Bugattis se venden a precio loco
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 15 septiembre, 2010
Bugattis se venden a precio loco
Peter Mullin, dueño de una de las colecciones privadas más grandes del mundo de automóviles franceses clásicos, señala un Hispano-Suiza J12 Cabriolet de 1935 presentado entre otros 60 autos en su museo del sur de California.
“Es el mejor auto que se ha fabricado”, dice Mullin. “A 160 kilómetros por hora, ni siquiera se notaba que el motor estaba encendido”.
El coleccionista simplemente está calentando los motores en su Museo Mullin del Automóvil en Oxnard, diseñado para evocar un salón del automóvil de estilo art déco de la década de 1930 en París. Acaricia el guardabarros empinado de un coupé negro y rojo Bugatti Tipo 57C Atalante de 1938, diseñado por el hijo del fundador de la empresa, Jean Bugatti, informa la revista Bloomberg Markets en su número correspondiente a octubre.
“Me encantan todos los autos franceses, pero Bugatti es el preferido de mis preferidos”, dice Mullin. “Es el auto superior en ingeniería, diseño y rendimiento”.
La flor y nata del museo gira sobre un pedestal en el centro de un edificio de 4.300 metros cuadrados. En mayo, un comprador anónimo pagó más de $30 millones por este Bugatti Tipo 57SC Atlantic de 1936, un coupé con una cresta elevada que recorre toda la longitud del auto. Mullin se negó a comentar en los informes a los medios que el comprador había sido él.
Es el precio más alto pagado por un auto en la historia, superando el antiguo record en alrededor de $2 millones. El mismo Bugatti se vendió en 1971 por $59 mil.
Mullin pertenece al pequeño club de unos 100 coleccionistas en todo el mundo con dinero para comprar los clásicos más caros, dice el asesor y agente en materia de autos clásicos Simon Kidston, domiciliado en Ginebra.
Los coleccionistas ricos constituyen un grupo ecléctico que va del comediante Jerry Seinfeld, que colecciona Porsches y que se presentó en un programa de cable de treinta minutos alabando la marca; hasta Jim Glickenhaus, un inversor de Wall Street que codicia Ferraris; pasando por el animador de radio y televisión del Reino Unido Chris Evans, quien pagó $10,9 millones en 2008 por un Ferrari 250 GT SWB California Spyder de 1961 que anteriormente fue propiedad del actor de Hollywood James Coburn.
Mullin, de 69 años, fundador semiretirado de una consultora sobre beneficios para ejecutivos y gestión de activos con sede en Los Ángeles, comenzó a comprar autos antiguos en 1981. En la actualidad tiene 140.
“Comienza siendo interés, se convierte en pasión y después migra a la obsesión”, dice el presidente de M Financial Group con sede en Portland, estado de Oregón.
Los coleccionistas están inyectando dinero en el mercado de autos clásicos como nunca antes, haciendo subir los precios para los modelos más famosos del mundo de Bugatti, Ferrari, Mercedes-Benz y Rolls-Royce. Los entusiastas se sienten cautivados por sus carrocerías curvas; sus costuras de cuero hechas a mano; su destreza de velocidad, con motores de más de 200 caballos de fuerza; sus dueños famosos; y hasta su posible valor de inversión.
En este momento, cuando el mercado de acciones de capa caída, los inversores que buscan activos fuertes se vuelcan a los autos antiguos -a menudo por valores superiores a $1 millón, dice Keith Martin, editor de la revista Sports Car Market de Portland. “Actualmente, los autos importantes ganan una locura”, dice. “La generación de posguerra todavía tiene todo el dinero. La mitad dice ‘Siempre quise un Ferrari SWB’”.
Los Bugattis, junto con los Ferraris y los Mercedes- Benz, son los más codiciados de los autos coleccionables, según los precios de subasta.
El Bugatti 57SC Atlantic en el museo de Mullin es, por el momento, el auto más valioso del mundo porque se fabricaron nada más que tres, y se sabe que sólo dos todavía están intactos. El otro es propiedad del diseñador de moda Ralph Lauren, que exhibió algunos de sus Bugattis, Jaguars y Porsches en el Museo de Bellas Artes de Boston en 2005.
Los coleccionistas que compran autos antiguos por dinero, no sólo por amor, enfrentan muchos riesgos para obtener ganancias. En el mercado de los clásicos, opaco y de muy escaso volumen, tienen que luchar con todo, desde determinar un precio justo y encontrar un comprador hasta asegurarse de que un vendedor no esté haciendo pasar por original un modelo considerablemente reparado, dice Glickenhaus, socio general de la firma de inversión Glickenhaus & Co. de Nueva York, que administra $1.300 millones.
Tomemos las oscilaciones de precio para el Ferrari 250 GTE de cuatro plazos de comienzos de la década de 1960. En 1990, los autos se vendían a no menos de $250 mil, entre $30 mil y $40 mil más que tres años antes, dijo el editor Martin. El precio se desplomó hasta llegar a $50 mil para luego recuperarse hasta $100 mil en estos últimos años.
“Comprar y vender autos clásicos es un enorme negocio, y estos tipos le dirán todo lo que usted quiera oír”, dice Glickenhaus, cuya colección incluye siete Ferrari. “Para la persona media, no es una buena inversión”.
Los autos de colección han tenido un desempeño mejor que las acciones, al menos en los últimos cuatro años, según el Índice “Blue Chip” de Hagerty’s Cars That Matter, compilado por el tasador de automóviles David Kinney de Great Falls, estado de Virginia. El índice, que contiene los valores estimados de 25 de los autos coleccionables más populares, aumentó más de 61% desde septiembre de 2006, cuando comenzó, hasta fines de julio.
Ello se compara con una baja de 16% en el Índice Standard & Poor’s 500. El Ferrari 250 GT California Spyder LWB de 1958 subió 131% en ese período alcanzando un valor estimado de $3,3 millones, según el índice HCTM.
Los Angeles
Peter Mullin, dueño de una de las colecciones privadas más grandes del mundo de automóviles franceses clásicos, señala un Hispano-Suiza J12 Cabriolet de 1935 presentado entre otros 60 autos en su museo del sur de California.
“Es el mejor auto que se ha fabricado”, dice Mullin. “A 160 kilómetros por hora, ni siquiera se notaba que el motor estaba encendido”.
El coleccionista simplemente está calentando los motores en su Museo Mullin del Automóvil en Oxnard, diseñado para evocar un salón del automóvil de estilo art déco de la década de 1930 en París. Acaricia el guardabarros empinado de un coupé negro y rojo Bugatti Tipo 57C Atalante de 1938, diseñado por el hijo del fundador de la empresa, Jean Bugatti, informa la revista Bloomberg Markets en su número correspondiente a octubre.
“Me encantan todos los autos franceses, pero Bugatti es el preferido de mis preferidos”, dice Mullin. “Es el auto superior en ingeniería, diseño y rendimiento”.
La flor y nata del museo gira sobre un pedestal en el centro de un edificio de 4.300 metros cuadrados. En mayo, un comprador anónimo pagó más de $30 millones por este Bugatti Tipo 57SC Atlantic de 1936, un coupé con una cresta elevada que recorre toda la longitud del auto. Mullin se negó a comentar en los informes a los medios que el comprador había sido él.
Es el precio más alto pagado por un auto en la historia, superando el antiguo record en alrededor de $2 millones. El mismo Bugatti se vendió en 1971 por $59 mil.
Mullin pertenece al pequeño club de unos 100 coleccionistas en todo el mundo con dinero para comprar los clásicos más caros, dice el asesor y agente en materia de autos clásicos Simon Kidston, domiciliado en Ginebra.
Los coleccionistas ricos constituyen un grupo ecléctico que va del comediante Jerry Seinfeld, que colecciona Porsches y que se presentó en un programa de cable de treinta minutos alabando la marca; hasta Jim Glickenhaus, un inversor de Wall Street que codicia Ferraris; pasando por el animador de radio y televisión del Reino Unido Chris Evans, quien pagó $10,9 millones en 2008 por un Ferrari 250 GT SWB California Spyder de 1961 que anteriormente fue propiedad del actor de Hollywood James Coburn.
Mullin, de 69 años, fundador semiretirado de una consultora sobre beneficios para ejecutivos y gestión de activos con sede en Los Ángeles, comenzó a comprar autos antiguos en 1981. En la actualidad tiene 140.
“Comienza siendo interés, se convierte en pasión y después migra a la obsesión”, dice el presidente de M Financial Group con sede en Portland, estado de Oregón.
Los coleccionistas están inyectando dinero en el mercado de autos clásicos como nunca antes, haciendo subir los precios para los modelos más famosos del mundo de Bugatti, Ferrari, Mercedes-Benz y Rolls-Royce. Los entusiastas se sienten cautivados por sus carrocerías curvas; sus costuras de cuero hechas a mano; su destreza de velocidad, con motores de más de 200 caballos de fuerza; sus dueños famosos; y hasta su posible valor de inversión.
En este momento, cuando el mercado de acciones de capa caída, los inversores que buscan activos fuertes se vuelcan a los autos antiguos -a menudo por valores superiores a $1 millón, dice Keith Martin, editor de la revista Sports Car Market de Portland. “Actualmente, los autos importantes ganan una locura”, dice. “La generación de posguerra todavía tiene todo el dinero. La mitad dice ‘Siempre quise un Ferrari SWB’”.
Los Bugattis, junto con los Ferraris y los Mercedes- Benz, son los más codiciados de los autos coleccionables, según los precios de subasta.
El Bugatti 57SC Atlantic en el museo de Mullin es, por el momento, el auto más valioso del mundo porque se fabricaron nada más que tres, y se sabe que sólo dos todavía están intactos. El otro es propiedad del diseñador de moda Ralph Lauren, que exhibió algunos de sus Bugattis, Jaguars y Porsches en el Museo de Bellas Artes de Boston en 2005.
Los coleccionistas que compran autos antiguos por dinero, no sólo por amor, enfrentan muchos riesgos para obtener ganancias. En el mercado de los clásicos, opaco y de muy escaso volumen, tienen que luchar con todo, desde determinar un precio justo y encontrar un comprador hasta asegurarse de que un vendedor no esté haciendo pasar por original un modelo considerablemente reparado, dice Glickenhaus, socio general de la firma de inversión Glickenhaus & Co. de Nueva York, que administra $1.300 millones.
Tomemos las oscilaciones de precio para el Ferrari 250 GTE de cuatro plazos de comienzos de la década de 1960. En 1990, los autos se vendían a no menos de $250 mil, entre $30 mil y $40 mil más que tres años antes, dijo el editor Martin. El precio se desplomó hasta llegar a $50 mil para luego recuperarse hasta $100 mil en estos últimos años.
“Comprar y vender autos clásicos es un enorme negocio, y estos tipos le dirán todo lo que usted quiera oír”, dice Glickenhaus, cuya colección incluye siete Ferrari. “Para la persona media, no es una buena inversión”.
Los autos de colección han tenido un desempeño mejor que las acciones, al menos en los últimos cuatro años, según el Índice “Blue Chip” de Hagerty’s Cars That Matter, compilado por el tasador de automóviles David Kinney de Great Falls, estado de Virginia. El índice, que contiene los valores estimados de 25 de los autos coleccionables más populares, aumentó más de 61% desde septiembre de 2006, cuando comenzó, hasta fines de julio.
Ello se compara con una baja de 16% en el Índice Standard & Poor’s 500. El Ferrari 250 GT California Spyder LWB de 1958 subió 131% en ese período alcanzando un valor estimado de $3,3 millones, según el índice HCTM.
Los Angeles