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COLUMNISTAS


¿Cómo enderezar el curso del país?

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 16 noviembre, 2018


Sinceramente

¿Cómo enderezamos el curso del país? ¿Cómo hacemos para remontar las olas que tenemos encima sin autoritarismo ni injusticia? ¿Cómo nos ponemos de acuerdo para construir y dejar de destruirnos mutuamente? Estas y otras preguntas han sido reiteradamente hechas a los líderes políticos de Costa Rica sin que ellos hayan cruzado la línea de su purismo ideológico, partidario o de su interés personalísimo, para responder de manera natural al llamado de su patria. ¿Cómo haría usted para resolver nuestros asuntos comunes si cada quien desea caminar por su ruta y no compartir la de su conciudadano?

En estos días de más en más se comienzan a apreciar de nuevo la experiencia y las destrezas de quienes han desempeñado posiciones públicas de importancia. De más en más frente a yerros sobre cosas muy comunes y corrientes, en la solución de problemas de lo más básico y sencillo, hemos comenzado a leer y a escuchar expresiones como… “es raro, pero parece que no era tan fácil”. La experiencia se valoriza ante vivencias recientes.

Ante un hueco de 900 mil millones, un elefante que no cabe en el cuarto, las explicaciones dadas de “no me dijeron nada”, “es que esas tareas son del Ministro no mías.”, han hecho que muchas personas comiencen a reflexionar sobre las destrezas de los “mismos de siempre” y a reflexionar sobre lo que ellos en su ejercicio parecía que lo hacían fácil y que era sencillo, cuando era complejo pero daban esa apariencia por sus destrezas. No hay sustituto para la excelencia.

Creo que entre todos debemos comenzar a trabajar seria y denodadamente en el fortalecimiento de la institucionalidad que de manera imprudente debilitamos a ratos y destruimos en tractos. Creo que habiendo madurado de manera más clara quienes deseaban llegar a gobernar, es menester fortalecer las leyes que permiten desarrollar el buen gobierno y guiarse por ellas, no por las costumbres que han sido motivo de disgusto popular. El país necesita a gritos estabilidad política, metas y dirección clara. Eso solo lo proporciona el acuerdo entre grupos y poderes.

Estoy convencido de la necesidad de llevar a los puestos judiciales, legislativos y de gobierno a una meritocracia que con sus capacidades, educación y destrezas logre éxitos y evite descalabros. Creer que cualquiera puede ejercer la función pública en el Poder Judicial, en el Legislativo, o en el Ejecutivo es incurrir en errores mayúsculos de apreciación. Elegir magistrados y diputados porque son controlables en sus decisiones por los partidos políticos es un absurdo. Elegir figuras de primera permitirá que sus decisiones sean acertadas y su independencia sea respetada.

La burocracia estatal debe ser forjada también en excelencia. De nada vale tener jefes refinados y de capacidad si no logran poner a hacer y a trabajar a la compleja masa burocrática que ostenta el país. Los empleados públicos son fundamentales para Costa Rica y para cualquier sociedad civilizada, pero entre mejores, más educados, pulidos, bien escogidos, responsables y capaces mejor. El Servicio Civil debe sufrir una gran transformación. Hay que tener presente que para contratar calidad hay que pagarla. No se puede tener excelencia con salarios de hambre. Capacidad y remuneración deben guardar un equilibrio. Claro está debe Costa Rica tener tantos funcionarios como los que necesita y puede pagar.

Una ley de empleo público es fundamental para ordenar el escalafón, las remuneraciones y procedimientos de contratación de quienes trabajan para el Estado. Una clara regla fiscal para evitar arbitrariedades y ambigüedades en la remuneración, premiación, promoción y retiro del personal que sirven al sector público resulta urgente.

El interés de la colectividad está por encima del interés de grupo. El individuo no está subordinado al interés del Estado sino que el Estado está en función y al servicio del individuo. El Estado y sus instituciones no están inscritas en granito, son pasajeras y deben actualizarse periódicamente para actualizarlas a los cambios sociales, tecnológicos y económicos. En este archipiélago costarricense de intereses cada quien cree que lo suyo es más importante que el resto. La educación cívica y la permanente difusión de las virtudes de la libertad no pueden cesar.

Equipo de buenas personas capaces, excelente burocracia entrenada, Estado pequeño y fuerte, efectividad y eficiencia, regresar el Poder Ejecutivo a serlo aboliendo los consejos y directivas que ahora pululan en los ministerios y limitan la acción ejecutiva del ministro, poseer una gran estrategia nacional de Estado que guíe en las acciones, que el Poder Ejecutivo nombre al procurador general de la República por su periodo, que la Contraloría sea un tribunal de cuentas y un auditor y saque sus manos de la administración, todo esto va a ir amarrando al país a las causas y procedimientos adecuados. Es menester la eliminatoria de miles de leyes que no están en vigencia pero oscurecen el panorama legal y complican todo. En la sencillez está la mayor virtud de una organización compleja. Es en razón de la sumatoria de los componentes que el producto final va a ser un fiasco o un éxito.

Los electores deben reflexionar que la elección debe ser tremendamente racional y que la responsabilidad final de escoger gobierno depende de los individuos que votan el primer domingo de febrero cada cuatro años. Nadie puede elegir bien si vota por destrezas que se apartan de las necesarias para ejercer la administración y gobierno. No votamos por magistrados, pero sí elegimos a los diputados que tienen el deber de escoger bien. Todo comienza en democracia por nosotros los electores y en solución de continuidad por quienes llevamos al ejercicio del poder para aumentar el bienestar de la comunidad costarricense.

Pensemos siempre en la patria y su bienestar.




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