Sí al modelo de desarrollo... pero humano
| Lunes 24 septiembre, 2007
Sí al modelo de desarrollo… pero humano
Lo más importante de todo lo que se ha discutido alrededor de los tratados de libre comercio en los últimos meses está referido al debate sobre el modelo de desarrollo que se ha venido aplicando en Costa Rica desde inicios de los años 80. Sin duda desde el punto de vista económico ha sido todo un éxito, que ha permitido al país distinguirse en América Latina como un ejemplo en diversidad y aumento de exportaciones, con un importante incremento en el Producto Interno Bruto y un ingreso per cápita de $5 mil. Además somos un ejemplo a copiar en el desarrollo turístico entre otros muchos logros. Ni el más acérrimo enemigo del sistema puede negar los éxitos económicos.
Empero, cuando nos detenemos a analizar el desarrollo social y político, ese que nos caracterizó desde la década de los años 40, y que vino en crecimiento hasta los 80, encontramos una gran contradicción con los resultados económicos. Nuestra pobreza ronda el 21%, que podría incrementarse con el peligro que representa más de un 13% de hogares vulnerables a la pobreza, con servicios de salud débiles y deficitarios para el ciudadano, una red vial colapsada, un aumento en la inseguridad ciudadana, un deterioro en la calidad educacional, una corrupción ascendente, un régimen municipal ineficiente a pesar de la descentralización que se le otorgó, una Asamblea Legislativa cada vez más inoperante, etcétera.
El actual modelo de desarrollo priorizó en lo económico, el crecimiento producido por sí solo resultó insuficiente, sobre todo por si falta de integración con metas sociales, dejando esto último en la mano invisible del mercado. Se sacó a la mano visible del Estado del control sobre los mecanismos reales de equidad e inclusión, así como la satanización de lo que es una reforma de Estado, en la cual unos veían la forma de desaparecerlo y otros querían anquilosarlo. Globalizamos nuestra inserción a los mercados mundiales, pero no los métodos para la distribución de la riqueza, globalizamos la economía pero no las políticas públicas; lo que a futuro, si nos descuidamos, podría convertirnos en un país rico pero habitado por muchos pobres.
El Dr. Oscar Arias Sánchez, nuestro presidente, tiene un trabajo arduo y difícil para los meses que se avecinan de su gobierno. Seguramente los que votaremos por el “sí” en el referéndum ganaremos, pero a la vez pondremos en sus manos y espalda, la esperanza y la gran responsabilidad de buscar el punto de inflexión del actual modelo de desarrollo económico, para que en lo social y también en lo político, se dé un giro hacia un verdadero modelo integral de desarrollo humano.
Decir “no” en el referéndum es negarle la posibilidad de crecimiento a una nación que tiene todos los ingredientes y capacidad para competir, es cerrar el hidrante de los ingresos tan necesarios para poder realizar políticas públicas exitosas. Empero, votar “sí” trasciende a la simple aprobación de un TLC, será dar un voto de apoyo, de credibilidad, a nuestras actuales autoridades políticas, sobre todo al señor Presidente, que no puede esperar que los empresarios —de los cuales muchos recogen las gotas que se derraman de la copa de los beneficios antes de que toquen el suelo— sean los que definan los mecanismos distributivos. Hoy en día un reducido grupo del 10% de la población mantiene una concentración del bienestar generado por el modelo exportador actual.
En el país no existe una sola realidad, se requiere una verdadera segmentación social para conocer cada una de las realidades existentes. Si nos engañamos con realidades ficticias, las verdaderas podrían tomarnos desprevenidos y pegar una patada por el trasero, siendo ya muy tarde para reaccionar.
Ante la incapacidad de nuestros políticos de ponerse de acuerdo, le tocará al pueblo la gran responsabilidad de decidir el rumbo del país para los próximos años. Esta votación es mucho más trascendente que la elección presidencial de cada cuatro años, pues la del 7 de octubre enmarcará nuestro rumbo para las próximas décadas; además, nos obligará a poner más atención sobre a quién le damos la responsabilidad de guiar a la nación.
Claudio Alpízar Otoya
Consultor político
calpizar@encocostarica.com
Lo más importante de todo lo que se ha discutido alrededor de los tratados de libre comercio en los últimos meses está referido al debate sobre el modelo de desarrollo que se ha venido aplicando en Costa Rica desde inicios de los años 80. Sin duda desde el punto de vista económico ha sido todo un éxito, que ha permitido al país distinguirse en América Latina como un ejemplo en diversidad y aumento de exportaciones, con un importante incremento en el Producto Interno Bruto y un ingreso per cápita de $5 mil. Además somos un ejemplo a copiar en el desarrollo turístico entre otros muchos logros. Ni el más acérrimo enemigo del sistema puede negar los éxitos económicos.
Empero, cuando nos detenemos a analizar el desarrollo social y político, ese que nos caracterizó desde la década de los años 40, y que vino en crecimiento hasta los 80, encontramos una gran contradicción con los resultados económicos. Nuestra pobreza ronda el 21%, que podría incrementarse con el peligro que representa más de un 13% de hogares vulnerables a la pobreza, con servicios de salud débiles y deficitarios para el ciudadano, una red vial colapsada, un aumento en la inseguridad ciudadana, un deterioro en la calidad educacional, una corrupción ascendente, un régimen municipal ineficiente a pesar de la descentralización que se le otorgó, una Asamblea Legislativa cada vez más inoperante, etcétera.
El actual modelo de desarrollo priorizó en lo económico, el crecimiento producido por sí solo resultó insuficiente, sobre todo por si falta de integración con metas sociales, dejando esto último en la mano invisible del mercado. Se sacó a la mano visible del Estado del control sobre los mecanismos reales de equidad e inclusión, así como la satanización de lo que es una reforma de Estado, en la cual unos veían la forma de desaparecerlo y otros querían anquilosarlo. Globalizamos nuestra inserción a los mercados mundiales, pero no los métodos para la distribución de la riqueza, globalizamos la economía pero no las políticas públicas; lo que a futuro, si nos descuidamos, podría convertirnos en un país rico pero habitado por muchos pobres.
El Dr. Oscar Arias Sánchez, nuestro presidente, tiene un trabajo arduo y difícil para los meses que se avecinan de su gobierno. Seguramente los que votaremos por el “sí” en el referéndum ganaremos, pero a la vez pondremos en sus manos y espalda, la esperanza y la gran responsabilidad de buscar el punto de inflexión del actual modelo de desarrollo económico, para que en lo social y también en lo político, se dé un giro hacia un verdadero modelo integral de desarrollo humano.
Decir “no” en el referéndum es negarle la posibilidad de crecimiento a una nación que tiene todos los ingredientes y capacidad para competir, es cerrar el hidrante de los ingresos tan necesarios para poder realizar políticas públicas exitosas. Empero, votar “sí” trasciende a la simple aprobación de un TLC, será dar un voto de apoyo, de credibilidad, a nuestras actuales autoridades políticas, sobre todo al señor Presidente, que no puede esperar que los empresarios —de los cuales muchos recogen las gotas que se derraman de la copa de los beneficios antes de que toquen el suelo— sean los que definan los mecanismos distributivos. Hoy en día un reducido grupo del 10% de la población mantiene una concentración del bienestar generado por el modelo exportador actual.
En el país no existe una sola realidad, se requiere una verdadera segmentación social para conocer cada una de las realidades existentes. Si nos engañamos con realidades ficticias, las verdaderas podrían tomarnos desprevenidos y pegar una patada por el trasero, siendo ya muy tarde para reaccionar.
Ante la incapacidad de nuestros políticos de ponerse de acuerdo, le tocará al pueblo la gran responsabilidad de decidir el rumbo del país para los próximos años. Esta votación es mucho más trascendente que la elección presidencial de cada cuatro años, pues la del 7 de octubre enmarcará nuestro rumbo para las próximas décadas; además, nos obligará a poner más atención sobre a quién le damos la responsabilidad de guiar a la nación.
Claudio Alpízar Otoya
Consultor político
calpizar@encocostarica.com