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CHISPORROTEOS

Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Sábado 09 octubre, 2010



CHISPORROTEOS


El Premio Nobel de Literatura que se le ha concedido al peruano Mario Vargas Llosa es una demostración más de que la literatura latinoamericana ha pasado a ser, por fin, una de las más importantes del mundo.
Esto comenzó hace más de cuarenta años, cuando el imprevisto éxito en Inglaterra de la novela Rayuela del argentino Julio Cortázar puso al resto de Europa a leerla. Esto fue extraño, porque lo que Rayuela pudo haber tenido de novedoso no lo era, puesto que el inglés Aldous Huxley lo había experimentado (yo diría inaugurado) en 1928 en su novela Point Counter Point que en español conocemos como Contrapunto, cuya calidad, a juicio de este modesto columnista es mucho mayor que la de la novela del argentino.
Pero no acababan los europeos (y los norteamericanos) de saborear Rayuela, cuando surgió en 1967 el fenómeno mundial que se titula Cien Años de Soledad, y entonces la cosa fue en serio. Comenzaron los editores europeos y norteamericanos a indagar y a buscar. Dieron con Borges (que ya había sido traducido), pero empezaron a circular en grande con excelente crítica en todas partes, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Mario Benedetti, Vargas Llosa, J. Carlos Onetti, Miguel Angel Asturias, y fue re-descubierto el brasileño Jorge Amado, que resultó ser el progenitor de lo que dieron en llamar “realismo mágico”.
Lo que pasó es que la novela latinoamericana no sólo estaba dejando de ser indigenista (condición de la que sólo la argentina, la uruguaya, la cubana y la tica se habían escapado por razones obvias) sino que había descubierto la sonrisa, la risa, el humor y la fantasía.
Es curioso que este boom no contuviera una indagación de las editoriales sobre la ignorada literatura anterior, porque si bien es dudoso que novelas muy célebres pero muy poco leídas como El Mundo es Ancho y Ajeno o La Vorágine hubiesen podido encontrar lectores en el llamado primer mundo, tal vez las obras de Rómulo Gallegos, Eduardo Barrios, Jenaro Prieto, Arturo Uslar Pietri, y nuestros Marín Cañas y Joaquín Gutiérrez, habrían interesado a los lectores que el boom conquistó. Tal vez, como ha dicho un ilustre escritor español, la literatura de los países latinoamericanos que no padecen dictaduras ni guerrillas, parece no interesar ni en España.
El hecho es que la obra de Vargas Llosa no sólo es de gran calidad literaria, sino que ha indagado con penetración y malicia en asuntos que se salen de su propia patria. Se dice, con mucha justicia, que entre las muchas novelas que han sido inspiradas por la dictadura de treinta años del antropófago Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana, la mejor es la de Vargas Llosa. Ahora la larga dictadura trujillesca ha perdido vigencia dado que ya la de Fidel Castro la superó en longitud al haber sobrepasado el medio siglo. Se ha afirmado por allí que el de Cuba es el gobierno de más larga duración que registra la historia.
Bien. El Nobel de Vargas Llosa es un motivo de celebración para todo nuestro mundo latinoamericano. Hubo una época en que aparecía ocasionalmente por aquí. Su comedia La Señorita de Tacna fue estrenada en San José simultáneamente con Buenos Aires. Creo que hasta dictó una conferencia en el Teatro Nacional cuando existía el Colegio de Costa Rica (otra víctima de los institucionicidios del Ministerio de Cultura).

Alberto F. Cañas
afcanas@intnet.co.cr



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