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Palacio de las pesadillas

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 14 agosto, 2012




CRONICA
Palacio de las pesadillas

Dream Theater merecía un lugar acorde con su técnica, belleza y perfección de ejecución musical

La noche del domingo fue mágica para los fans del rock progresivo con la venida al país, por primera vez, del emblemático grupo Dream Theater.
Solo jugó una mala pasada la acústica del Palacio de los Deportes, a pesar de las mantas que colgaron del techo para amortiguar el rebote del sonido.
A las 7.57 p.m., tres minutos antes de lo acordado, se apagaron y empezaron a sonar las notas de Dream is collapsing, de Hans Zimmer. Tres pantallas en forma de cubo presentaban diversas imágenes animadas de los cinco miembros del grupo, como guerreros luchando contra monstruos, hasta que la toma final los mostraba acercándose al escenario y así, uno a uno, fueron ingresando los músicos que, originalmente, se hicieron llamar Majesty: John Myung en el bajo y John Petrucci en las guitarras (únicos miembros originales), acompañados de Jordan Rudess en los teclados, James LaBrie como cantante y, la más reciente incorporación, Mike Mangini en la batería.
El grupo dio inicio con Bridges in the sky, de su más reciente disco, A dramatic turn of events, pero no se entendía nada, ni se distinguía mucho entre los instrumentos. Un grupo de verdaderos maestros de la música no merecen un lugar sin acústica.
De sobra es sabido por productores, aficionados, músicos y público en general, lo tormentoso que resulta para los oídos y para los ingenieros de sonido disfrutar de un concierto en ese lugar.
El Gimnasio Nacional pudo haber sido una alternativa mejor, dado que el Anfiteatro del Herradura, lugar perfecto para este tipo de conciertos, ya no es utilizado para este fin.
El ingeniero de sonido que llevó Dream Theater al Palacio merece un Premio Nobel, o su equivalente, en ingeniería, porque logró, en gran medida y durante la última mitad del concierto, un sonido aceptable que permitía distinguir los instrumentos unos de otros y hasta medio entender lo que LaBrie trataba de decir entre canción y canción. Esto fue mejor logrado después de Outcry.
Innegable la maestría, coordinación y sincronización al milisegundo de Dream Theater en todo momento, durante todo el concierto.
Cada uno de sus integrantes brindó un despliegue de su habilidad dejando a la audiencia con un muy buen sabor de boca. Mangini presentó un solo de batería sólido, fuerte y sin complicaciones. Le enseñó a la gente que no es necesario parecer un pulpo en el escenario para que un solo sea espectacular e impresionante.
Jordan Rudess optó por un sonido más clásico en su teclado a la hora de ejecutar su parte personal y despertó la admiración.
Finalmente Petrucci, en uno de los momentos más esperados enseñó que un solo de guitarra no necesariamente tiene que estar repleto de riffs rapidísimos, ni que las manos deben moverse a la velocidad de la luz en el instrumento. Un solo majestuosamente armonioso y melódico fue lo que nos presentó Petrucci, previo al punto más alto de la noche, que fue el Palacio entero cantando The Spirit Carries On, de su disco Scenes from a memory (conocido también como Metropolis Part II).

Marcello Pignataro
Para La República






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