¿Parlamentarismo? El frío no está en la cobija
Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 12 noviembre, 2015

Es fortaleciendo la calidad en los partidos —no eliminándolos— como mejoramos el régimen democrático
¿Parlamentarismo? El frío no está en la cobija
Costa Rica, Uruguay y Estados Unidos son reconocidos por lo exitoso que ha sido su sistema presidencialista, a este le deben su estabilidad política. Empero, en nuestro país algunos —ante la inoperancia de varios de los últimos gobernantes y su falta de acuerdos sobre las cosas importantes— plantean un brusco viraje al sistema parlamentario como la solución de los males que nos aquejan.
Hemos invertido casi 200 años de vida como república en promover una cultura política de aprendizaje, implementación y apropiación del sistema presidencialista que ha llevado a éxitos innegables; pero, ahora en época de “vacas flacas” por la calidad y habilidad de nuestra clase política, enfrentada a un ciudadano exigente, nos dicen que el frío está en el presidencialismo, en la cobija.
Más que pensar en un régimen parlamentario deberíamos concentrarnos en mejorar el sistema presidencialista para dar mayor participación, control y espacio de reflexión a la ciudadanía. Empoderarla con instrumentos ágiles que le permitan conocer, elegir y controlar a sus representantes.
Lo primero que debemos hacer es legislar para hacer real el voto obligatorio establecido en nuestra Constitución Política. Un voto obligatorio limitaría la importancia del dinero en una campaña. Disminuye las grandes necesidades de dinero para logística y transporte de votantes apáticos y chineados, obligándoles a preocuparse e informarse.
El voto no obligatorio aumenta la no participación y promueve la desigualdad entre los ciudadanos, puesto que en su mayoría votan quienes se sienten beneficiados por el acontecer nacional, pues la apatía y desesperanza alejan a quienes sienten lo contrario.
Paralelamente debemos cambiar la forma de elegir a los diputados, que debe ser directa y en distritos electorales pequeños, no provinciales. Distritos pequeños obligan a los candidatos y a los votantes a conocerse e interrelacionarse, a compenetrarse más en sus necesidades y soluciones. Un sistema presidencialista funciona mejor con diputados electos directa y no proporcionalmente.
El actual sistema de elegir diputados premia la mediocridad y el anonimato, no es competitivo; deja de lado la importancia de que el voto sirve para activar el poder del pueblo y no obliga a la recompensa que este debe recibir de quienes eligen para gobernar. Las elecciones directas de diputados le exigen a los partidos políticos ser más selectivos en sus candidatos. Es fortaleciendo la calidad en los partidos —no eliminándolos— como mejoramos el régimen democrático.
El ciudadano tiene que volver a creer en el pacto, en el acuerdo político, tanto en el presidencialismo como en el parlamentarismo es un requisito para el éxito. Las mayorías se han trasformado en una variedad de minorías que obliga a mayor calidad y habilidad en los representantes populares. Recordemos a Sartori: “La democracia electoral no decide las cuestiones, sino que decide quién va a decidir las cuestiones”.
El voto obligatorio y un cambio en el sistema de elección de diputados son instrumentos claves para mejorar la participación, el compromiso, la responsabilidad y la calidad de los representantes en nuestro sistema presidencialista. Ir al parlamentarismo representa menospreciar los años invertidos en cultura política, para aventurarse a una travesía que no asegura el éxito, mas si podría comprometernos con una peligrosa inestabilidad política.
Politólogo
Claudio Alpízar Otoya
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