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Con esta columna celebro los 70 años de vida de este diario

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 02 noviembre, 2020


La República cumple 70 años de circular para beneficio de nuestra sociedad. Es una ocasión que merece una verdadera celebración.

La democracia es -por encima de cualquier otra cosa- una organización social que mediante discusión inteligente puede llegar a decisiones mayoritarias para la toma de las más importantes decisiones púbicas. Esa discusión inteligente depende de la formación de una opinión pública, que no puede ser libre e informada, sin la existencia de medios de prensa diversos que abran la posibilidad de que se enfrenten diferentes posiciones. La República en las diversas fases de su historia ha desempeñado ese rol para bien de Costa Rica.

Lo hizo como una alternativa vinculada a una de las corrientes político-partidistas de mayor influencia en la vida nacional de los últimos 70 años. Posteriormente como un medio con independencia partidaria, y en las últimas décadas como un diario con una clara inclinación a temas de importancia para los sectores productivos, y comprometido con el uso de las nuevas tecnologías de la infocomunicación.

Durante su segunda etapa recuerdo que don José Joaquín Trejos -en momentos de apremio financiero de La República- nos invitó a algunos amigos a participar con alguna inversión accionaria para asegurar su sobrevivencia y así la diversidad de medios de comunicación. En aquella época durante mi vida empresarial lo pude hacer lo que me da mucha satisfacción, aunque no fue una cantidad considerable y su valor comercial se perdió en otra de las vicisitudes empresariales de este diario, anterior a su actual conformación accionaria.

En las últimas décadas -durante un período en que sufrí las dificultades de comunicación que generó una cruel persecución- La República me abrió sus páginas. Tuve así la oportunidad de compartir con sus lectores mis reflexiones sobre temas que considero relevantes para nuestra vida nacional, y contribuir a la formación de una opinión pública que pueda considerar diversas DISYUNTIVAS.

Nada mejor para mi contribución en esta semana de celebraciones de los 70 años de vida de La República que referirme hoy a un tema trascendente para la vida democrática del mundo entero.


La elección de mañana afecta a la humanidad

Desde hace ya muchas décadas EEUU es la nación que mayor influencia ejerce sobre los acontecimientos de nuestro país.

Un 42% de nuestras exportaciones van a los EEUU, y de allí recibimos el 38% de lo que importamos, un 68% de la Inversión Externa Directa, y un 42% de los turistas. Nuestra seguridad nacional frente al crimen internacional depende en muy buena medida de nuestra alianza con ese país, que es de donde, desde mediados del siglo XX, también recibimos la mayor influencia cultural.

Su elección de mañana es como ha sido por mucho tiempo el proceso electoral extranjero de mayor trascendencia para nosotros. Esta ves su importancia es aún mayor para nosotros y para el mundo entero.

El 30 de abril de 1789 el general héroe de la guerra de independencia de las 13 colonias George Washington tomo posesión como primer Presidente de los EEUU. Este 3 de noviembre, 231 años después, los EE UU elegirán una vez más al jefe de su Poder Ejecutivo, sin interrupción en su práctica de la democracia y las sucesiones pacíficas del cargo.

Esa circunstancia agiganta lo que está en juego en esta elección, pues se da cuando en el mundo occidental a lo largo de este siglo se ha venido deteriorando el aprecio de los pueblos por la democracia y el estado de derecho.

Lograr la preservación de las sucesiones democráticas no es poca cosa. La democracia es una forma de gobierno basado en discusión libre e inteli¬gente, para llegar a soluciones, por la regla de la mayoría. Por lo tanto, se asienta en la cultura del pueblo que la quiere adoptar y defiende su preservación, y por eso es tantas veces víctima de quienes por su afán de poder sacrifican los limite al ejercicio del poder que la democracia demanda de ganadores y de perdedores.

Mañana, continuando con una vigencia democrática que no ha sufrido interrupción en 231 años, los estadounidenses escogerán entre muy diferentes visiones de republicanos y demócratas que se han ido radicalizando en su enfrentamiento.

Pero, además, su importancia radica especialmente en las amenazas latentes contra el tranquilo desarrollo del proceso electoral, y sus posibles consecuencias para la democracia en el mundo entero.

En dos ocasiones se ha complicado el desenlace de los comicios en EEUU.

En 1877 la elección del Presidente Rutherford Hayes se definió por una comisión mixta de la Casa de Representantes, el Senado y la Corte Suprema de Justicia en contra del candidato demócrata Samuel Tilden. Este desenlace tuvo por consecuencia el retiro de las tropas federales de los estados sureños, lo que funestamente llevó a casi cien años de discriminación legalizada y linchamientos contra la población negra.

La segunda ocasión fue la reciente elección del 2000 entre el Gobernador Bush y el Vicepresidente Gore, en la que el resultado electoral de Florida fue condicionado por la Corte Suprema de Justicia al resolver que no se debía continuar el conteo manual de sus votos.

En ambos casos, en medio de las dificultades, la fortaleza de las instituciones y de la cultura democrática de EEUU fue capaz de sortear las dificultades.

Para mañana la situación la agravan varios hechos: 1. -Lo enconado del enfrentamiento político entre posiciones antagónicas que dividen ese país por su geografía, por visiones culturales y raciales, por género y por diferencias en sus niveles educativos. 2. – La pandemia que ha motivado que millones de ciudadanos prefieran el voto por correo, para evitar el posible contagio. 3. – La renuencia del Presidente Trump a declarar que aceptará el resultado de las elecciones y su repetida acusación de que habrá fraude. 4. – Los disturbios violentos que se han producido en las muy justificadas manifestaciones en contra de la brutalidad policial contra ciudadanos negros. 5. – La gran compra de armas por personas de las dos vertientes políticas, mucho mayor a la que se produce normalmente en vísperas de elecciones. 6. – La amenaza de que grupos de los partidos políticos puedan causar disturbios en los centros de votación. 7. – La posibilidad de que en estados claves -determinantes para el resultado por la volubilidad de su votación- la diferencia sea muy pequeña; o que la mayor votación postal por el candidato demócrata haga que con su computo se reversen los resultados de la votación física, causando frustración y enojo. 8. – Que los procesos legales para determinar el resultado de algún o algunos estados produzcan un impasse que sea resuelto por los congresos estatales.

Es de esperar que de nuevo la recia institucionalidad de los EEUU prevalezca y se imponga la centenaria y ejemplar cultura democrática de ese querido país.

Pero concurren otros elementos que resaltan la importancia de estos comicios para los Estados Unidos y para el mundo.

Así como el aprecio por la democracia está en declive en el mundo, también lo está la globalización con sus elementos característicos del período posterior a la II Guerra Mundial: la libre movilidad de bienes servicios y capitales sometidos a normas de generalizada aceptación y la institucionalidad internacional promotora de la paz, los derechos humanos y el desarrollo económico y social.

Esta ola de globalización se ha venido estableciendo gradualmente con avances y retrocesos, y ella implica límites a cada país en el ejercicio de sus acciones frente a otras naciones y a las personas extranjeras. Esos límites afectan a todos los países y su vigencia depende en especial de ser aceptados por los más poderosos.

Desde mediados del siglo XX y a pesar de sus instintos aislacionistas, EEUU ha sido el mayor promotor de esta globalización, pero sus acciones recientes han debilitado las alianzas democráticas que la promueven.

Además, en los años recientes se ha puesto en duda la importancia del apoyo de EEUU a la preservación de los derechos humanos en el mundo, lo que ha facilitado el fortalecimiento de autoritarismos populistas, aunque en algunos casos como los de Venezuela, Irán y Nicaragua el gobierno de ese país ha ejercido una oposición frontal a sus violaciones.

También en estas elecciones de los estadounidenses se da una confrontación entre posiciones que buscan el crecimiento económico sin que les importe que los instrumentos utilizados concentren la riqueza, y posiciones que privilegian políticas económicas que favorecen la igualdad, incluso si se afecta negativamente la producción. Confrontación que puede ocultar la posibilidad de políticas que puedan simultáneamente incrementar eficiencia y equidad.

Y como si fuera poco está la pugna entre quienes defienden a ultranza la matriz energética basada en hidrocarburos y quienes defienden a las futuras generaciones de las catastróficas consecuencias del calentamiento global.

Finalmente radicalizan este proceso las diferencias de estilos y de trato a los electores entre el Presidente Trump y el Vicepresidente Biden.

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