Universidad pública, investigación y formación integral
COLUMNA INVITADA
Universidad pública, investigación y formación integral
Casi todos y todas las costarricenses sabemos —y lo comentamos e incluimos como una de nuestras más claras esperanzas— que la educación ha sido base y fundamento de la propuesta política, económica y cultural del país a lo largo de nuestra historia.
No en vano en Costa Rica las escuelas se multiplican en forma temprana tomando en cuenta tanto a los niños como a las niñas, no es casual, el apoyo a la apertura de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás en 1814 y luego la Universidad de Santo Tomás en 1843, la declaratoria de una enseñanza gratuita y obligatoria a partir de 1869, el apoyo a la Escuela Normal de Heredia y su propuesta de nueva educación en 1915 y los años subsiguientes, la creación de la Universidad de Costa Rica en 1941 como un semillero de profesionales, como una posibilidad de apoyo al espacio público, como una de las columnas para levantar un proyecto donde la seguridad social, la banca nacional, las garantías sociales orquestan un nuevo modelo…
No es extraño para nosotros haber escogido un museo sobre un cuartel, un o una maestra ante un soldado o militar, una escuela o un colegio ante una organización represiva, un museo de los niños antes que una prisión, un centro cultural en el espacio que deja una fábrica de licores a la que algunos de nosotros recordamos por su olor a melaza…
No seremos ni la Suiza centroamericana, ni tan pacíficos, ni tan blancos, ni tan rurales, ni tan bellas las mujeres, ni tan mejor café del mundo como dicen algunos añejos mitos, pero estoy convencida que los habitantes de nuestra nación tenemos algo de peculiar como pueblo, con su unidad y su identidad múltiple, rica, diversa por regiones, por tiempos, por expectativas…
La educación debe ser un servicio y no un negocio, una posibilidad y no un techo, un espacio de crecimiento personal y de bien social que permita una mejor calidad de vida.
Y es que la educación no es solo una actitud para enfrentar la vida, una estrategia de conocimiento, un espacio entre lo informal y lo formal donde participan muchos actores sino también un proceso institucional a lo largo de una buena parte de la vida, como la enseñanza formal es un continuum con pequeños altos en el camino.
La Universidad debe privilegiar el trabajo en equipo, la actitud crítica, la excelencia y la investigación debe ser la base de una docencia de calidad y una acción social de impacto. Generar conocimientos, formar como docente, publicar y proyectarse a la comunidad continúan siendo los pilares en que se sostiene la imagen universitaria.
Desde luego que no bastan los conocimientos, ni es suficiente tener la capacidad y los instrumentos para llevarlos a la práctica, en la Universidad tenemos que formar personas integrales capaces de asumir responsabilidades, trabajar en equipo, aprender de los demás, ser solidarios, críticos, éticos y creativos. Nuestros graduados, deben ser profesionales conocedores y sensibles frente al contexto que los rodea, curiosos y aventureros para poder seguir investigando y actualizándose a lo largo de la vida.
La universidad pública debe interesarse por la formación de excelentes formadores; debe luchar por la formación de ciudadanos éticos, sensibles, capaces de tomar decisiones, de contribuir al progreso y luchar por la calidad productiva y humana; debe contribuir a mejorar todos los niveles de la enseñanza; debe incidir en las políticas nacionales de educación y actuar como puente y fundamento.
La U tiene que llevarle el pulso a la sociedad para poder contribuir con la resolución de sus demandas, de sus necesidades e incluso de sus sueños, pero la sociedad debe conocer nuestras propuestas, nuestras posibilidades, nuestra capacidad de respuesta, nuestra producción…
Solo ese conocimiento mutuo nos permitirá mantener el ritmo de una historia que, hasta ahora, se ha desgranado en capítulos donde las relaciones positivas llevan la batuta.
Dra. Yamileth González García
Rectora UCR
Universidad pública, investigación y formación integral
Casi todos y todas las costarricenses sabemos —y lo comentamos e incluimos como una de nuestras más claras esperanzas— que la educación ha sido base y fundamento de la propuesta política, económica y cultural del país a lo largo de nuestra historia.
No en vano en Costa Rica las escuelas se multiplican en forma temprana tomando en cuenta tanto a los niños como a las niñas, no es casual, el apoyo a la apertura de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás en 1814 y luego la Universidad de Santo Tomás en 1843, la declaratoria de una enseñanza gratuita y obligatoria a partir de 1869, el apoyo a la Escuela Normal de Heredia y su propuesta de nueva educación en 1915 y los años subsiguientes, la creación de la Universidad de Costa Rica en 1941 como un semillero de profesionales, como una posibilidad de apoyo al espacio público, como una de las columnas para levantar un proyecto donde la seguridad social, la banca nacional, las garantías sociales orquestan un nuevo modelo…
No es extraño para nosotros haber escogido un museo sobre un cuartel, un o una maestra ante un soldado o militar, una escuela o un colegio ante una organización represiva, un museo de los niños antes que una prisión, un centro cultural en el espacio que deja una fábrica de licores a la que algunos de nosotros recordamos por su olor a melaza…
No seremos ni la Suiza centroamericana, ni tan pacíficos, ni tan blancos, ni tan rurales, ni tan bellas las mujeres, ni tan mejor café del mundo como dicen algunos añejos mitos, pero estoy convencida que los habitantes de nuestra nación tenemos algo de peculiar como pueblo, con su unidad y su identidad múltiple, rica, diversa por regiones, por tiempos, por expectativas…
La educación debe ser un servicio y no un negocio, una posibilidad y no un techo, un espacio de crecimiento personal y de bien social que permita una mejor calidad de vida.
Y es que la educación no es solo una actitud para enfrentar la vida, una estrategia de conocimiento, un espacio entre lo informal y lo formal donde participan muchos actores sino también un proceso institucional a lo largo de una buena parte de la vida, como la enseñanza formal es un continuum con pequeños altos en el camino.
La Universidad debe privilegiar el trabajo en equipo, la actitud crítica, la excelencia y la investigación debe ser la base de una docencia de calidad y una acción social de impacto. Generar conocimientos, formar como docente, publicar y proyectarse a la comunidad continúan siendo los pilares en que se sostiene la imagen universitaria.
Desde luego que no bastan los conocimientos, ni es suficiente tener la capacidad y los instrumentos para llevarlos a la práctica, en la Universidad tenemos que formar personas integrales capaces de asumir responsabilidades, trabajar en equipo, aprender de los demás, ser solidarios, críticos, éticos y creativos. Nuestros graduados, deben ser profesionales conocedores y sensibles frente al contexto que los rodea, curiosos y aventureros para poder seguir investigando y actualizándose a lo largo de la vida.
La universidad pública debe interesarse por la formación de excelentes formadores; debe luchar por la formación de ciudadanos éticos, sensibles, capaces de tomar decisiones, de contribuir al progreso y luchar por la calidad productiva y humana; debe contribuir a mejorar todos los niveles de la enseñanza; debe incidir en las políticas nacionales de educación y actuar como puente y fundamento.
La U tiene que llevarle el pulso a la sociedad para poder contribuir con la resolución de sus demandas, de sus necesidades e incluso de sus sueños, pero la sociedad debe conocer nuestras propuestas, nuestras posibilidades, nuestra capacidad de respuesta, nuestra producción…
Solo ese conocimiento mutuo nos permitirá mantener el ritmo de una historia que, hasta ahora, se ha desgranado en capítulos donde las relaciones positivas llevan la batuta.
Dra. Yamileth González García
Rectora UCR
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