudo” (1997).
Una vez más, el argumento gira alrededor de la labor efectuada por los representantes de la ley, en su lucha diaria contra el crimen; pero el desarrollo es banal y simplón, culminando además con un desenlace muy forzado. Al principio, el estilo de la cinta es rigurosamente realista, para luego llenarse de incoherencias que dañan irremediablemente su credibilidad.
La actuación inexpresiva de Keanu Reeves es la limitación más obvia de este mediocre drama policiaco, que llega a una conclusión nihilista: ante la corrupción generalizada que invade la sociedad, la única esperanza la ofrecen individuos brutales, dispuestos a infringir las reglas, con tal de aplicar la justicia.
Reeves es un veterano detective de Los Angeles llamado Tom Ludlow, quien aún no ha logrado superar el trauma que le ocasionó la trágica muerte de su esposa. Toma licor estando en servicio y abusa de su autoridad, utilizando métodos excesivamente rudos durante sus investigaciones. Sin embargo, su jefe lo aprecia y lo protege, debido a su gran eficiencia en resolver casos difíciles.
Ludlow debe librar una lucha solitaria, cuando se ve involucrado en la muerte de un oficial, quien estaba colaborando con el departamento de Asuntos Internos, en la denuncia de algunos colegas deshonestos.
La primera parte del cuento plantea espinosos dilemas morales, armando un misterio que estimula y cautiva. Después, surgen detalles improbables y giros sorpresivos que no sorprenden a nadie. Lo peor se da al final, cuando se revela la identidad del villano: algo que el héroe ignoraba, y el público sabía de antemano.
Incluso antes, el filme había sufrido una caída imperdonable, cuando unos tipejos capturan al protagonista y están a punto de matarlo. En lugar de hacerlo, comienzan a explicarle cuáles son sus motivaciones y las particularidades de su plan. Es un recurso patético y trillado, que le resta seriedad a toda la película.
Keanu Reeves no demuestra tener el menor interés por el personaje que encarna, ni mucho menos compenetración psicológica. Hay un abismo de diferencia entre su desempeño y el del ganador del Oscar, Forest Whitaker, como el capitán Warden. No obstante, Whitaker decepciona también, sobreactuando descaradamente en el momento más delicado de la narración.
La dirección efectista del debutante David Ayer aporta algún atractivo espectacular, sin levantar del todo a una realización banal y sin agallas.