Tras un equilibrio en la economía
Costa Rica tiene una particular forma de avanzar que le ha dado buenos resultados y que encierra en sí misma los ingredientes para mesurar los extremos que suelen acabar mal
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 16 febrero, 2012
El difícil equilibrio que hay que mantener en un país para que su economía se conserve saludable es de bastante complejidad. Muchos factores interactúan afectándose unos a otros para bien o para mal. El debate legislativo actual por una reforma que busca solucionar en parte el déficit fiscal lo ejemplifica.
Se hacen cálculos con base en cifras y en buena medida con el aporte de la experiencia. Pero no siempre el comportamiento de las sociedades es el esperado y menos en tiempo de grandes cambios como el actual.
Ante esto, no es raro que por momentos haya quienes vean el vaso medio vacío y quienes lo vean medio lleno. Lo importante debe ser la luz que se logre hacer sobre el tema y no desestimar que Costa Rica tiene una particular forma de avanzar que le ha dado buenos resultados y que encierra en sí misma los ingredientes para mesurar los extremos que suelen acabar mal.
Lo que no hay que confundir, eso sí, es esa fórmula para avanzar con la inmovilización o, por el contrario, con la agitada movilidad pero sin rumbo claro, impulsada por ocurrencias que pueden beneficiar temporalmente a ciertos grupos, pero nunca constituirse en sólidos pilares de un desarrollo económico y social sostenido.
El único ambiente, este último, favorable para prosperar.
Con proyección de mediano y largo plazo esto es lo que nos falta. Objetivos y metas claras surgidas de centros de estudio con vocación altruista y de un inteligente debate que lleve a consenso sobre un plan país. Pero esto no pueden lograrlo líderes que trabajen para intereses particulares o de grupo.
Una vez clara la meta, los recursos para alcanzarla no deben provenir solo de nuevos o mayores impuestos, que siempre deben ser justos y progresivos. Sobre todo deben obtenerse de reducir el gasto público porque este se aumentó desmedida y desordenadamente en este país.
Ahora bien, aunque en ese sentido actualmente se toman algunas medidas acertadas, bajar el gasto público para equilibrar ingresos y egresos no consiste solo en congelar nuevas plazas, sino en definir dónde estas sobran y dónde pueden más bien faltar.
Este ejercicio, institución por institución, no se ha hecho. Son tareas indispensables que los gobernados exigen pero los gobernantes no hacen, en buena medida porque ello implica eliminar el clientelismo en el sector público, una enfermedad que es necesario curar.