Repoblando San José
Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 14 septiembre, 2016
El obstáculo principal, aparte de la escasez de vivienda atractiva para la clase media, es la misma gran congestión, producto de un hecho indiscutible: la capital es un gran centro de acopio de autobuses
Repoblando San José
La semana pasada el alcalde de San José, Johnny Araya, anunció su interés en repoblar la ciudad capital; es una causa muy noble y deberíamos todos desearle éxito.
Seguramente visualiza el alcalde un centro urbano, orgullo de todos sus habitantes, con áreas verdes amplias, bulevares, restaurantes y cafés, teatros y otros puntos para actos culturales, y sobre todo, que sea un lugar ideal para criar niños.
La verdad es que el tamaño de la población del cantón central ha mermado y actualmente es más o menos un 10% menos de lo que era en el año 2000. Los que van quedando tienen menos capacidad adquisitiva que quienes emigraron.
En la actualidad los funcionarios de clase media que trabajan en centros como la Clínica Bíblica, los dos bancos (Nacional y de Costa Rica), los ministerios de Hacienda y de Educación y las empresas comerciales salen de la ciudad al final del día laboral a sus hogares que, como dice don Johnny, pudieran estar a 90 minutos o más de su lugar de trabajo, a merced de la congestión vial. El alcalde quisiera que estos se quedaran en la ciudad por la noche
El obstáculo principal, aparte de la escasez de vivienda atractiva para la clase media, es la misma gran congestión, producto de un hecho indiscutible: la capital es un gran centro de acopio de autobuses. “Todos los caminos conducen a Roma” es cierto en el caso de las rutas de los autobuses ticos, en este caso a San José. En cualquier momento hay cientos de autobuses grandes vacíos en las calles con los motores prendidos echando humo.
El hecho de que incontables miles visitan a la capital por 30 a 40 minutos mientras cambian de autobús provoca contaminación ambiental, atrae a todos los mejores carteristas para hacer su “agosto” y trae basura y desagrado.
En este siglo ningún presidente ha tenido la valentía de entrarle a este problema y no se oye a don Johnny, como representante de los josefinos, protestando tampoco.
Claro que a merced de este problema hay “prohibición de placa” que implica que si una familia de clase media optara por vivir en la capital y quisiera sacar el auto un día para visitar a la abuelita en Cartago, que está enferma, se arriesga a una multa gracias a este reglamento nefasto.
Aparte de la falta de vivienda y la congestión, hay muy poca oferta de educación primaria y/o secundaria privada. Tampoco hay supermercados con ofertas comparables con las de los que operan en los suburbios. Hay uno que otro restaurante bueno, pero cierran temprano; los dueños y empleados tienen que agarrar el último bus al lugar de la periferia donde residen.
Los parques donde niños pudieran jugar, exceptuando la Sabana, son escasos y desagradables. El de la Plaza González Víquez está lleno de cemento y cercas; nunca ha habido árboles en este parque pero ahora ni zacate tiene.
La tarea del alcalde es grande y complicada, pero merece nuestro apoyo.
cdenton@cidgallup.com
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