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Abstencionismo electoral eficaz

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 18 enero, 2012



PIZARRON
Abstencionismo electoral eficaz


El proceso político electoral está hecho para que siempre se produzca un resultado y un ganador, de modo que el abstencionismo electoral no tiene ningún peso en la decisión política.
Se necesita solo el 40% de los votos válidos emitidos a favor de un partido o candidato para que este gane las elecciones. No importa la cantidad de votantes, tan solo un 40% de ellos a favor de un candidato. Ni importa el número total de electores, pues solo se necesita el 40% de los que llegan a votar de ese total. Así, si el total de electores es de 2 millones y llega a votar 1 millón, solo se necesita el 40% de este millón, 400 mil votantes, para dar por válido un ganador.
Así, se establece la necesidad de ese 40% para ganar y, de igual modo, si no se obtiene, se repite la votación con los dos partidos que tienen más cantidad de votos o mayor porcentaje en la primera votación, como sucedió en la elección de 2002 en la cual ni Rolando Araya del PLN, ni Abel Pacheco del PUSC obtuvieron el 40%. Siendo ellos los que mayor cantidad de votos tuvieron fueron a una segunda ronda.
En esta situación la ley electoral establece que gana el que saca más número de votos. No importa el porcentaje, ni siquiera del 40%, tan solo una diferencia de votos que podría ser un voto, y tampoco importa que voten diez personas, varios miles o millones. Interesa que haya votación y se produzca un resultado que dé un ganador. Por eso, en la elección de 2002, Abel Pacheco se impuso como ganador con un resultado menor en votos y porcentaje que en la primera votación.
¿De qué valen los llamados al abstencionismo que hacen algunas personas en programas de opinión radiales alternativos? De nada.
Ni siquiera como alternativa política la abstención es una acción eficaz en nuestro medio. No significa rechazo a lo existente, al gobierno, a la política o los políticos, a los partidos históricos tradicionales, los más antiguos y con más participaciones electorales. Podría significar rechazo a todo ello y a los nuevos también, porque los abstencionistas no votan por estos, pero tampoco se le puede dar este contenido. Los políticos se rechazan y se aceptan en las votaciones. Los abstencionistas están por ellos mismos avalando a cualquiera que gane, porque les resulta indiferente el partido y candidato ganador, aun sin sus votos.
La única manera de que el abstencionismo sea una fuerza política eficaz en su resultado es que en la segunda ronda se exija igual 40% de votos a favor de uno de los candidatos. Y, en caso de que no se produzca ese 40% se convoque a una tercera ronda, participando los tres o cuatro partidos que tuvieron más votos en la primera votación, con nuevos candidatos presidenciales, interpretando que el abstencionismo fue sobre los candidatos y no sobre los partidos que los propusieron, porque la elección de diputados de esos mismos partidos ya eligieron sus diputados desde la primera ronda, donde tuvieron el favor de los ciudadanos.
Hay que reformar la ley en este sentido para hacer del abstencionismo una manifestación de voluntad eficaz, activa, real. Llamar al abstencionismo en las condiciones actuales es hablar paja.

Vladimir de la Cruz


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