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EDITORIAL


Brotes de esperanza

El acuerdo es solo el inicio de un largo proceso que debe enfrentar el país centroamericano para cerrar las heridas de este conflicto que polarizó a la población

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 31 octubre, 2009


Editorial


El acuerdo firmado el viernes por Manuel Zelaya, depuesto presidente hondureño, y Roberto Micheletti, gobernante de facto de ese país para ponerle punto final a una crisis política que se ha extendido durante más de cuatro meses, hace brotar nuevas esperanzas para el futuro del país. Más allá de quiénes ganaron o perdieron el pulso político desatado después del golpe contra Zelaya, quien recibe los mayores beneficios de un retorno al orden democrático es el pueblo hondureño. La convulsión política dificultó todavía más el desarrollo del sector productivo en un país ya de por sí castigado históricamente por la pobreza y desprotegido ante los embates de la crisis mundial. Además la situación ha ocasionado el aislamiento de la comunidad internacional, situación especialmente delicada para una economía altamente dependiente de la ayuda financiera de los países desarrollados. Muchas naciones han congelado su ayuda para poder bloquear el gobierno de facto. Estados Unidos suspendió unos $40 millones en asistencia no humanitaria mientras que el Fondo Monetario Internacional canceló el acceso a sus préstamos. Todos estos elementos conspiran para hacer la vida mucho más difícil para los hondureños pobres, que son la grandísima mayoría de la población. Aproximadamente el 70% subsiste por debajo de la línea de pobreza y poco menos de 8 millones sobreviven ganando un $1 o menos al día. El acuerdo es solo el inicio de un largo proceso que debe enfrentar el país centroamericano para cerrar las heridas de este conflicto que polarizó a la población. El cumplimiento de los términos consensuados además pondrá a prueba la confianza y los deseos de cooperación entre las facciones en conflicto. Sin embargo, el primer paso está dado. Junto a los hondureños, la región entera debe regocijarse ante una solución dialogada a la crisis. En momentos en que las relaciones entre los gobiernos se tensan en el Cono Sur, esta muestra de madurez por parte de un país centroamericano podría convertirse en el momento en que América Latina deje atrás la pubertad política.









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