Clandestinidad de lujo
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 22 abril, 2014
Clandestinidad de lujo
En Nueva York cada vez está más de moda ir a un bar oculto
Antiguos reductos secretos durante la "ley seca", los "speakeasies" o bares ocultos de Nueva York se han convertido en la quintaesencia de lo chic, con los mejores cocteles y los locales más sugerentes de la ciudad. Basta con saberse el truco para encontrarlos... y no contárselo a nadie.
Pasados más de 80 años desde la época de la ley Volstead, más conocida como la "ley seca", cuando cualquier negocio podía ser una tapadera para el consumo de alcohol, y asumiendo que "speakeasy" ya no es sinónimo de "underground" sino todo lo contrario, en Nueva York cada vez está más de moda ir a un bar oculto.
Las mejores marcas buscan posicionarse en esas barras que rentabilizan el secretismo con un plus en sus precios y así lo ha entendido, por ejemplo, la etiqueta de scotch Cutty Shark, que este mes ha organizado un recorrido por algunos de estos "speakeasies" recordando que, en la "ley seca", fue el único de su categoría que se distribuía en Estados Unidos.
Para potenciar su presencia en este país, qué mejor que colarse en las cartas de cocteles de esos locales que desafían la discreción de una era en la que los rumores corren como la pólvora en las redes sociales hasta convertirse en secretos a voces.
Uno de los más buscados es el que, justamente, se llama "Please Don't Tell" (por favor no lo digas). En un sótano del East Village donde venden perritos calientes que, además, tienen una calidad superior a la media, a la izquierda hay una antigua cabina de teléfono.
Instrucciones de uso: meterse dentro, descolgar el auricular, marcar la clave y esperar a que abran. Como si fuera una película de James Bond, tras la cabina se abre un paraíso del buen alcohol, con güisquis japoneses, julepes y mezcales o coñacs mezclados con mano maestra por Jim Meehan, el dueño, y Jeff Bell.
Camareras ataviadas con un "look" de otra época y una carta de lujo en la que no se especifican los precios y hasta los hielos tienen su gracia protagonizan un local estrecho con una conseguida sensación de clandestinidad... y donde por fin llega ese perrito caliente que uno pidió para disimular.
Nueva York/EFE