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EDITORIAL


Bocado

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 28 agosto, 2007


Editorial


El presidente Arias optó por relaciones con China en el mayor de los secretismos, ahora es el momento de evitar que Costa Rica se vea envuelta en el torbellino político de ambas potencias

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Evitar el juego político

Las insinuaciones realizadas por el presidente de Taiwán, Chen Shui-bian a medios de prensa extranjeros, en el sentido de que Costa Rica pudo haber sido sobornada para aceptar el establecimiento de relaciones diplomáticas con China continental, son, a todas luces, peligrosas.

Shui-bian afirmó que la apertura de relaciones con China le pudo haber significado al país hasta $400 millones.

La respuesta de Casa Presidencial fue inmediata, al alegar que tales declaraciones resultan “inaceptables”, y que las relaciones son por demás claras.

Sin embargo, el Gobierno debe tener presente que su decisión diplomática puso al país en medio de la línea de fuego entre ambas naciones asiáticas y que ahora corresponde manejar el tema con guantes de seda.

Los costarricenses debemos tener en cuenta que las diferencias entre la China continental y Taiwán han permanecido por décadas, desde que en 1949 acabó la guerra civil y pasaron entonces a la guerra diplomática.

Desde ese momento, China ha venido reclamando su “legítimo derecho” sobre el territorio taiwanés y conservando el reconocimiento diplomático de las Naciones Unidas.

Pero por su parte, la isla exige su independencia con el apoyo de una veintena de naciones.

Esta situación los ha llevado a protagonizar un juego político en el cual muchos países se han visto envueltos por su decisión de apoyar a uno u otro.

Si bien la decisión del presidente Oscar Arias de cruzar la acera y optar por las relaciones con China se produjo en el mayor de los secretismos, ahora es el momento de evitar que Costa Rica se vea envuelta en el torbellino político de ambas potencias.

La salida a esta pugna ya la dio Casa Presidencial: “Las relaciones diplomáticas con China son transparentes y claras”.

En el tanto que esta premisa se cumpla y se evite caer en un juego de dimes y diretes entre ambos bandos, el país saldrá bien librado.

Se trata entonces de que Costa Rica coseche amistades y no enemistades. De medir cada palabra, de analizar cada manifestación, y no entrar en conflictos por temas tan delicados que ni siquiera los propios protagonistas han logrado resolver en décadas de historia.







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