Ajusticiando a los tiranos
| Lunes 09 mayo, 2011
Ajusticiando a los tiranos
La rehabilitación del coronel Muammar Ghaddafi nunca fue sincera. Aunque renunció a la adquisición de armas nucleares y al fomento del terrorismo internacional a cambio del levantamiento de las sanciones vigentes desde 1982, nada cambió para los casi 6 millones de habitantes de Libia.
Al verse amenazado por los vientos de libertad procedentes de los países vecinos, autorizó el uso de aviones de combate, helicópteros artillados y mercenarios extranjeros para liquidar e intimidar a los manifestantes y rebeldes, violando normas básicas del derecho internacional. Ahora procede juzgarlo por crímenes de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional.
Pero la apertura de una causa contra Ghaddafi no solo se justifica en razón de los crímenes que ha perpetrado en los últimos tres meses, sino también para frenar los discretos esfuerzos en curso para exonerar a otro tirano sanguinario, Omar Al-Bashir, de la jurisdicción de esta Corte. Para la vergüenza de algunos de los actuales integrantes del Consejo de Seguridad, poco antes de los eventos en Libia, algunos en el Consejo estaban promoviendo un perdón temporal para el Presidente del Sudán —en el poder desde 1989— por el genocidio perpetrado en Darfur. Aducen como argumento que este es el precio a pagar para que Al-Bashir permita que la República de Sudán del Sur tenga un nacimiento sin mayores complicaciones el 9 de julio 2011, fecha anunciada para su independencia, tras la aplastante victoria de la fórmula secesionista en el referéndum de enero 2011.
El artículo 16 del Estatuto de Roma efectivamente autoriza al Consejo de Seguridad a suspender, durante 12 meses renovables, la competencia de la Corte sobre una causa en curso. La concesión de este beneficio a Al-Bashir tenía algunas probabilidades de aprobarse antes de los crímenes de Ghaddafi, gracias al silencio de algunos de los actuales integrantes del Consejo. Ahora, cortesía de Ghaddafi, parece que el perdón para Al-Bashir resultará más complicado para así no caer en evidentes contradicciones tras la aprobación de la resolución 1973 autorizando “todas las medidas necesarias” contra Libia.
Costa Rica debería oponerse abierta y contundentemente a la consideración misma del artículo 16, y debería anunciar que estará entre los primeros países en reconocer a la República de Sudán del Sur, reafirmando el precedente establecido durante la pasada administración Arias Sánchez con Kosovo.
En dicho caso, tomando en cuenta la limpieza étnica perpetrada por Slobodan Milosevic contra los kosovares, Costa Rica fue el primer país en el mundo en reconocer a Kosovo, anunciando en 2008 que Serbia había hipotecado su soberanía sobre este territorio al acometer la limpieza étnica. Con este argumento, fuimos los primeros en aportar una novedosa interpretación y aplicación de la norma emergente de la responsabilidad de proteger. Ante la perversidad de algunos, y los eventos en curso en Libia, probablemente no será la última.
Bruno Stagno Ugarte
La rehabilitación del coronel Muammar Ghaddafi nunca fue sincera. Aunque renunció a la adquisición de armas nucleares y al fomento del terrorismo internacional a cambio del levantamiento de las sanciones vigentes desde 1982, nada cambió para los casi 6 millones de habitantes de Libia.
Al verse amenazado por los vientos de libertad procedentes de los países vecinos, autorizó el uso de aviones de combate, helicópteros artillados y mercenarios extranjeros para liquidar e intimidar a los manifestantes y rebeldes, violando normas básicas del derecho internacional. Ahora procede juzgarlo por crímenes de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional.
Pero la apertura de una causa contra Ghaddafi no solo se justifica en razón de los crímenes que ha perpetrado en los últimos tres meses, sino también para frenar los discretos esfuerzos en curso para exonerar a otro tirano sanguinario, Omar Al-Bashir, de la jurisdicción de esta Corte. Para la vergüenza de algunos de los actuales integrantes del Consejo de Seguridad, poco antes de los eventos en Libia, algunos en el Consejo estaban promoviendo un perdón temporal para el Presidente del Sudán —en el poder desde 1989— por el genocidio perpetrado en Darfur. Aducen como argumento que este es el precio a pagar para que Al-Bashir permita que la República de Sudán del Sur tenga un nacimiento sin mayores complicaciones el 9 de julio 2011, fecha anunciada para su independencia, tras la aplastante victoria de la fórmula secesionista en el referéndum de enero 2011.
El artículo 16 del Estatuto de Roma efectivamente autoriza al Consejo de Seguridad a suspender, durante 12 meses renovables, la competencia de la Corte sobre una causa en curso. La concesión de este beneficio a Al-Bashir tenía algunas probabilidades de aprobarse antes de los crímenes de Ghaddafi, gracias al silencio de algunos de los actuales integrantes del Consejo. Ahora, cortesía de Ghaddafi, parece que el perdón para Al-Bashir resultará más complicado para así no caer en evidentes contradicciones tras la aprobación de la resolución 1973 autorizando “todas las medidas necesarias” contra Libia.
Costa Rica debería oponerse abierta y contundentemente a la consideración misma del artículo 16, y debería anunciar que estará entre los primeros países en reconocer a la República de Sudán del Sur, reafirmando el precedente establecido durante la pasada administración Arias Sánchez con Kosovo.
En dicho caso, tomando en cuenta la limpieza étnica perpetrada por Slobodan Milosevic contra los kosovares, Costa Rica fue el primer país en el mundo en reconocer a Kosovo, anunciando en 2008 que Serbia había hipotecado su soberanía sobre este territorio al acometer la limpieza étnica. Con este argumento, fuimos los primeros en aportar una novedosa interpretación y aplicación de la norma emergente de la responsabilidad de proteger. Ante la perversidad de algunos, y los eventos en curso en Libia, probablemente no será la última.
Bruno Stagno Ugarte