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“La teoría económica de la democracia”

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 08 enero, 2014


Muchas veces, lamentablemente, los más necesitados terminan votando por el “populista” o el que perciben como más atractivo emocionalmente


“La teoría económica de la democracia”

El politólogo inglés Anthony Downs argumenta que en una carrera electoral ideal cada votante decidiría su voto basado en su percepción de cuál partido político o candidato le traería mayores beneficios. El interés propio y no el de la colectividad regiría en este modelo electoral descrito por Downs en su libro publicado en 1957. 
Si esta morfología prevaleciera el 2 de febrero, el votante costarricense que actualmente trabaja por el salario mínimo, por ejemplo, decidiría su voto basado en su percepción de cuál candidato o partido tendría mayor probabilidad de aumentar más sus ingresos.
El residente de San José centro, o el que tiene inversiones en ese cantón, votaría por el candidato que prometiera eliminar la prohibición de placa y la costumbre nefasta de usar la capital como un centro de acopio autobusero.
El enfermo que está usando la Caja para recibir atención médica, votaría por el que prometiera introducir finalmente el expediente médico digital y el votante desempleado usaría su derecho al sufragio para votar por el candidato que considera pudiera crear más puestos de trabajo.
Downs visualiza un votante racional, con información completa de los oferentes en el mercado electoral, que ignoraría los ofrecimientos emocionales en la televisión para “una patria mejor”, por ejemplo, o para “un país justo para todos” y al contrario escogería el que le daría personalmente más beneficios.
El mismo Downs reconoció en su libro que este modelo tiene dos defectos. El primero es que el votante no tiene “información amplia y completa” sobre los candidatos, los partidos políticos y sus ofertas.  El segundo es que no tiene el ciudadano cómo saber lo que realmente puede hacer el candidato presidencial, si ganara la elección. 
Lo irónico del primer defecto es que la gran mayoría termina votando por razones emocionales; luego se siente defraudado cuando el ganador no se desempeña satisfactoriamente. La realidad con el segundo desperfecto es que como no se sabe con certeza el futuro, el votante juzga el partido y su candidato por su desempeño en el pasado. Se presume que el candidato de un partido llevaría a cabo sus labores si ganara como lo hizo su agrupación en el pasado. 
Los intelectuales que argumentan más fuertemente en contra de Downs dicen que la idea de votar el interés propio y no de la colectividad es ya el “neo liberalismo” en su máxima expresión.
Es mi opinión que están equivocados, porque si se acepta que la gran mayoría de cualquier población, incluyendo la costarricense, es la que tiene menos, si estos votaran por lo que más les serviría, exigirían a los candidatos mejores escuelas y colegios públicos, atención médica superior a la actual, salarios más adecuados al costo de la vida, más empleos y más acceso a servicios públicos en general. Muchas veces, lamentablemente, los más necesitados terminan votando por el “populista” o el que perciben como más atractivo emocionalmente. El resultado final es una población mayoritariamente desilusionada con la democracia, cuando los beneficios no aparecen.

Carlos Denton
cdenton@cidgallup.com

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