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Caída complicada

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 04 junio, 2010




Ex canciller Bruno Stagno renunció tras anomalías, pero la moneda tiene también otra cara
Caída complicada
Reacción del Gobierno ante denuncias fue brusca, más para una persona de una larga y honorable trayectoria

Hay gente preparada para pensar de manera profunda, y comportarse de forma prudente y sensata.
En gran parte, Bruno Stagno Ugarte es una persona así.
Es posible que en el caso de su acelerado nombramiento como representante de Costa Rica ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Stagno actuara de forma precipitada.
Por otro lado, su caída desde las más altas esferas del país, tras su renuncia anteayer, se debe al hecho de que la gente que debió reflexionar de forma pausada y actuar de manera prudente, en este caso no lo hizo.
No hay duda de que Stagno es una persona de gran desempeño.
Nacido en 1970, fue el más joven Canciller en la historia moderna del país, educado en las mejores universidades del mundo, la Sorbona en París, así como Georgetown y Princeton en Estados Unidos, con énfasis en ciencias políticas.
En 2002, el entonces presidente, Abel Pacheco, lo designó como representante de Costa Rica ante la ONU, cuatro años después, Oscar Arias lo nombró Canciller.
Como parte de su empeño, Stagno estuvo íntimamente involucrado en varios proyectos, que cambiaron la historia del país.
El más notorio, probablemente, fue la decisión de establecer las relaciones diplomáticas con la República Popular China, rompiendo el vínculo con Taiwán, que había perdurado durante 60 años.
Bajo el mando de Stagno como canciller, Costa Rica además tomó la polémica decisión el 16 de agosto de 2006 de trasladar la embajada en Israel de Jerusalén a Tel Aviv, así como entablar relaciones con la Autoridad Nacional Palestina.
Sin embargo, suponiendo que fueran ciertas las denuncias ya divulgadas en contra de Stagno, no cabría duda de que incurrió en algún error.
A pesar de que el Consejo de Gobierno de la Administración anterior tomó la decisión de nombrarlo como embajador, durante una sesión en la cual él no participó, su pecado estuvo en haber ejecutado su nuevo nombramiento y no haber esperado a que lo hiciera su sucesor en la Cancillería, René Castro.
De igual modo procedió a hacer el traslado de Jorge Urbina de la ONU a una embajada que ni siquiera existía, lo cual le abrió el campo para su nueva función.
Estos serían pecados; sin embargo, no eran necesariamente mortales.
Si este caso se hubiera manejado de forma distinta es decir, si Stagno hubiera actuado con menos premura todavía sería embajador en Nueva York, según el deseo del ex presidente Oscar Arias, así como de la nueva mandataria, y seguiría sirviendo al pueblo costarricense de manera intachable como lo ha hecho durante casi dos décadas.
Tampoco había necesidad de que Stagno desapareciera casi de la noche a la mañana.
Sin duda alguna, la posición del Gobierno debió haber sido más mesurada y respaldar a su funcionario, mientras se investigaban los pormenores del caso y determinar si cabía una sanción, la cual podría haber incluido hasta una eventual destitución de Stagno.
Sin embargo la falta de apoyo lo llevó a dimitir, con lo que Stagno dio muestra de sensatez y honor.
El hecho de que algunos se alegren porque él haya sido sacado del escenario político nacional e internacional, es otra cosa.

Fred Blaser y Luis Alberto Muñoz








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