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FORO DE LECTORES


Hay que modificar el reglamento legislativo

| Viernes 08 agosto, 2014


Estoy convencido de que para ser diputado se requiere tener y estimular el desarrollo de un “gen especial”


Hay que modificar el reglamento legislativo

Desde hace varios años uno de mis extraños hobbies es que cuando salgo del trabajo y voy en mi auto de regreso a casa escucho por radio la crónica parlamentaria, lo que creo me ha dado cierto conocimiento y capacidad de opinar de lo que sucede a diario en el primer poder de la República.
Estoy convencido de que para ser diputado se requiere tener y estimular el desarrollo de un “gen especial” que le permita:
o Desarrollar y dominar en el menor plazo posible el lenguaje que la jerga parlamentaria les exige, eso incluye el uso intensivo y a veces abusivo de una serie de muletillas (diputados y diputadas, su señoría, los estimados y estimadas, etc.)
o Todos, con pocas excepciones, piden la palabra para hablar “por el fondo” y sucede todo lo contrario, hay que tener la habilidad de no perderle el hilo al que solicita la palabra para no confundirse del tema que se está debatiendo, ya que con una facilidad espantosa se desvían.
o Hay que ser “liviano de lengua” para que le permitan hablar el máximo tiempo que el reglamento permite, y para ello hay que proponerse no ir al grano si no dar vueltas y más vueltas sobre el tema, que perfectamente en tres minutos pudo haber expuesto.
o Si le sobra tiempo tiene opción de pedirle a la presidencia del directorio que se lo guarde, si no es que decide guiñarle el ojo a otro diputado para que vía interrupción se permita cederle el tiempo sobrante.
o La modulación del tono de voz es todo un arte y debe garantizar que no menos de diez veces en cada intervención deben llevarla a su máxima altitud hasta dejar la impresión de que se está enojado y a punto de darse de golpes con todos a la vez. Luego con una facilidad increíble bajan el timbre de la voz, agradecen y se despiden dando besos y confitillos a todo mundo.
o Es muy común que el diputado le solicite a la presidencia que le revise si hay coro y de no haberlo se interrumpe la sesión. También es fácil deducir que muchos de los diputados no están poniendo atención a la disertación y otros se la pasan en el cafecito o la sala anexa, ya que a la hora de realizar una votación lo primero que el que preside la sesión hace es solicitarle a los diputados que antes de cerrar las puertas se integren al plenario.
o Y ni que hablar cuando los jefes de fracción solicitan tiempo hasta por 15 minutos para reunirse con los diputados de su bancada, con los jefes de fracción o simplemente para dilatar el tiempo de la votación.
Definitivamente alguien ha engañado a los señores diputados con la creencia de que cuanto más lindo y por largo tiempo se hable, más pura es la legislación resultante.
Con las salvedades del caso, es fácil establecer que el perfil del diputado se ha devaluado, que no tienen la menor intención de salirse de ese laberinto procedimental que ellos mismos han creado. Qué lejos quedaron los tiempos en donde los que estudiábamos en la universidad y teníamos ese gusanito de la política en nuestras venas, nos deleitábamos visitando las barras de la Asamblea Legislativa, fuera para inspirarse o formar criterio escuchando los análisis y posiciones en temas profundos tocados y exquisitamente desmenuzados por verdaderos estadistas de lo que yo denomino “políticos de alto quilate”.

Mynor Retana Cárdenas

Ingeniero
mretanaca@gmail.com






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