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Torpe “guerra” contra la administración pública

Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 21 julio, 2016


Los niveles de arraigo e instrumentos de lucha de la burocracia son superiores a los que tienen quienes temporalmente ostentan el poder

SIN TREGUA

Torpe “guerra” contra la administración pública

La guerra la inicia en 2014 la administración Solís, con ministros y presidentes ejecutivos, advirtieron una lucha contra una corrupción imaginada en la burocracia costarricense, lo que exageraron en demasía y generó molestia en los funcionarios públicos que se sintieron agraviados por quienes serían sus jefes políticos durante cuatro años.
Luego la guerra se trasladó a la Asamblea Legislativa con un tropel de actos intentando desacreditar al sector público, la estrategia fue evidenciar algunos altos salarios y gollerías de la administración pública, con el error de plantearlo a nivel de estafa o robo, cuando al final de cuentas son derechos adquiridos que complacientemente la clase política y la burocracia pactaron en algún momento.
La burocracia costarricense tiene un alto reconocimiento fuera de nuestras fronteras —a pesar de algunas evidentes deficiencias—, la tarea es mejorarla y comprometerla con mayor eficiencia y eficacia en el desarrollo de sus tareas. Empero, la estrategia que se ha venido utilizando es errónea, más cuando los niveles de arraigo e instrumentos de lucha de la burocracia son superiores a los que tienen quienes temporalmente ostentan el poder.
La administración pública es determinante para cualquier gobernante que se precie de tener un proyecto político por desarrollar, puede ser instrumento de ejecución o de bloqueo, lo cual depende de las habilidades de los gobernantes. Los más torpes comúnmente promueven la idea imposible de separar a la política y a la administración en el Estado, olvidando que son consustanciales.
La influencia política es determinante en el ambiente que se genere en la administración pública para la aceptación y ejecución de decisiones. La supervivencia de las directrices de los gobernantes solo tiene vigencia en la medida de las buenas relaciones que logren implementar quienes gobiernan en forma perentoria, en el caso de Costa Rica por cuatro años.
Algunos políticos olvidan que la burocracia tiene la ventaja de ser un cuerpo intermedio entre gobernantes y gobernados, sobre todo con los grupos de presión, lo cual no solamente le da insumos de ambos polos, sino que le permite tener mayor información y relación por su posición estratégica.
Sin duda requerimos una evaluación que permita mayores niveles de calidad y resultados en nuestro servicio civil; sin embargo, en la actualidad los políticos de turno han generado un muy mal manejo del proceso de concientización tanto del sector público como de la ciudadanía, promoviendo un juego muy peligroso de conflicto, que viene a debilitar el compromiso del sector público.
Cuando hablamos de gobierno hacemos referencia a un grupo de funcionarios que deben tener control y dirección sobre las estructuras gubernamentales existentes —la burocracia— como instrumento indispensable para el logro de sus acometidas políticas públicas.
La guerra que se ha venido gestando contra la burocracia costarricense tan solo logrará que esta se atrinchere imponiendo un muro de procedimientos y evitando la flexibilidad que requieren quienes gobiernan temporalmente.
Esta guerra contra la administración pública lleva a fragmentar al gobierno que no contará con los colaboradores inmediatos para su gestión, lo cual se acentúa con un gabinete mal integrado y de poco liderazgo.

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