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Abogados y buena reputación

Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 18 junio, 2013


Cada vez que un caco comete una fechoría, a los primeros que se señala como coautores, sino gestores, es a los abogados


TROTANDO MUNDOS

Abogados y buena reputación

El chiste de que todos los abogados se van al infierno se ha vuelto antipático y ha conducido a que asocien esta profesión tan necesaria con el mal. No es que no haya abogados sinvergüenzas, que por lo general son identificables- incluso algunos le pegan a su mamá- pero igual hay médicos, ingenieros, profesores, curas y personas de todo otro quehacer que son igualmente sinvergüenzas, como de todo hay en el huerto del señor. Esos, en toda profesión o actividad, por fortuna son los menos. El grueso del foro nacional está compuesto por profesionales decentes.
Cada vez que un caco comete una fechoría, a los primeros que se señala como coautores, sino gestores, es a los abogados. Esa muy pesada carga recae sobre la reputación de muchos buenos y honestos abogados, a menudos sin justificación.
En torno a “los más grandes lavadores de dinero del mundo”, ubicados en Costa Rica para manejar sus negocios, una vez más los abogados llevaron la peor parte. Es esta profesión se está expuesto a que llegue un cliente de ensueño, con muchos recursos, adobado de maravillosas referencias, y que resulte un malhechor. Ni las firmas más encopetadas se salvan; menos aún las pequeñas, con menos recursos para ejecutar el KYC necesario. Pero en la mayoría de los casos el abogado no tuvo la culpa y lo toma tan por sorpresa como a los demás.
Como resultado, abogados honestos que no tuvieron nada que ver con la trama pues también fueron víctimas, son injustamente desnudados por la prensa ante los tribunales de la opinión pública, a un costo devastador para su reputación.
Curiosamente, esa misma prensa parece ignorar que en el proceso de aceptar a un cliente, el abogado hace su debida diligencia con los recursos que tiene a su alcance, aunque no siempre prueban ser suficientes.
En el caso comentado, una firma nueva de abogados, así como otros profesionales en derecho desde firmas pequeñas, todos honorables, han visto su buen nombre- su activo más valioso- degradarse en la prensa. Nos han llegado rumores de que la firma ha entrado en disolución ante el agobio de mala reputación que esto les ha traído. Cosa más injusta no podemos imaginar.
Estamos seguros de que estos profesionales se ampararon en que los bancos, los más obligados legalmente a “espulgar” a todo el que les llega, les dieron servicios bancarios y de cuentas corrientes que para el común de los mortales son difíciles de obtener; según lo que oímos, no fue que la Sugef los rechazó, sino que, cuando conocieron los requisitos, desistieron de aplicar; el Registro Civil inscribió el matrimonio pagado del convicto capo, típico para conseguir la nacionalidad impunemente, y le otorgaron ésta en cuatro meses, mientras que hay infinidad de legítimas esposas y esposos extranjeros, casados con costarricenses de buenas familias, esperando ese preciado status por muy largo tiempo; y así otras dependencias.
Es entendible que una firma de abogados a la que le llega un potentado que ha sido validado por varias instituciones, se alegre de su nuevo cliente, ese con el que sueñan todos. Lo grave es que cuando sale güero, la opinión pública no duda en llevarse a los letrados entre las patas.
En nuestra larga práctica- cincuenta y tres años- nos ha tocado ver muchos ejemplos. En una oportunidad J.P.Morgan les extendió una recomendación, la Fundación Dupont una segunda y un abogado norteamericano de mucho prestigio los refirió a una firma en el país, y los angelitos, que trajeron muchos recursos a nuestros bancos por medio de los de Estados Unidos, lo que tenían era un ponzi type scheme fenomenal por el que, tiempo después irían a parar a la cárcel en Nueva York. CONTINUARA


Lic. Humberto Pacheco A., M.C.L.

vikocr@racsa.co.cr

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