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Apostillas

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 24 julio, 2008


De cal y de arena
Apostillas

Alvaro Madrigal

Aunque una golondrina no haga verano, paso a referir una experiencia personal pensando en que mi caso pueda ser uno más de una serie en repetición, solo que los demás sepultos por la propensión de la gente a callar. Ante la cercana fecha de vencimiento de mi pasaporte y atraído por la bondad de los procedimientos que pregona la publicidad, inicié los trámites de reemplazo en el Banco de Costa Rica el 27 de mayo de 2008. Se me ofreció la entrega del documento para el 6 de junio siguiente. Pero nada. A pesar de que no había manipuleo físico de papeles sino trámites por la red, la explicación fue que hubo un extravío. Total, tras larga espera, el nuevo me llegó el 16 de julio. Evité el tedioso y oneroso desplazamiento de Cartago a La Uruca, pero con mi caso no puedo hablar de “un logro encomiable”.

Si solo un 10% de la sofocante y descomunal locuacidad de la Viceministra de Transportes hubiera podido transformarse en hechos, a estas alturas de su gestión ya tendríamos resuelto gran parte del desmadre reinante en las carreteras nacionales. Pero no ha sido así. Doña Viviana Martín como que no se ha percatado de que se le pasaron dos valiosos años hablando mucho y ofreciendo el oro y el moro, sin poder someter al orden disciplinario a sus huestes en la Policía de Tránsito, punto de partida de la tarea si se quiere resolver el descomunal problema vial. No es culpable de la incuria de los gobiernos precedentes respecto a infraestructura carretera. Pero sí debe apechugar —y de rebote también doña Karla, la ministra— con la inepcia de la Policía de Tránsito que ni ejerce autoridad ni está donde debe estar. Los tráficos ni se inmutan ante innumerables transgresiones a la ley y frente a descomunales presas, ellos siguen como Johnny Walker. En estos días así sucedió cerca del cementerio de Zapote, cuando se aproximaban dos agentes motorizados y yo —ingenuo— creí que iban a destaponar la tremenda presa. Mas lo que hicieron fue virar en U frente a la Toyota e irse hacia el este. Con dos policías municipales y yo los vimos, perplejos. Otro día dos horas duró mi viaje de Pavas a Cartago. Eran las 15 horas y cometí la caballada de tomar la Circunvalación creyendo que con las nuevas regulaciones ya no habría presas. ¡Qué va! Aquello era de locos. Para descalificación del pregón de la Viceministra y desesperación de los usuarios, ni un solo tráfico.
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Y algo más para abonar aquello de que aquí está repartiéndose a diestra y siniestra el atolillo con el dedo. El cantón Alvarado celebró con pompa y circunstancia el centenario de su creación. A Pacayas llegó el presidente Arias con su nutrida comitiva. El bus que los transportó no era para llegar a los andurriales por los dañados caminos; ni siquiera se le habló de ello al obnubilado gobernante para no multiplicar su mortificación por el caso BCIE-Taiwán. Convenios y proyectos ocuparon los discursos. Y dentro de la olla de atolillo con el dedo iba la promesa de arreglar la “carretera” que enlaza la parte alta, San Pablo-Pacayas, y algo más. Me acordé de la campaña electoral de 1986, cuando don Oscar prometió pavimentar esa ruta, la #402. Seguimos a la espera.

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