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"Antes el cáncer significaba morir; ahora significa luchar": testimonio de Thatiana Cabalceta

Elizabeth Rodríguez elizabethrodriguez.asesora@larepublica.net | Miércoles 20 octubre, 2021 12:28 p. m.


mujer sosteniendo un lazo rosa entre sus manos
Archivo/La República


Escrito por Glenda Umaña, periodista internacional, con la colaboración de la periodista Sasha Muñóz; tomado de la página Glenda Ahora.

Thatiana Cabalceta, oriunda de Guanacaste, es una maestra de primaria que a sus 39 años le llamó la atención la aparición de un pequeño bulto en uno de sus senos. Una mujer totalmente saludable al inicio pensó que era por las pesas y el ejercicio, pero dichosamente decidió consultar.

Una noticia inesperada

“Bueno, yo lo dejé pasar por lo menos unos 22 días. Yo me tocaba la pelotita y yo decía: ¿Será que estoy loca?, entonces yo empecé a preguntarle a mi hermana, que tocara, que si ella sentía algo. Me decía que sí. Después a mis compañeras del trabajo, yo les decía: ¿Verdad que hay una pelotita?, entonces me decían sí. Porque yo hasta llegué a pensar que era tanto la frustración que estaba teniendo, que ya me lo estaba imaginando. Era una pelotita muy localizada”.

Su historia, dice, es como cualquier otra. Un día mientras estaba en el gimnasio, haciendo ejercicios con peso, puesto que es una persona activa y deportiva, se realizó su usual autoexamen de las mamas del cuerpo y sintió la bolita, que quizás, pensó, era un ganglio inflamado por haber hecho tanto esfuerzo con las pesas. Decidió sacar una cita con un doctor.

“Resulta que el suegro de mi hermana es el doctor Oscar Sibaja Vargas, él es radiólogo y tiene una clínica cerca del hospital Calderón Guardia”.

Aunque Thatiana se lo tomó con calma al inició, por insistencia e inquietud de su madre es que definitivamente concretó la cita con el doctor Sibaja.

“Él me manda primero para descartar unos medicamentos, porque tal vez era como una infección o era como un tipo mastitis, por así decirlo, ya que mi cuerpo estaba preparado para reproducirse, pero no, yo no tengo hijos, entonces yo no he dado leche. Entonces el doctor dijo [que podía ser] algo como mastitis, dijo “dejémoslo con un mes de tratamiento de medicamento y unos antibióticos muy fuertes y vuelva al mes siguiente”.

La pelotita no desapareció. Tenía el mismo diámetro y seguía localizada en el mismo lugar. El doctor de Thatiana le realizó una biopsia.

“Un 25 de septiembre de 2019 estaba yo dando clases con mis niños de segundo grado y en eso me entra un mensaje a mi teléfono celular por whatsApp, entonces en eso que yo abro el resultado de la biopsia, empecé a leer la descripción que me dan y no entendí nada. Solo leí la palabra carcinoma, entonces yo dije: “Esa palabra me suena feo”. Inmediatamente me metí a internet. Resulta que yo le mandé la foto de la biopsia al doctor y en lo que yo estaba buscando en internet, me devuelve la llamada y me dice que sí, que efectivamente es un cáncer, que está en estadio uno, que es un un cáncer pues chiquitito, pero de los malitos”.

Negación, aceptación y compasión

El siguiente paso para Thatiana fue asimilar la noticia de su cáncer, pensar en cómo le diría a sus padres y de qué forma abordaría de ahora en adelante la lucha.

“El cáncer antes era un significado de muerte. Para nosotros ahora cáncer es significado de lucha. Empieza la parte de aceptación. Al principio hay una negación, uno busca culpables, qué fue lo que hice mal y uno empieza a decir: “Pero yo no he sido tan mala para merecerme esto”, entonces empieza un proceso de aceptación, donde yo tenía que aceptarlo sí o sí, porque era lo que me estaba pasando y más que todo por la situación que estaban mis papas que estaban en una depresión, en un estado de nervios que a mí me daba mucho miedo”.

“La verdad es que ha sido un apoyo familiar total. Yo creo que si yo no hubiera tenido el apoyo de mi familia y de mis amigos cercanos, yo no sé si yo lo hubiera logrado. Yo digo que fui muy bendecida en tener la familia que tengo y personas que me quieren bonito y que me han ayudado a enfrentarme a tantos monstruos, a escucharme, a aguantarme cuando estoy también de malas y no quiero ver a nadie”.

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No estoy enferma

Sobre su reintegración a la vida normal, después de seis meses incapacitada por su cirugía y ocho sesiones de quimioterapia, 18 de radioterapia y de 17 inyecciones con medicinas, Thatiana continúa con su recuperación:

“Actualmente estoy con tratamiento oral que es como decir una quimioterapia oral, pero es hormonal y dura cinco años. O sea, tengo apenas un año tomando el medicamento. Tiene muchísimos efectos secundarios con los cuales tengo que lidiar...no lidiar, si no es acostumbrarme a vivir con ellos, porque se vuelven parte de mi vida y es como tener que aceptar que tengo efectos secundarios y que no los puedo quitar porque es un tratamiento”.

Dentro de los efectos secundarios a Thatiana le dan alteraciones de las emociones, dolor articular, dolor en los pies, talones, caída del cabello, entre otros. Debe estar en constante control ginecológico para monitorear la duplicación de células cancerígenas en el útero.

“De las cosas que más me afectó es que no podría ser mamá natural. Fue una noticia que no esperaba. Yo tengo 41 años. De aquí a que yo termine la quimioterapia, la oral con la tamoxifeno, pues serán los 45, dando un año son 46, lo cual es una edad que es muy poco reproductiva”.

“Yo siempre dije que yo no estaba enferma, que no me trataran como enferma, porque yo no estaba enferma. Simplemente había tenido un quebranto, que no me vieran con ojos de lástima. Yo me reintegro a mi trabajo, al Ministerio de Educación y hasta el día de hoy, gracias a Dios, estoy ejerciendo mi trabajo como docente”.

Thatiana recomienda hacerse el ultrasonido independientemente de la edad que se tenga, pues a ella le tocó a los 39 años, pero conoce compañeros de hasta 18 años que padecen cáncer.

“Yo tenía mis citas ginecológicas regularmente, pero no me había hecho nunca el ultrasonido de mamas porque normalmente se nos dice que es a los 40 años. He tenido muchas compañeras de ruta que tienen edades menores como 18 años, muchachos con edades de 20 años, entonces ya ahora la edad no es a los 40, como se nos ha educado siempre. Yo creo que ya es una cuestión que debe de ir dentro del procedimiento de diagnóstico o de seguimiento de la consulta ginecológica. Por lo menos lo que es el ultrasonido mamario y la visita constante, la visita anual al ginecólogo”.

Esta profesora tenía muchas ilusiones que chocaron con la noticia de su cáncer, como viajar e ir a realizar un doctorado a otro país, y aunque aún lo ve posible, sí se ha enfocado en aprender de otras formas.

“Yo empecé a valorar lo que no se valora muchas veces. Empecé a valorar a mi familia, mis amigos, a valorar lo que a mí me da paz, lo que me da tranquilidad y aquí surge una historia muy bonita”.

“Nos trasladamos de Guanacaste a San José, entonces podrás imaginar la frustración de estar encerradas [por la pandemia]. Aquí nace mi visita a una de las amigas de mi mamá. A mí siempre me ha gustado usar collares y chécheres... Ella me dice que está en una depresión, también una situación familiar de ella y que iba a ir a comprar unas piezas para hacer unos collares. Yo le digo: “Ay, qué bonito, a mí me gustaría aprender a hacer collares”. Ella me dice que me enseña. Me fui con ella a comprar un montón de cosas para hacer collares. Aprendí a hacer collares, a hacer pulseras, aprendí técnicas para hacer nudos con los mecates para los collares y aquí surge una página que yo tengo en línea que se llama Borboleta; que es mariposa en portugués. Yo siento que esta palabra es muy significativa en mi vida, porque fue una metáfora de una metamorfosis, la que yo viví con mi proceso de cáncer”.

“Desde lo físico hasta lo espiritual. Borboleta viene a mi vida a darme esas ganas de que sea mañana para poder hacer los collares. Los hacía y no me gustaban, entonces los volvía a hacer y me daban hasta las 5:00 am., dormía dos horas y volvía a hacer los collares”.

“Tuve como un efecto secundario de la anestesia y me dio mucho insomnio y como yo no podía ver al oncólogo hasta la próxima cita, pues era como de ahí preguntando y todo como que podía ser, que podía tomar para poder dormir. Pero fue mi terapia Borboleta que vino a darme esos momentos de paz. De hecho, cuando yo me siento muy frustrada, me siento triste, me siento abrumada, me pongo en una mesa y me dan tres, cuatro días haciendo creaciones, y cada creación tiene un significado, porque cada creación tiene el significado de mi estado de ánimo”.

“Creo que he puesto mis energías en Borboleta y cada una de las piezas que yo he creado tienen un significado muy grande. Normalmente lo que hago es que las publico y las regalo a personas muy importantes en mi vida, porque cada una tiene un significado de lo que es “Thatiana” en ese momento. Borboleta ha venido a mi vida a darme esa terapia o esa medicina emocional”.

Perder cabello, ganar vida

“Las personas que trabajan en la sección 13 de Oncología del Hospital México son personas maravillosas. Yo creo que son ángeles y mucho más. Las personas que trabajan en la sección 17, que es la aplicación de quimioterapias, son personas que tienen en su aura, en su espíritu, tienen esa parte de ayudarnos, de tratarnos bien, de saber qué nos está pasando algo y qué nos duele cada vez que nos ponen una vía, cada vez que nos pasan a una quimioterapia. Perder el cabello fue uno de mis momentos más difíciles”.

La enfermera le dijo a Thatiana que después de la primera semana, luego de haberse hecho la primera quimioterapia, su cabello comenzaría a caerse.

“Yo siento dolor en mi cuero cabelludo y al día siguiente yo me jaló el cabello y se me viene un montón de cabello en mi mano. En ese momento yo dije: bueno ya llego el momento, yo no quiero que en el baño caigan los mechones de mi cabello. Entonces le pedí a mi cuñado que por favor me pasara la maquinilla. Mi mamá se molestó, porque me dijo que estaba adelantando procesos. Se puso a llorar, no quería verme así. A ella le había afectado muchísimo y todavía le afecta muchísimo el tema de lo que es cáncer”.

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El mensaje

“Lo que les puedo decir a las muchachas y a los muchachos, a los adultos que están o que han recibido una noticia de estas, es que en esta lucha no estamos solas, ni solos. A nivel nacional tenemos un porcentaje de sobrevivencia de un 97%, así que el porcentaje es altísimo. Los especialistas están muy actualizados, he tenido la oportunidad de tener oncólogos privados, porque a veces no me da chance, o las citas con las cajas son muy largas, entonces surgen algunos efectos y he tenido que buscar citas de Oncología privadas”.

“A veces creemos que el mundo se nos viene encima. Sí se nos viene encima, pero se nos viene encima para bien. Es una lucha. Yo digo que el cáncer es una metamorfosis; el cáncer es una oportunidad de cambio, una oportunidad de vida, una oportunidad de empezar a valorar lo que es realmente valioso”.

Esta docente ha aprendido a vivir con los efectos secundarios, a través del deporte, caminatas y estando activa. Pero, cuando no se siente bien, se da el tiempo de escuchar a su cuerpo, descansar y sanar. Hay muchas cosas que ha tenido que cambiar, como sus rutinas y alimentación, pero lo que más reconoce de esta nueva era en su vida es la oportunidad que se dio para reconocer sus emociones.

“Cuando no estoy haciendo algo y estoy acostada es porque me siento mal. Una cosa que aprendí es a darle chance a mis emociones, a dedicarle tiempo a mis emociones. Si yo me siento triste, hoy voy a estar triste. Si yo me siento enojada, hoy voy a estar enojada, si yo me siento decepcionada, hoy voy a estar decepcionada, si yo me siento feliz, hoy voy a darle tiempo a ser feliz. Entonces he tenido esa aceptación de quién es Thatiana, de qué siente a Thatiana y le dedico tiempo a mis emociones. Creo que eso me ha ayudado a poder identificar cómo me siento y qué tipo de actividades puedo hacer cuando me siento con cada una de las emociones”.


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