Assange, y yo (el no censurado)
| Sábado 30 agosto, 2014
El daño de la censura consiste en evitar el desarrollo natural espontáneo del conocimiento humano
Assange, y yo (el no censurado)
Hace años ya que me dedico a la actividad intelectual intentando investigar y, consecuentemente, encontrar y desarrollar ideas nuevas en cuanto a la sociedad y su ordenamiento eficiente. Aunque, como sé que las revoluciones no existen, siempre basado sobre ideas clásicas que son, precisamente, sólidas porque han sobrevivido a los avatares de las modas pasajeras.
Pero claro, las ideas nuevas no “gustan” a todos y así, aun cuando cada vez me publican más, lo cierto es que unos cuantos editores me han dejado de lado. ¿Me han censurado? No lo creo.
También me ha ocurrido que algunos medios han cambiado de dueños implicando, en general, cambios muchas veces para mejor y, por cierto, esto tampoco me parece que fuera censura. Hay que decir que los propietarios tienen derecho a publicar lo que les venga en gana, de eso se trata la propiedad privada. Si ocurriera que un medio existiera gracias a privilegios otorgados por el gobierno y, a cambio, tuviera un burócrata censor que aprobara las publicaciones entonces sí estaríamos en presencia de censura: cuando el Estado —el monopolio de la violencia— directa o indirectamente fuerza lo que se debe o no publicar.
Censura existe cuando de manera coactiva —basada en la violencia o amenaza— se intenta impedir la difusión de algo. No cuando el dueño de un medio se niega a publicar porque para eso es propietario y, eventualmente, esa misma noticia u opinión podría conocerse por otros medios.
Porque el daño de la censura consiste en evitar el desarrollo natural espontáneo del conocimiento humano, de la verdad, y la violencia se define, precisamente, como aquello que fuerza la desviación del curso espontáneo de lo natural.
Cuando el fundador de Wikileaks, Julian Assange, pidió asilo a Ecuador aseguró que "quiere continuar… en un territorio de paz… con la verdad y la justicia" ya que, acusado por la justicia sueca por supuesta violación de dos mujeres —y admitida su extradición por parte de la británica— corría serio riesgo de terminar en EE.UU. donde se lo requiere por filtrar “secretos de Estado”.
Ahora el Gobierno de Ecuador acaba de lanzar una campaña para conseguir que Assange pueda abandonar su encierro en su Embajada en Londres, en la que lleva veintiséis meses lo que, verdaderamente, configura una tortura por anti natural.
El canciller ecuatoriano, durante una rueda de prensa junto al fundador de Wikileaks, ha dicho que "Es hora de liberar a Assange, de que sean respetados finalmente sus derechos humanos (...) Llamamos a la comunidad internacional a que se sume a la campaña para alcanzar su libertad… (Assange) solo espera un salvoconducto para salir". Previamente, el ministro de Relaciones Exteriores, se había reunido con el equipo legal, encabezado por Baltasar Garzón.
En fin, el gobierno de Ecuador y Baltasar Garzón defendiendo los derechos humanos de Assange, y luego todavía hay desprevenidos que se preguntan cómo la izquierda es eficaz al construir una imagen “humanista”.
En cualquier caso, intentar acallar a Assange sí es censura. Resulta que la violencia necesita del desconocimiento de la verdad para imponerse: de nada sirve el poder represivo más grande del mundo si pueden conocerse, anticiparse, sus movimientos.
Una vez establecido el gobierno del “monopolio de la violencia”, muchas verdades deben ocultarse porque esta “autoridad” desaparecería si pudieran preverse todos sus movimientos.
Alejandro A. Tagliavini
*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
https://twitter.com/alextagliavini (@alextagliavini)