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¡Corazón de campeón!

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 22 diciembre, 2014


El capitán Adolfo Machado y el técnico Jeaustin Campos, mezclados en el festejo de los futbolistas morados por la conquista del bicampeonato. www.imagenesencostarica.com/La República


¡Corazón de campeón!

“Nunca lastimen el corazón de un campeón”, advirtió Jeaustin Campos, y ya vimos las consecuencias

La derrota inesperada contra la UCR y otra que siguió días después ante el Cartaginés, primero pusieron en peligro la clasificación del Saprissa a la segunda fase y luego “lo hundieron” en el cuarto lugar de los sobrevivientes.
De pronto cambiaron los enfrentamientos proyectados y el clásico fue plato de semifinal y no eventual manjar de una final soñada por las dos aficiones más grandes del país.
Conocidos los rivales de las dos semifinales, la prensa deportivas en buena parte dictó precipitada sentencia: Alajuelense y Herediano son favoritos para liquidar a Saprissa y Cartaginés respectivamente y fue cuando el director técnico del Saprissa lanzó su advertencia.
¡Jamás lastimen el corazón de un monarca!
Y así entró el Saprissa al cierre del Invierno: lastimado.
Su portería era un infierno y transmitía al resto del equipo una inseguridad que rompía mente y piernas, pero el corazón de los guerreros de Tibás latía con fuerza.
Jeaustin Campos, de verbo picante, de polémica voraz, de sátira indirecta empezó a lanzar dardos que encendieron las hogueras de los entornos, se convirtió en pararrayos de las respuestas de sus opositores e inteligentemente llevó tranquilidad a su cuerpo de guardametas.
Al mejor estilo de Mourinho.
Uno de los argumentos fuertes en el verbo del timonel morado fue restarle relevancia a la ventaja deportiva; la razón no era suya, pero no se cansó de repetir que esa ventaja que sumaba su rival de semifinales, el Alajuelense, desaparecía por arte de magia en el momento que Saprissa hiciera un gol.
¡Y lo hizo!
Y lo hizo en la Saprihora
Y lo hizo en el mejor momento.
El gol de Heiner Mora en el minuto 92 del juego de ida de la semifinal en el Ricardo Saprissa, fue la anotación que le dio al Saprissa el bicampeonato.
Ese gol castigó un planteamiento huraño de Óscar Ramírez que viajó a Tibás por un 0-0 redondo y le dio al juego de vuelta un significado radicalmente diferente.
La Liga podía ser campeón sin anotar un solo gol en la serie semifinal, pero la anotación de Mora obligó a los manudos a buscar la puerta rival en el Morera Soto y en procura de un empate, Deiver Vega los dejó congelados con otro gol que puso al anfitrión contra las cuerdas.
Finalmente lo lanzó al precipicio.
Mientras el Herediano cumplía con su rol de favorito y despachaba sin mayores apremios al Cartaginés, el Saprissa se instalaba en la final en la que no contaba la ventaja deportiva.
Un juego de ida atípico, en que el Monstruo tuvo tino y suerte, les dio a los morados dos goles en 11 minutos gestados en tiros de esquina, carga de cemento demasiado pesada para su rival de turno, el alegre, picaresco y ofensivo Herediano, que nunca pudo sacudirse semejante desventaja.
La noble reacción roja y amarilla no alcanzó; su artillería metió dos goles en el colosón de Tibás, pero en el cierre de ese juego, un gol postrimero de Daniel Colindres, que selló un 4-2, tuvo idénticos efectos al que Heiner Mora le anidó a la Liga.
En el Rosabal Cordero era asunto de que Saprissa metiera otro gol y liquidara el negocio; lo hizo de nuevo Deiver Vega, como en Alajuela y en ese instante las huestes de Jeaustin Campos sellaron el bicampeonato.
La reacción postrimera del huracán florense se gesta en una combinación de vergüenza deportiva e impotencia, que finalmente cede ante la supremacía del nuevo monarca.

Gaetano Pandolfo
gpandolfo@larepublica.net







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