Carl Langebaek, antropólogo colombiano: "Los colombianos hicieron con los indígenas lo mismo que los españoles. La conquista no terminó en el siglo XVI"
Daniel Pardo - Hay Festival Colombia@BBC Mundo | Lunes 24 enero, 2022
Colombia es un país difícil de definir. Es tan andino como caribeño, tan mestizo como afro, tan privilegiado como inhóspito.
Y esto ha sido así desde tiempos prehispánicos, dice el antropólogo Carl Langebaek, quien acaba de publicar "Antes de Colombia" con el sello Debate de la editorial Penguin Random House.
Más de 400 páginas dedica el profesor de la Universidad de los Andes a explicar cómo era el territorio que hoy es Colombia antes de la llegada de los españoles.
Con un ojo en el presente, el autor aborda debates que durante décadas han dominado la discusión sobre el pasado prehispánico: por ejemplo, por qué en Colombia no hubo un imperio, qué tanto afectó a los indígenas el agreste medio ambiente o cuán jerarquizadas eran las sociedades de entonces.
Ninguna de sus respuestas está exenta de provocación. A estas tres preguntas Langebaek responde con hipótesis críticas: preguntarse por qué no hubo un imperio es "perverso", los indígenas "sí aprovecharon la biodiversidad" a diferencia de los colombianos y sus sociedades eran más igualitarias de lo que ahora es el país, argumenta el autor.
Dice la creencia popular que la ausencia de mitos o símbolos que cohesionen a la nación han impedido el desarrollo de Colombia y sobrepasar la violencia.
Pero Langebaek encuentra un error de partida en esa creencia: "Buscar narrativas homogéneas en este territorio siempre ha sido imposible, y no por eso estamos condenados a matarnos", le dice a BBC Mundo.
Hablamos con él, que es invitado al Hay de Cartagena, como parte de nuestra cobertura del festival.
Usted dice que hay una lectura equivocada, en general, del pasado prehispánico de Colombia. ¿A qué se refiere?
Nos hemos acostumbrado a mirar el pasado prehispánico de Colombia desde una óptica que de entrada es perversa. Y es esta idea de que en Colombia no pasaron las cosas que sí pasaron en México y en Perú.
De esa pregunta perversa solo pueden surgir respuestas equivocadas, como que los indigenas en Colombia eran menos inteligentes o que el clima nos tiene condenados.
Pero es verdad que en Colombia no se dieron los desarrollos que en Perú y México.
Claro, pero eso no es ni bueno ni malo. Es solo distinto. Porque uno incluso puede decir que en Colombia no se desarrolló un imperio porque los indígenas acá no se dejaron.
Aquí las sociedades prehispánicas fueron fundamentalmente igualitarias. Respetaban las jerarquías, claro, pero no se montó un sistema donde un grupo se aprovechara del trabajo de los otros.
Y darse cuenta de eso tiene su gracia, porque te muestra que, entre otras cosas, eso que llamamos civilización se impuso a la brava en el siglo XVI y de forma muy violenta, y acabó con 14.000 años de historia que demuestran que una sociedad puede ser igualitaria sin la necesidad de acabar con las jerarquías.
¿Por qué cree que los colombianos insisten en hacer esa comparación con los imperios Inca y Azteca?
Porque el modelo de civilización es demasiado poderoso. En Colombia siempre ha existido una angustia de si acá es posible la civilización o no.
Se han querido explicar los problemas del presente con un estilo de condena existencial de que 'como acá no hubo civilización, es porque eso acá no se puede'.
¿Qué consecuencias puede tener esa óptica?
Impide entender cómo es Colombia, antes y ahora. Porque es muy fácil decir que los españoles vinieron y se llevaron el oro y ya, pero entender que hubo procesos diversos de interacción y cooperación es mucho más complejo, porque nos lleva a concluir que en Colombia todavía estamos conquistando territorios como si estuviéramos en la Colonia.
El caso de los Nukak (comunidad indígena) es patético. Miras lo que pasó en el siglo XVI y lo que pasó hace unas décadas, cuando los contactamos otra vez, y ves que pasó lo mismo.
La población nukak (desde el contacto con colombianos en los años 60) se redujo a la mitad, sus mujeres se prostituyeron, los hombres se alcoholizaron y pasaron de ser indígenas ancestrales a ser analfabetos.
Los colombianos hicieron con los indígenas lo mismo que los españoles. La conquista no terminó en el siglo XVI. Eso sigue.
A diferencia de México y Perú, Colombia tiene mucho menos presente la cultura indígena. ¿A qué se debe esto?
Porque la conquista acá fue muy distinta, respondiendo a las características de las sociedades que encontraron los españoles más que a los españoles mismos.
En esas grandes ciudades indígenas, desiguales, jerárquicas, a los españoles les bastaba controlar la cúpula para controlar todo, y no había mucho contacto con la gente del pueblo.
En cambio, en territorios como lo que hoy es Colombia el contacto del conquistador con el indígena fue muy directo y hubo una institución que cambió todo, que fue el servicio doméstico, porque se prestó para un mestizaje más reconocido, más claro, más marcado, que produjo un cambio cultural mucho más acelerado.
Todo esto lleva a concluir, una vez más, que Colombia es un país especialmente complejo, indescifrable, que no se puede reducir a una frase.
Claro. Y no se puede definir desde tiempos prehispánicos. Y de esa falta de definiciones, que es lo mismo que una abundancia de definiciones distintas, es que viene esta frustración civilizatoria de las élites urbanas, porque la civilización parte del concepto de la homogeneidad.
Se cree que la civilización es un Estado, una nación, una raza, una lengua, una religión. Y resulta que Colombia no es así, no puede ser así, y que buscar esa homogeneidad, verla como un proyecto nacional inacabado, es lo que nos genera este choque permanente entre regiones y ciudades.
¿Qué podrían aprender los colombianos de hoy de los colombianos de antes?
Uno, que una trayectoria no es que sea mejor que otras, sino que son distintas.
Y dos, que la diversidad es lo que somos. La lucha permanente contra la diversidad que ha guiado el Estado en Colombia desde su independencia no solo ha fracasado, sino que ha sido un pelín criminal, digamos, porque no reconoce lo que realmente somos.
Pero además se puede aprender que la diversidad, más que un obstáculo, es una ventaja, que los indígenas supieron aprovechar mucho desde el punto de vista ambiental.
La adaptación al medio hizo que para muchos indígenas fuera muy indeseable vivir siempre en el mismo lugar. La gente se movía. Y ponían huevos en varias canastas, no tenían un solo cultivo. La diversidad privilegia al que se mueva, al que se adapta y al que utiliza diversos recursos.
En el trópico aprovechar la diversidad es el secreto para sobrevivir.
Y lo que ha pasado en estos 200 años de modernidad es exactamente lo contrario.
Y sí, seguimos pensando, equivocadamente, que la diversidad es la antítesis de la civilización.
Pensar que vas a cubrir la costa caribe de banano (como ocurre en el Urabá) y que con eso Colombia va a salir adelante es simplemente no saber en dónde estás parado. Simplifican un paisaje de una manera peligrosísima.
Buena parte de su libro es una reflexión sobre la desigualdad, menos presente y aguda en tiempos prehispánicos que ahora. ¿Por qué le resultó importante ahondar en ese tema?
Yo siempre había defendido la idea que las sociedades prehispánicas no habían sido tan jerarquizadas como algunos de mis colegas piensan. Peleaba con la idea de que el Zipa o el Cacique era un déspota que aprovechaba la mano de obra.
Pero me volví más radical después de leer a (el antropólogo estadounidense) David Graeber, quien argumenta, entre otras cosas, que la manera como vemos el mundo es la forma como los economistas han querido que veamos el mundo.
Toda esta idea de que los individuos siempre actuamos para beneficio propio, para maximizar nuestros intereses individuales, es un invento, un invento inapropiado para entender el pasado.
Pensar 'es que siempre ha sido así' es una forma de legitimar el presente, porque es decir 'es que como siempre hemos sido pobres entonces siempre vamos a serlo'.
La desigualdad no siempre ha sido como es ahora. Es una de las trayectorias posibles, pero hay otras trayectorias, como las que se dieron en lo que hoy es Colombia, que muestran que no necesariamente somos individualistas.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena 2022.
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