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EDITORIAL


Sociedad enferma

| Sábado 31 marzo, 2012





Lo que parece haber quedado en el olvido es que el fin de la economía no está en sí misma, sino en su destinación humana y social

Sociedad enferma

Más que destruir personas, se trata de entender que nuestro sistema de valores está enfermo.
En el país no parecen gustar las definiciones claras, llamar las cosas por su nombre y mucho menos las confrontaciones.
En el fondo existe un problema generalizado de autoestima, dirían los psicólogos, o más bien una tendencia a subvalorarnos en todos los sentidos, pero en especial en lo moral.
Esto no necesariamente procede del cultivo de la humildad que se estimulaba en tiempos de nuestros abuelos, un valor de fortaleza más que una debilidad.
Sin embargo, las consideraciones morales parecen pasadas por agua. Ahora, en tiempos de pragmatismo impera el “tener”, más que el “ser”.
Nadie puede juzgar, una parte de la clase política quedó en un peligroso dilema por valoraciones que no son consecuentes entre lo que se dice y se hace.
Entre seres humanos, de naturaleza relativamente pía, llueven las condenas, las sacadas de ojos, las cortadas de manos; una realidad que resulta irrevocable.
Sin embargo, poniendo las cosas en orden, sí existe cada vez más alejada en nuestra sociedad una relación entre la moral y la economía.
Aun cuando cada una tenga principios propios, es erróneo que lo económico esté tan distanciado de lo moral.
Existe una reciprocidad importante entre ambas, que no por la naturaleza errática humana debemos despreciar.
El asunto es que también en la vida económico-social debe respetarse y promoverse la dignidad.
Finalmente, el tecnócrata ha vencido al humanista.
Lo que parece haber quedado en el olvido es que el fin de la economía no está en sí misma, sino en su destinación humana y social.
Es ahí donde el “ser solidario” cobra mayor sentido sobre el “tener económico”, y donde la búsqueda insaciable de acumulación bajo cualquier costo o justificación, se convierte en un factor de mayor exclusión que deriva en pobreza y subdesarrollo.
La formación de riqueza y su incremento progresivo no es moralmente incorrecta, si está orientada al desarrollo solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja.
Este verso parte de una doctrina aún vigente en la conciencia de rectitud, hoy día urgente para el sano entendimiento de una realidad nacional más confusa.






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