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Aventura histórica

| Viernes 04 enero, 2008




Aventura histórica

La “Ruta Chorotega” es un tour especial por las raíces más profundas del ser costarricense

La fama de sus incomparables bellezas naturales precede ya el nombre de Costa Rica, pero este pequeño país centroamericano pretende ahora llevar a los miles de turistas que lo visitan cada año a lo más profundo de sus raíces culturales, a la esencia de su gente y su ser.
El boom de los destinos de sol y playa en la provincia de Guanacaste (Pacífico norte) llevó a los vecinos de varios pequeños pueblos no costeros a pensar en una forma creativa de beneficiarse de esa marea de turistas que inunda todo el año una región considerada como la más hermosa del país, pero que también es la cuna del folclor costarricense.
Es así como nace la “Ruta Chorotega”, un tour especial de dos días que ACAN-Efe tuvo oportunidad de realizar, organizado por humildes vecinos de la zona, para mostrar al turista más de cuatro mil años de historia costarricense.
El recorrido se inicia en Nicoya (225 kilómetros al noroeste de San José), conocida como “la ciudad colonial de Costa Rica”, pues fue en sus tierras donde en 1552 comenzó la conquista española de Centroamérica.
En este tranquilo pueblo lleno de casas de adobe los turistas podrán visitar el templo de San Blas, construido en 1850 sobre el mismo lugar donde en 1544 se construyó la primera parroquia del país, por lo que esta iglesia es consideraba patrimonio histórico y arquitectónico nacional.
En la iglesia de San Blas se guardan, entre otras reliquias, una pila bautismal de 1644 y unas campanas de bronce de 1768.
Pero el paseo por la historia apenas comienza. Tras dejar Nicoya los guías trasladan a los turistas hasta San Vicente y Guatil, dos comunidades de origen indígena, de la etnia Chorotega, cuya actividad alfarera, ocupa a la mayoría de sus pobladores y ha sido transmitida de generación en generación.
Las técnicas y materiales de estas obras de cerámica siguen siendo, en esencia, las mismas que permitieron hace milenios a los habitantes de esta región “dar vida” al barro con figuras animales y humanas pintadas con colores naturales de rojo, blanco y negro que proveen unas arcillas especiales conocidas como “curiol”.
Para tener más contacto con la herencia indígena costarricense, en ambos poblados se pueden degustar algunas delicias típicas como el arroz de maíz, el picadillo de chicasquil (hoja verde), las rosquillas y las dulces tanelas.
El viaje continúa y el pequeño pueblo de Santa Bárbara espera con bailes, comidas, paseos en carreta tirada por bueyes, uno de los símbolos nacionales de Costa Rica, y una casona de 150 años de antigüedad.
La casona será precisamente el centro de la actividad, donde los viajeros podrán recorrer sus pisos de maderas centenarias y observar los más típicos artefactos de la antigua vida en el campo: camas de cuero en lugar de colchón, mecedoras también de cuero, artículos indígenas y planchas de hierro, completan un ambiente de tranquilidad.
En el patio de esta casona de techo de teja espera un tradicional almuerzo cocinado en los ya casi extintos comales, una especie de olla de hierro, y servidos en platos de barro.
Las delicias cocinadas por mujeres de la localidad estarán siempre acompañadas por tortillas palmeadas a mano y un refrescante vaso de horchata, refresco típico a base de arroz.
Además, durante el almuerzo se disfruta de un verdadero espectáculo, pues con el telón de las notas de la marimba, el instrumento más tradicional de Costa Rica, el grupo local de baile de la zona presenta las canciones más importantes del folclor local.
Los movimientos y trajes de estos jóvenes son un verdadero desfile de color y ritmo y la experiencia se corona con un paseo en “carreta de bueyes” o a caballo por las angostas calles de la localidad.
La “Ruta Chorotega” concluye en Playa Grande, en el Parque Nacional Marino las Baulas, pero antes pasa por el pueblo de Santa Cruz y el Cerro las Nubes, un cementerio indígena lleno de historia y leyendas.
Playa Grande es entre octubre y marzo de cada año, el mayor punto de desove de las tortugas baulas, los quelonios marinos más grandes del mundo, y el resto del año constituye un relajante final para un recorrido lleno de aventura, historia y, sobre todo, el calor de una rica y diferente cultura.

Costa Rica
EFE






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