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Viernes, 19 de abril de 2024



EDITORIAL


Arreglar un error legislativo

La nueva excusa que mantiene vigente el actual disparate llamado Ley de Tránsito, que aprobó la legislatura anterior, es la decisión sobre el futuro de la revisión técnica vehicular

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 13 julio, 2011


Editorial


No se sabe cuánto tiempo más querrán posponer los señores diputados la obligación que tienen de enmendar los errores que se cometieron al aprobar la actual Ley de Tránsito. Lo que sí tenemos claro es que las consecuencias de ello las sufren los ciudadanos para quienes esos señores trabajan.

La más reciente excusa que intentan esgrimir, y que mantiene vigente el actual disparate llamado Ley de Tránsito que aprobó la legislatura anterior, es la decisión sobre el futuro de la revisión técnica vehicular. ¿Será que planean otro adefesio?

No se sabe si estarán pensando en algún otro despropósito con relación a esto último, o si habrá alguien en el Congreso que realmente esté consciente de que la razón de ser de su labor es aprobar leyes que, con inteligencia y sin miras puestas en ningún interés particular, con orden pero sin abusos, favorezcan una mejor vida para todos los costarricenses.

Quizás no analicen tampoco correctamente los legisladores que los votantes tienen cada vez más experiencia con respecto a lo que les sucede después de unas elecciones nacionales. Si así lo hicieran, tal vez verían que ignorar las necesidades de los gobernados es uno de los peores errores que en algún momento se paga muy caro.

Volviendo a la Ley de Tránsito, se han reconocido públicamente las equivocaciones que contiene. Sin embargo, tras casi un año de discusión en una comisión especial, los diputados no han logrado ponerse de acuerdo para arreglarlas.

Y esto no quiere decir que pretendamos una apresurada aprobación de leyes que, en ese caso, ¡seguramente estarían más plagadas de errores aún! Lo que se exige es no caer en lo contrario, porque trabajar con ese grado de desaciertos y además al ritmo de la tortuga ocasiona demasiado daño al país y a su gente.

Pareciera más bien que una permanente ronda de intereses espurios de diverso orden agota la capacidad de los congresistas, dedicados como lucen a imaginar disparatadas estrategias para uno u otro interés de grupo en vez de orientar sus energías e intelecto a tramitar con honestidad y en tiempo razonable aquello que les corresponde.

Ojalá los señores diputados no pierdan el norte con respecto a lo que es su trabajo.










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