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Padre en los cuarentas

Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 07 octubre, 2014


La próxima vez que sus hijos requieran tiempo haga un alto en el camino, estoy seguro que les dará una gran satisfacción


Reflexiones

Padre en los cuarentas

Dejaré este martes los avatares de la economía y del gobierno para referirme a un tema más humano y quizás un tanto personal como lo es la experiencia de ser padre. Algunas veces pasamos tan ocupados y llenos de actividades en nuestras ajetreadas agendas de trabajo, deporte o vida social, que dejamos pasar la oportunidad de disfrutar al máximo nuestra propia vida.
No es poco común escuchar decir que consideramos a nuestra familia lo más importante, pero en materia de tiempo y de espacio, resultan ser muchas veces la última de nuestras prioridades.
Es por eso que muchas veces retardamos el llegar a casa asumiendo que podemos resolver todas y cada una de nuestras labores y olvidamos con frecuencia que también el rol de padres, madres, esposos, esposas, hijas, hijos, hermanos, hermanas o inclusive de amigos, requieren tiempo y una capacidad para disfrutar como seres humanos.
Ciertamente han sucedido muchas cosas este 2014, pero el evento que seguramente ha marcado mi agenda y ha definido con mayor rigor mi futuro, es el nacimiento de mi segunda hija, Luciana. Una bella experiencia que me ha permitido, con la madurez de mis casi cuarenta y seis años, vivir al máximo eso que llamamos ser papá.
Desde colaborar en las sesiones del curso de preparación al parto, vivir la experiencia de los preparativos de la llegada de nuestra bebé, hasta pasar por la sala de partos del Hospital de San Ramón, que aprovecho para felicitar ampliamente y agradecer a sus trabajadores las atenciones vividas, pasando, por supuesto, por la grata experiencia de bañar a diario a ese nuevo ser que juguetea y sonríe, cuando paso a paso nota como la confianza y el cariño les ayuda a superar cada uno de sus miedos.
Cada día, de estos cuatro meses de edad, ha sido una experiencia nueva, algunas veces un poco tediosa y pesada por el cansancio de llevar la rutina de la política o del trabajo conmigo, pero nunca podría cambiar todos los triunfos profesionales o laborales e inclusive las aventuras políticas por la virtud y el sentimiento que me genera el ser papá.
Cuando miro a mi pequeña hija empezar a jugar o mirar con cuidado un libro o alguno de sus juguetes, me imagino qué sería de este planeta sino le dedicamos un rato de amor y cuidado a nuestros niños. Quizás las metas de nuestra vida puedan interrumpirse un tanto, en cuanto nosotros somos capaces de entender que debemos forjar el futuro de nuestra próxima generación.
Defender a la niñez de tanto egoísmo y envidia y sobre todo, colaborar para que tengan más y mejores oportunidades de desarrollar su potencial, cualquiera que este sea.
La belleza de mirar crecer a nuestros niños y niñas es sin duda el evento de nuestra vida que mayormente recordaremos y que mejor refleja nuestro carácter de seres humanos, así que la próxima vez que sus hijos requieran tiempo haga un alto en el camino, estoy seguro que les dará una gran satisfacción.

Leiner Vargas Alfaro
www.leinervargas.com
 

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