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Velocidades que delatan

| Miércoles 19 noviembre, 2008




Velocidades que delatan


Imaginemos dos equipos en competencia. Uno es lento, pausado y predecible en sus movimientos con el balón; el otro es vertiginoso, fluido y sorpresivo, dada la velocidad con la que sus jugadores se desplazan con y sin balón. ¿Cuál tiene más posibilidades de ganar?
Esos equipos son como las personas, del uso del tiempo dependen en buena medida, sus resultados. Cuando este se desperdicia nunca alcanza y luego viene el remordimiento por no haberse empleado a fondo cuando todavía había suficiente. Trabajar a alta velocidad, sin perder calidad requiere una especial disciplina, que no se improvisa. Por eso se dice que los equipos juegan como entrenan. La rigurosidad y la intensidad en todo momento crean un hábito para procurar rapidez y eficacia.
Cuando un equipo trabaja fuerte, veloz y con claridad en su intención, el otro se coloca a la defensiva, pues no sabe cómo reaccionar ante la velocidad mental y física del rival. Esa rapidez evidencia seguridad en sí mismo, convicción en ganar y comprensión de que cada segundo cuenta para producir mucho en poco tiempo.
Igual, las personas que no desperdician sus horas, aprovechan más oportunidades, pueden corregir errores y sienten que, al usarlas bien, tienen muchas disponibles. Ellas saben, como afirmaba Benjamín Franklin, que “si el tiempo es lo más caro, perderlo es el mayor de los derroches.” La alta velocidad demuestra el valor que les damos al tiempo y a nuestras metas.
La diferencia entre los equipos está en la velocidad, intensidad e inteligencia para manejar los ritmos del juego. Cuando los jugadores pierden tiempo desde el inicio, ya sea fingiendo faltas o atrasando jugadas, es obvio que no desean tener ese tiempo porque no sabrían qué hacer con él. Y así son las personas que se dejan atrapar por la pereza, la lentitud y la excusa; pero lo peor es que ellas mismas suelen quejarse de que no les alcanza el tiempo para nada, y ¿cómo les va a alcanzar si lo desperdician? El riesgo es que si no se tiene la costumbre de pensar y actuar rápido, cuando ello se requiera con urgencia ocurrirá una imprecisión e improvisación nada productivas. Pensar rápido es un estilo de vida, actuar igual es una disciplina, que necesita constancia.
La inteligencia para mantener el control y la precisión pese a ella, delata una alta concentración mental que da la impresión de que se piensa despacio y se reacciona con rapidez. Esta habilidad de retardar un instante la respuesta al estímulo externo, para realizarla con frialdad, ecuanimidad y contundencia, es lo que caracteriza a los grandes goleadores en el deporte y en todos los campos de la vida. ¿Es usted uno de ellos? ¿A qué velocidad piensa y actúa para concretar sus aspiraciones?

German Retana
german.retana@incae.edu






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