Utilidad efectiva de cada programa social
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 16 junio, 2014
Sugiero a los encargados de los programas sociales que promuevan la aplicación de pruebas aleatorias controladas, para determinar la eficacia de aquellos
Utilidad efectiva de cada programa social
No hace falta argumentar mucho para concluir que nuestros programas sociales son ineficientes. El gasto en programas de promoción y protección social ha sido de 2000 a 2012 en promedio 2% del PIB, según análisis de Juan Diego Trejos efectuado en 2013. ¡Un subsidio de esa magnitud casi sería suficiente para eliminar la pobreza!
Hemos carecido de herramientas para medir el resultado que se obtiene con los diferentes programas de gasto.
No basta con evaluar si los recursos se invirtieron o no en cada programa, y ni siquiera es suficiente medir a cuantas personas se benefició como se hace con el SINE en MIDEPLAN. Se necesita también evaluar la eficiencia en la utilización de los recursos (no debemos ufanarnos de construir 3 kilómetros de carretera si con los recursos empleados se podrían haber construido 5) y la capacidad del programa de generar los resultados buscados.
Y para ello no son suficientes disquisiciones abstractas sobre la conveniencia o no del instrumento según un modelo de análisis económico y social. Es necesario medir y comparar.
El desarrollo de la economía conductual nos permite contar ahora con instrumentos efectivos para cumplir con estos objetivos. Pero debemos desarrollar toda una nueva actitud en la administración pública y en la academia nacional para lograr un uso apropiado de ellos.
Con respeto me atrevo a sugerir a las personas encargadas de los programas sociales que promuevan la aplicación de pruebas aleatorias controladas, para determinar la eficacia de los muchos diferentes programas sociales, que múltiples instituciones administran.
Una clave para hacerlo es “Más que buenas intenciones” del economista Dean Karlan de las Universidades Yale y MIT y de Jacob Appel investigador de programas sociales en América Latina, Asia y África.
Su método es sencillamente aplicar los procedimientos usados para comprobar la eficiencia de una medicina: No se trata de comparar como está una persona o comunidad antes y después de un programa (medicina), pues los cambios se pueden deber a múltiples razones. Se trata de comparar como ha cambiado la situación en comparación al cambio que se habría dado sin el programa.
Para hacerlo es preciso contar con un grupo control que no recibe el programa, y que sea lo suficientemente similar de modo que se pueda hacer una comparación entre los dos grupos. Se requiere que las terceras causas que puedan provocar cambios además del programa, afecten de manera semejante al grupo de control y al que recibe los beneficios.
El secreto para hacerlo reside, en general, en que sea el azar el que determine cuáles personas dentro de un determinado grupo reciben el programa y cuáles no.
Aplicar pruebas aleatorias controladas demandará esfuerzo y recursos de MIDEPLAN, las instituciones sociales y las universidades (estudiantes y facultades de economía, administración pública, estadística, sociología y otras especialidades sociales) pero nos permitiría saber cuáles programas tienen impactos positivos y cuáles no, y redirigir los recursos hacia los programas que de verdad funcionan y así ayudar a las familias pobres.
Miguel Ángel Rodríguez
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