¡A muchos nos ha pasado!
| Sábado 12 julio, 2014
Los viajes son experiencias enriquecedoras, incluso con los matices oscuros con los que a veces neciamente el destino oscurece la alegría de viajar
¡A muchos nos ha pasado!
Don Humberto Pacheco: Quisiera contarle algo sobre lo que usted escribió por estos mismos lares hace un par días. No lo conozco, pero escuché su nombre en varias ocasiones en el gremio del turismo, donde me muevo día a día en mi rutina laboral.
Su historia me resultó familiar; y con todo el respeto que un señor tan importante como usted se merece, quisiera decirle que no ha sido ni el primero ni será el último que pase estos malos ratos en los puestos de migración y seguridad de los Estados Unidos o del mundo entero.
Comprendo su malestar y alabo la valentía con que narra su mala experiencia. Por eso, me voy a permitir contarle una de las tantas que yo misma he sufrido.
Al igual que usted, he tenido la oportunidad de viajar como una simple mortal o en comitivas que a cualquiera se le hincharía el ego y entre tanto viaje, he ido conociendo miles de historias, buenas y malas.
Le voy contar una personal no tan buena: Yo solía viajar mucho con mi padre a Estados Unidos. En ese entonces, hace ya un par de años, él tenía casi ochenta años y gozaba de una vitalidad envidiable; andaba de tú a tú conmigo en los ajetreos que implica viajar.
Siempre ha sido de comer saludable, y en los aeropuertos su rutina es comprarse una manzana y un yogur. En el avión nos tocó viajar en asientos separados, pero yo hice también lo de siempre: llenarle los papeles a mi papá en el avión. Cuando le dieron la hoja azul de aduanas para entrar a Estados Unidos, él escribió literalmente: “Llevo una manzanita”.
En Estados Unidos, justo cuando estábamos ante el oficial de aduanas, mi papá, sin decirme nada, sacó de su bolsa la famosa hoja azul y la entregó. Me quedé atónita porque yo también estaba entregando otra y solo piden una por familia. El oficial, con cara de ogro, me preguntó: “¿Usted está ingresando frutas a los Estados Unidos?” Y yo le respondí, muy segura: “¡No!” Pero el oficial me dijo que le estaba mintiendo y me enseñó lo que papá había escrito. ¡Yo me reí como si no fuera a pasar nada más! Pero luego fue toda una pesadilla; nos separaron, nos hicieron miles de preguntas, perdimos el vuelo de conexión y hasta horas después, nos volvieron a juntar. Nos abrazamos y seguimos nuestro viaje.
Todos nos hemos topado con oficiales de seguridad muy amables y con otros bastante gruñones, con oficiales de migración amargados y otros que hasta te dan la bienvenida con una sonrisa “frescapil”.
La esquizofrenia que allí se vive es el resultado de varias guerras político-religiosas eternas contra las que recientemente el papa Francisco ha emprendido acciones concretas de paz. Es la única luz en el camino para revertir estas malas experiencias. Allí ¡Pagamos justos por pecadores!
Pero no voy a dejar de ir a Estados Unidos ni a cualquier otra parte del mundo. Los viajes son experiencias enriquecedoras, incluso con los matices oscuros con los que a veces neciamente el destino oscurece la alegría de viajar. La balanza siempre da saldo positivo.
Gail Fernández
Directora Revista Andar de Viaje