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Moral y economía

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 18 enero, 2013


Las enormes piscinas de capitales que hoy viajan alrededor del mundo son una parte triste de ese sistema económico, de errantes peregrinajes y de negación a la posibilidad de desarrollo de empresas, oportunidades, empleos


Moral y economía

Nuestros gobernantes y funcionarios deben entender que postergar la tarea de sanear el gasto estatal produce gran dolor en nuestro país, pues el déficit es la principal causa de las altas tasas de interés que aprovechan los capitales especuladores.
Por otra parte, de nada valen los confites en el infierno. De nada vale un país con una bajísima tasa de inflación, mientras más personas pierden el derecho de participar en la vida económica, debido a la falta de empleos.
Costa Rica se ha encontrado en los últimos años ante una complicada disyuntiva moral, especialmente las autoridades monetarias, mi deseo como costarricense es que su balanza cambiaria se incline finalmente a favor de decisiones que fortalezcan la generación de empleo y no del aquilatamiento de fortunas golondrinas.
Una de las principales enseñanzas que a mi criterio ha dejado la actual crisis financiera mundial es el evidente alejamiento que se percibe hoy entre lo moral y lo económico.
Aun cuando cada una de estas esferas tiene su ámbito y principios propios, es erróneo que el orden económico y moral estén separados.
Especialmente cuando cada vez se hace más evidente que la vida económica debe respetar y promover tanto la dignidad del ser humano, como el bien de la sociedad, es decir una sana concordancia entre lo individual y lo colectivo.
Las razones económicas, ya sea que vengan dadas por la ciencia o por la práctica, no pueden llevar a la irracional destrucción del mismo hombre, ni mucho menos a un desmantelamiento de la buena convivencia.
Las manifestaciones de indignación, los suicidios y las presiones de vida hoy en las naciones de primer mundo, son pruebas lamentables de las consecuencias de los desequilibrios generados por el servilismo en que ha caído la economía, presa de los intereses de unos pocos.
El objetivo de la economía, para mí, debe ser la formación de riqueza y su incremento progresivo, sin embargo no debe ser reducida a un tema de mera acumulación, sino ampliarse a una dimensión cualitativa, donde la calidad de lo que el hombre hace y cómo se desarrolla cobra enorme importancia.
Las enormes piscinas de capitales que hoy viajan alrededor del mundo son una parte triste de ese sistema económico, de errantes peregrinajes y de negación a la posibilidad de desarrollo de empresas, oportunidades, empleos.
Obviar esa responsabilidad que tiene el capital para el impulso de medios productivos es secuestrar las posibilidades de solidariamente procurar el avance cualitativo de la sociedad.

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