¡Con buen combustible!
| Viernes 09 enero, 2009
¡Con buen combustible!
Cuando acudimos a una estación de servicio de combustible nos preguntan tipo y cantidad que deseamos para nuestro vehículo. Esa decisión determina, aproximadamente, los kilómetros que podremos recorrer hasta necesitar que nos vuelvan a proveer de más combustible. En igual modo, cada año hay oportunidades en las que podemos decidir con cuánto carburante mental, emocional y espiritual deseamos contar porque eso determinará la dirección y la distancia que recorreremos.
La calidad de este combustible permite definir el rumbo para un nuevo período de tiempo con una secuencia correcta de pasos. El primero es reflexionar y decidir lo siguiente: ¿Cuál es la visión ideal e integral que tenemos de nosotros, ya sea como personas o equipo? ¿Qué principios sustentan esa visión? ¿Quién queremos ser y qué tendrá que ocurrir para constatar que, en verdad, somos esa persona o equipo?
Luego de afirmar convicciones sobre quién es la persona que deseamos ser, tendremos mejor criterio para planear cuánto hacer, tener o lograr. Si empezamos al revés, corremos el riesgo de caminar hacia metas poco claras o destinos inciertos.
Este primer paso implica reafirmar el significado o gran propósito por el cual valdrá la pena reemprender la marcha, es ratificar el valor que tiene nuestra existencia. Según Nietzsche, “quien tiene un por qué vivir puede superar casi cualquier cómo.” Así, este combustible que llamaremos “quién soy” nos ayudará a llegar a “cuánto deseo lograr” en áreas tales como: realización espiritual, vida familiar, factor económico, desempeño profesional, laboral y social, y estabilidad emocional. ¡Aquí nacen las metas!
Habiendo definido el propósito y la visión, el segundo paso es puntualizar las metas que tenemos que lograr para que esa visión se haga realidad. Cuando la fuerza de este alineamiento es congruente y creemos en él, será muy difícil desistir de alcanzar los objetivos y esto explica la constancia de quienes concretan tanto el “ser” como el “tener” que anhelan.
Finalmente, llegamos al tercer paso, el que hace la diferencia: ¡Trabajo, mucho trabajo! Eso sí, este debe ser inteligente e intenso para construir el puente entre la visión y las metas, entre el propósito de vida y la tarea diaria. Will Rogers dice que “aunque usted esté en la pista correcta, lo atropellarán si se queda sentado en ella.”
Con un buen “combustible” para empezar un nuevo período, constituido por una sólida identidad, valores y visión de equipo o persona, se logrará que los retos de cada día cobren sentido, que las dudas en el camino sean estaciones de reabastecimiento, y que el alcance de los resultados constituya el justo premio a metas definidas con acierto y procuradas con trabajo arduo.
German Retana
German.retana@incae.edu
Cuando acudimos a una estación de servicio de combustible nos preguntan tipo y cantidad que deseamos para nuestro vehículo. Esa decisión determina, aproximadamente, los kilómetros que podremos recorrer hasta necesitar que nos vuelvan a proveer de más combustible. En igual modo, cada año hay oportunidades en las que podemos decidir con cuánto carburante mental, emocional y espiritual deseamos contar porque eso determinará la dirección y la distancia que recorreremos.
La calidad de este combustible permite definir el rumbo para un nuevo período de tiempo con una secuencia correcta de pasos. El primero es reflexionar y decidir lo siguiente: ¿Cuál es la visión ideal e integral que tenemos de nosotros, ya sea como personas o equipo? ¿Qué principios sustentan esa visión? ¿Quién queremos ser y qué tendrá que ocurrir para constatar que, en verdad, somos esa persona o equipo?
Luego de afirmar convicciones sobre quién es la persona que deseamos ser, tendremos mejor criterio para planear cuánto hacer, tener o lograr. Si empezamos al revés, corremos el riesgo de caminar hacia metas poco claras o destinos inciertos.
Este primer paso implica reafirmar el significado o gran propósito por el cual valdrá la pena reemprender la marcha, es ratificar el valor que tiene nuestra existencia. Según Nietzsche, “quien tiene un por qué vivir puede superar casi cualquier cómo.” Así, este combustible que llamaremos “quién soy” nos ayudará a llegar a “cuánto deseo lograr” en áreas tales como: realización espiritual, vida familiar, factor económico, desempeño profesional, laboral y social, y estabilidad emocional. ¡Aquí nacen las metas!
Habiendo definido el propósito y la visión, el segundo paso es puntualizar las metas que tenemos que lograr para que esa visión se haga realidad. Cuando la fuerza de este alineamiento es congruente y creemos en él, será muy difícil desistir de alcanzar los objetivos y esto explica la constancia de quienes concretan tanto el “ser” como el “tener” que anhelan.
Finalmente, llegamos al tercer paso, el que hace la diferencia: ¡Trabajo, mucho trabajo! Eso sí, este debe ser inteligente e intenso para construir el puente entre la visión y las metas, entre el propósito de vida y la tarea diaria. Will Rogers dice que “aunque usted esté en la pista correcta, lo atropellarán si se queda sentado en ella.”
Con un buen “combustible” para empezar un nuevo período, constituido por una sólida identidad, valores y visión de equipo o persona, se logrará que los retos de cada día cobren sentido, que las dudas en el camino sean estaciones de reabastecimiento, y que el alcance de los resultados constituya el justo premio a metas definidas con acierto y procuradas con trabajo arduo.
German Retana
German.retana@incae.edu