Buenas noches... y buena suerte
| Sábado 23 febrero, 2008
Buenas noches… y buena suerte
El domingo 20 sintonicé accidentalmente en el canal 42 una película-documental, en blanco y negro que me dejó paralizado en el sofá hasta que concluyó aquel intrincado tema que se vivió en la década de los 50. Es la lucha de valientes periodistas, específicamente Edward R. Murror que por espacio de 19 años había trabajado para la CBS, y en el incipiente medio de la televisión conducía un programa noticioso en el que él editorializaba, en no más de tres minutos, algún tema delicado de opinión pública.
Como auténtico defensor de la libertad de expresión, Edward no tiene reparos en enfrentarse a quien levantó una inmisericorde cacería de brujas en Estados Unidos; ponerse de frente y rebatir las radicales y peligrosas diatribas del senador de Wisconsin Joseph McCarthy era exponerse a ser tildado de comunista y a perder su puesto en unión de su equipo de trabajo.
Cuantas veces hablaba Murror no podíamos dejar de recordar la voz vibrante e inteligente de don Rodrigo Fournier, otro abanderado de la verdad, quien no titubeaba para decir, indicar o criticar una actitud de algún personaje público. El señor Murror manifestaba a su gerente que no podía ser que ese maravilloso medio solo sirviera para entretención de los diferentes estratos de una audiencia complaciente y displicente: “tiene que servir para educar y ayudar a formar conciencia ciudadana, aunque a algunos les moleste”.
Recordamos los editoriales valientes de Radio Reloj y de Monumental con “La Palabra de Costa Rica” que pasaron a mejor vida. ¿Por qué desaparecieron los editoriales radiales? ¿Es que ya no quedan plumas valientes e inteligentes que pongan el dedo en la llaga? ¿Por qué el editorial es atributo exclusivo de los periódicos? ¿Será que a los dueños de las emisoras de radio y de las televisoras no les interesa el país; prefieren no perder un cliente o echarse encima a un político importante?
Nos inclinamos a pensar que esos propietarios son simplemente empresarios que lo que les motiva es hacer dinero, y no quieren sembrar ni dejar ningún legado en este suelo patrio. Si hay algo aburrido, falto de esencia y contenido, alejado de todo juicio crítico, es un programa noticioso por radio y tele. Todas dicen y publican exactamente lo mismo sea en el campo de las noticias nacionales, internacionales o deportivas; todos entrevistan a las mismas personas, y el colmo, todos hacen las mismas preguntas sosas, alejadísimas de la fisga y el talento periodístico.
Murror nos demuestra que tres minutos bastan para expresar una idea, una crítica o una felicitación. Una página editorial bien dirigida, endereza cualquier entuerto, corrige cualquier acción errada, presenta otras opciones y señala el norte que conduce al bien común. Edward nunca claudicó a la presión de McCarthy; quien lo hizo fue el director del noticiaro.
Me despido de los lectores de LA REPUBLICA con el mismo nombre de la película y parafraseando al periodista Murror al terminar su intervención diaria: Buenas noches… y buena suerte.
Rodolfo Borbón Sartoressi
El domingo 20 sintonicé accidentalmente en el canal 42 una película-documental, en blanco y negro que me dejó paralizado en el sofá hasta que concluyó aquel intrincado tema que se vivió en la década de los 50. Es la lucha de valientes periodistas, específicamente Edward R. Murror que por espacio de 19 años había trabajado para la CBS, y en el incipiente medio de la televisión conducía un programa noticioso en el que él editorializaba, en no más de tres minutos, algún tema delicado de opinión pública.
Como auténtico defensor de la libertad de expresión, Edward no tiene reparos en enfrentarse a quien levantó una inmisericorde cacería de brujas en Estados Unidos; ponerse de frente y rebatir las radicales y peligrosas diatribas del senador de Wisconsin Joseph McCarthy era exponerse a ser tildado de comunista y a perder su puesto en unión de su equipo de trabajo.
Cuantas veces hablaba Murror no podíamos dejar de recordar la voz vibrante e inteligente de don Rodrigo Fournier, otro abanderado de la verdad, quien no titubeaba para decir, indicar o criticar una actitud de algún personaje público. El señor Murror manifestaba a su gerente que no podía ser que ese maravilloso medio solo sirviera para entretención de los diferentes estratos de una audiencia complaciente y displicente: “tiene que servir para educar y ayudar a formar conciencia ciudadana, aunque a algunos les moleste”.
Recordamos los editoriales valientes de Radio Reloj y de Monumental con “La Palabra de Costa Rica” que pasaron a mejor vida. ¿Por qué desaparecieron los editoriales radiales? ¿Es que ya no quedan plumas valientes e inteligentes que pongan el dedo en la llaga? ¿Por qué el editorial es atributo exclusivo de los periódicos? ¿Será que a los dueños de las emisoras de radio y de las televisoras no les interesa el país; prefieren no perder un cliente o echarse encima a un político importante?
Nos inclinamos a pensar que esos propietarios son simplemente empresarios que lo que les motiva es hacer dinero, y no quieren sembrar ni dejar ningún legado en este suelo patrio. Si hay algo aburrido, falto de esencia y contenido, alejado de todo juicio crítico, es un programa noticioso por radio y tele. Todas dicen y publican exactamente lo mismo sea en el campo de las noticias nacionales, internacionales o deportivas; todos entrevistan a las mismas personas, y el colmo, todos hacen las mismas preguntas sosas, alejadísimas de la fisga y el talento periodístico.
Murror nos demuestra que tres minutos bastan para expresar una idea, una crítica o una felicitación. Una página editorial bien dirigida, endereza cualquier entuerto, corrige cualquier acción errada, presenta otras opciones y señala el norte que conduce al bien común. Edward nunca claudicó a la presión de McCarthy; quien lo hizo fue el director del noticiaro.
Me despido de los lectores de LA REPUBLICA con el mismo nombre de la película y parafraseando al periodista Murror al terminar su intervención diaria: Buenas noches… y buena suerte.
Rodolfo Borbón Sartoressi