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EDITORIAL


Reciclaje correcto

| Martes 11 septiembre, 2012





Con un esfuerzo conjunto de fabricantes, comercializadores y usuarios se podrían minimizar bastante las consecuencias de la actual acumulación de basura electrónica

Reciclaje correcto

El tema de qué hacer con la basura electrónica se ha vuelto urgente en el mundo, y exige soluciones de tratamiento correctas porque no hacerlo pone en peligro la salud humana y la del planeta.
El asunto tiene diversos aspectos por tomar en cuenta. Entre ellos, los elementos utilizados para la elaboración de los diferentes productos, la responsabilidad de fabricantes y comercializadores que obtienen beneficios de ello en el destino final de los objetos, así como la educación y actitud de los consumidores, que deben desecharlos correctamente cuando acaban su vida útil.
Un reportaje de este medio ayer nos informa sobre aspectos de este asunto en el país al revelar, entre otras cosas, que hay un acumulado de 15 mil toneladas de basura tecnológica ubicadas en botaderos, patios y calles, según estimaciones del Ministerio del Ambiente.
La gravedad del asunto, no solo a lo interno de cada nación, sino por los movimientos de desechos riesgosos de un país a otro, hizo que se firmara el llamado Convenio de Basilea (Suiza) que entró en vigencia en 1992, y en 2005 se integraba ya con 166 países del mundo.
El objetivo del convenio, como se sabe, es el de “proteger la salud humana y el medio ambiente contra los efectos nocivos de la generación, el movimiento transfronterizo y el manejo de desechos peligrosos” y Costa Rica se adhirió a este.
Pero nuestro país está lejos de hacer un buen manejo de los desechos eléctricos y electrónicos, aun cuando hacerlo puede significar un negocio. Para ello es necesario acciones que permitan dar tratamiento integral al problema, siendo la educación, como siempre, un factor clave y una clara visión sobre las necesidades que enfrenta el país.
Sin embargo, es probable que la mayor parte de la población desconozca que muchos de los aparatos electrónicos que utiliza contienen metales pesados y sustancias químicas persistentes en el ambiente, como debería haber aprendido desde la escuela.
Ese conocimiento ya podría crearle conciencia de la necesidad de desecharlos adecuadamente e incluso de preguntarse si es posible fabricarlos más limpios, duraderos y actualizables. En ese tipo de innovaciones es donde debe verse el futuro.
Así, en un esfuerzo conjunto de fabricantes, comercializadores y usuarios se podrían minimizar bastante las consecuencias y la necesidad misma de solucionar luego un problema como el de la acumulación de estos desechos que hoy tenemos y crece cada día.






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