CHISPORROTEOS
Alberto Cañas afcanas@intnet.co.cr | Miércoles 16 abril, 2008
Alberto F. Cañas
Ahora, cuando el cine es fabricado, juzgado y premiado sobre la base de su técnica y de los efectos especiales, y cuando muy rara vez logramos ver una película que valga por su intención o fondo y no por virtudes formales, y premian cosas tan disparatadas, disolventes y sin fondo como esa cosa de los hermanos Coen que tal vez mereció un Oscar por la manera en que fue dirigida y montada, pero eso solo le dio valor técnico y jamás calidad a lo que no pasa de ser una policíaca no exageradamente inteligente, y muy típica del cine de nuestros días, cuya temática básica (con tendencia a única) es la delincuencia; ahora, decía, cuando el cine es lo que es, resulta insólito que se nos ofrezca una película cuyo interés reside en su tema, en su afán de explorar un terreno de alto nivel cultural, histórico, literario, artístico o lo que sea.
El cine anterior a 1970 se jactaba de cuando en cuando de producir películas de intención cultural o educativa: biografías, hechos históricos, adaptación de grandes obras literarias o teatrales, dejando los temas de acción y violencia para lo que nuestra generación llamaba “películas de sábado”, que íbamos a ver precisamente en las tandas de 3 de los sábados.
Todo lo anterior, para hablar de una pieza insólita, que se ha anunciado con poco bombo y que se titula, Beethoven, Monstruo Inmortal, y que no pretende ser una biografía, sino una fábula bonachona en torno al estreno de la Novena Sinfonía, dentro de la cual sí nos presenta un Beethoven como sus biografías dicen que fue: malhumorado, violento, desconsiderado y brutal.
Nunca se ha filmado una gran película sobre la vida de un compositor. Los pintores (Rembrandt, Goya y Van Gogh notablemente) sí han sido objeto de buen cine. Pero lo que Hollywood y Europa ha venido haciendo a lo largo del cine sobre Chopin, Liszt, el propio Beethoven, Tchaikovsky, Schubert, Schumann, Grieg y Mahler, ha sido casi lamentable. Amadeus falsificó a Mozart pero contó una buena historia. Y en sendas oportunidades los cineastas italianos dieron buena cuenta biográfica de Verdi y de Puccini, en obras relativamente modestas pero honorables.
El Beethoven que tenemos aquí es fiel al personaje, y el actor Ed Harris se luce interpretándolo. Que el argumento sea una fabulita importa poco, si logra presentar al personaje, y es por otra parte conmovedora esa muchacha inventada que le pasa en limpio al músico su partitura, y le ayuda, casi oculta, a dirigir la orquesta y el coro durante el estreno de la monumental pieza. Fabulita romántica pero encantadora, dentro de una notable reconstrucción de personaje, escenarios y época, digno todo ello del prestigio mundial que tiene la directora polaca Agneska Holland, responsable de este magnífico espectáculo cinematográfico y musical que no vacilo en recomendar a todos, sobre todo porque logra hacernos partícipes de esa emocionante noche en que la Novena Sinfonía de Beethoven sonó por primera vez.
afcanas@intnet.co.cr
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