A propósito de puertos
| Viernes 09 octubre, 2009
A propósito de puertos
En la discusión sobre el futuro de los puertos en el Atlántico, casi se deja de lado la verdadera necesidad que tiene el país de contar con amplias facilidades portuarias, que operen eficientemente, para el manejo de la carga que genera el intercambio comercial que se transporta por ese mar.
A estas alturas, debería ser innecesario razonar sobre la importancia que tiene para un país como el nuestro la atracción de inversión que estimule la producción exportable.
Deseo referirme a este tema, con el relato de una experiencia que me tocó vivir a raíz de una visita que hice a Taiwán, por invitación de su Gobierno, cuando ocupaba el cargo ministerial del MOPT en 1979. Como parte del recorrido que me habían programado, me llevaron a observar los trabajos que realizaban en la construcción de una de las primeras etapas del Puerto de Taiching. Me sorprendió ver una enorme cantidad de puestos de atraque totalmente listos para recibir embarcaciones y, sin embargo, una total ausencia de instalaciones en los terrenos adyacentes. Los terrenos del puerto no eran más que una extensa sabana, donde un par de tractores terminaban de nivelar la superficie. Hice lo que para mí, en aquel entonces era una pregunta de rigor: ¿cómo es que se construye toda esta infraestructura si no existe industria ni bodegas de almacenamiento que indiquen una actividad productiva? La respuesta fue simple: “No vamos a promocionar la inversión y la producción si no garantizamos a quienes se vengan a instalar aquí, que recibirán la materia prima que necesitan cuando la necesitan y que podrán exportar los productos justo en el tiempo que lo necesitan”.
Años después, en 1983, realicé una nueva visita privada a Taiwán e hice el propósito de ir nuevamente a Taiching. La verdad es que no me sorprendió lo que encontré: Aquella vasta sabana estaba totalmente poblada, la actividad productiva y la comercial derivada de la industria, habían colmado todos los terrenos disponibles.
No es para menos, este puerto se ha convertido en uno de los principales de Taiwán, tiene unos 80 puestos de atraque, la extensa sabana consiste en casi 3 mil hectáreas ocupadas por instalaciones y edificaciones y por ahí se movilizan más de 90 millones de toneladas métricas de carga al año.
Por supuesto que yo aprendí mi lección y por eso, cuando tuve una nueva oportunidad, promoví la concesión de los puertos de Caldera y del Atlántico, y aunque solamente se pudo concretar el primero, se dejaron listos los estudios para los segundos, que el paso del tiempo dejó obsoletos.
Otras personas no han aprendido la lección y tratan el tema del puerto en el Atlántico sin visión de futuro, como un remiendo a la ineficiencia actual de ese puerto y por eso consideran que una inversión de $80 millones es suficiente. Entre ellos hay gente que aspira a gobernar nuestro querido país. ¡Qué tragedia!
Rodolfo Méndez Mata
En la discusión sobre el futuro de los puertos en el Atlántico, casi se deja de lado la verdadera necesidad que tiene el país de contar con amplias facilidades portuarias, que operen eficientemente, para el manejo de la carga que genera el intercambio comercial que se transporta por ese mar.
A estas alturas, debería ser innecesario razonar sobre la importancia que tiene para un país como el nuestro la atracción de inversión que estimule la producción exportable.
Deseo referirme a este tema, con el relato de una experiencia que me tocó vivir a raíz de una visita que hice a Taiwán, por invitación de su Gobierno, cuando ocupaba el cargo ministerial del MOPT en 1979. Como parte del recorrido que me habían programado, me llevaron a observar los trabajos que realizaban en la construcción de una de las primeras etapas del Puerto de Taiching. Me sorprendió ver una enorme cantidad de puestos de atraque totalmente listos para recibir embarcaciones y, sin embargo, una total ausencia de instalaciones en los terrenos adyacentes. Los terrenos del puerto no eran más que una extensa sabana, donde un par de tractores terminaban de nivelar la superficie. Hice lo que para mí, en aquel entonces era una pregunta de rigor: ¿cómo es que se construye toda esta infraestructura si no existe industria ni bodegas de almacenamiento que indiquen una actividad productiva? La respuesta fue simple: “No vamos a promocionar la inversión y la producción si no garantizamos a quienes se vengan a instalar aquí, que recibirán la materia prima que necesitan cuando la necesitan y que podrán exportar los productos justo en el tiempo que lo necesitan”.
Años después, en 1983, realicé una nueva visita privada a Taiwán e hice el propósito de ir nuevamente a Taiching. La verdad es que no me sorprendió lo que encontré: Aquella vasta sabana estaba totalmente poblada, la actividad productiva y la comercial derivada de la industria, habían colmado todos los terrenos disponibles.
No es para menos, este puerto se ha convertido en uno de los principales de Taiwán, tiene unos 80 puestos de atraque, la extensa sabana consiste en casi 3 mil hectáreas ocupadas por instalaciones y edificaciones y por ahí se movilizan más de 90 millones de toneladas métricas de carga al año.
Por supuesto que yo aprendí mi lección y por eso, cuando tuve una nueva oportunidad, promoví la concesión de los puertos de Caldera y del Atlántico, y aunque solamente se pudo concretar el primero, se dejaron listos los estudios para los segundos, que el paso del tiempo dejó obsoletos.
Otras personas no han aprendido la lección y tratan el tema del puerto en el Atlántico sin visión de futuro, como un remiendo a la ineficiencia actual de ese puerto y por eso consideran que una inversión de $80 millones es suficiente. Entre ellos hay gente que aspira a gobernar nuestro querido país. ¡Qué tragedia!
Rodolfo Méndez Mata