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Almas en prenda

Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 28 septiembre, 2007


Un humilde señor llegó a la Casa de Préstamos e hipotecó su casita por ¢1 millón. Durante un año estuvo pagando cuotas hasta superar el monto prestado, pero el saldo se mantenía igual, solo había pagado intereses. Es decir, el dinero se lo prestaron a más del 100% de interés anual. Esa es la realidad de muchas familias. Duele más porque se personifica siempre en una familia de muy bajos ingresos. Así se entra al círculo de la miseria.

Hay tarjetas de crédito que aplican tasas hasta del 50% anual, aunque en casos benignos la tasa puede “apenas” triplicar la inflación. A fines de 2005 se habían incrementado en un 32% los saldos de crédito por tarjetas con respecto al año anterior.

Hace un año el Ministerio de Economía, Industria y Comercio comparó los intereses que cobra el comercio de electrodomésticos. Un local le informó a un cliente que le cobraría un 90% de interés anual, lo más triste es que terminó pagando un 134,6%. Cualquiera de las dos cifras espanta. A 15 de los 16 negocios inspeccionados se les abrió expediente. Muchos de estos negocios, más que vender artículos, son en realidad prestamistas. ¿Y los clubes de viajes? ¿Y las financieras? ¿Y las casa de empeño?

Los pobres y la clase media calculan la inflación de manera muy distinta a los técnicos. Para mucha gente la “percepción del costo de vida” depende del costo del dinero que obtiene para adquirir artículos de consumo, bienestar, salud, etc. Por eso, cuando los encuestadores les preguntan por los problemas del país, un común denominador siempre es el alto costo de la vida. ¿No será hora de atacar esta fuente de “percepción inflacionaria” que afecta a una importante masa de la población que se encuentra atrapada por los magos de las finanzas?

Un destacado economista, Muhammad Yunus, fue capaz de crear un sistema de microcréditos que ha revolucionado al mundo. Esto le valió a este “banquero de los pobres” el Premio Nobel de la Paz en 2006. El banco Graneen, que creó hace 28 años, tiene más de 6 millones de clientes. Dos “detalles” importantes: primero, la gran mayoría de sus clientes son personas insolventes y pagan sus deudas; segundo, casi todos sus clientes son mujeres.

Nuestros bancos estatales lo han hecho tan bien compitiendo, que por décadas siguen ofreciendo mejores tasas de interés en los préstamos que los bancos privados (y esperamos sigan así), pero perdieron su diferenciación, es decir, perdieron su alma. ¿No podrán aprender algo de Yunus?

Nuestras autoridades se desvelan por bajar la inflación y las tasas de interés (y lo están haciendo muy bien), ¿no podríamos ayudarlos creando regulaciones y fiscalización eficaz sobre la especulación en los créditos y el costo del dinero en el mercado gris? Espero que alguien no siga pensando que basta con informar más a la gente. Son muchos cientos de miles los que se equivocan de carretera, es mejor poner buenas señales.

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