Otra piedra en el camino de Google Books
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 06 abril, 2011
Otra piedra en el camino de Google Books
Un juez rechazó el acuerdo que le permitía a Google digitalizar millones de libros
Hay una empresa que se propuso la misión de “digitalizar y organizar el mundo”. Sí, todo el mundo. Suena algo ambicioso y, si me permite, mesiánico. Sin embargo, éste es precisamente el objetivo que se trazó Google desde el mismo momento en que la pegó con el buscador, y se transformó en un éxito de alcance global.
Hoy en día, millones de personas que quieren saber algo en Internet, lo primero que hacen es buscarlo en Google. Pero lo que buscan son “apenas” sitios de la Web. ¿Por qué no avanzar entonces hacia otro tipo de contenidos online, como pueden ser música, videos, noticias, mapas, libros?, se preguntaron ya hace años en los cuarteles centrales de la compañía.
Claro, todo contribuye a generar mayor audiencia, lo que permitiría capitalizarla para seguir vendiendo aún más publicidad online. En definitiva, el negocio de Google. Con este espíritu surgieron, y luego crecieron, los distintos proyectos de esa empresa: desde mapas hasta noticias, videos (YouTube) o fotos (Picasa), entre tantos otros. Algunos mejores que otros, todos gratuitos y muy usados por los internautas.
Aunque el más ambicioso seguramente sea libros (o Google Books), que incluye la pretensión de crear la gran “biblioteca virtual universal”. Es que para Google no existen medias tintas: el objetivo de este proyecto que se inició en 2004 es digitalizar y ofrecer todos los libros existentes, de todos los tiempos y en todos los idiomas. Ya fueron digitalizadas 12 millones de obras de 100 lenguas distintas.
Si bien la idea resulta de lo más fascinante y sus resultados serían más que útiles, Google no para de tropezar con piedras en este camino. Primero fue la férrea oposición que le planteó la industria editorial estadounidense (están en discusión los derechos de autor de las obras y cómo se reparten las ganancias por su utilización). Después vino la disputa con editoriales de otros países, principalmente de Francia, que consideran que puede haber otros mecanismos y protagonistas más adecuados para ofrecer ese acervo cultural en la Web.
Tras duras negociaciones, en octubre de 2008 Google había llegado a un acuerdo con el gremio de autores y la Asociación de Editores Estadounidenses que le permitía publicar en la Web millones de libros, incluidas las llamadas "obras huérfanas", títulos que no fueron publicados y cuyos autores no pueden ser localizados. Como compensación a tanta generosidad, Google se comprometía a retribuir con el 63 % de los beneficios obtenidos por la comercialización online de las obras.
Pero ahora quien le puso un freno de mano al proyecto fue un juez de la ciudad de Nueva York. La semana pasada, Denny Chin rechazó el acuerdo por considerar que "no es justo, ni adecuado, ni razonable". "Simplemente iría demasiado lejos'', fue la conclusión a la que llegó el magistrado. Y les dio la razón a empresas rivales de Google, como Amazon y Microsoft.
"Mientras que la digitalización de libros y la creación de una librería digital universal beneficiaría a muchos, esto permitiría implementar un acuerdo empresarial de cara al futuro que garantizaría a Google una ventaja significativa sobre sus competidores", explicó el juez en su decisión de 48 páginas.
Y agregó: "El hecho de que otros países hayan puesto objeciones, argumentando que viola principios y tratados internacionales, es una razón más por la que lo mejor es dejar este asunto en manos del Congreso".
Las partes ahora deberán reunirse el próximo 25 de abril. A Google le quedan tres opciones: o recurre la decisión del juez ante un tribunal superior, o reabre el litigio con los editores y escritores, o lo más probable vuelve a redactar el acuerdo de acuerdo a las nuevas propuestas del juez y el Congreso.
Los grandes proyectos en la Web, sobre todo aquellos míticos de carácter “universal”, suelen nublarnos el razonamiento. Hasta que viene un juez a recordarnos que, al menos en los Estados Unidos, la libre competencia sigue siendo un valor más importante.
Por Ricardo Braginski
rbraginski@larepublica.net
Un juez rechazó el acuerdo que le permitía a Google digitalizar millones de libros
Hay una empresa que se propuso la misión de “digitalizar y organizar el mundo”. Sí, todo el mundo. Suena algo ambicioso y, si me permite, mesiánico. Sin embargo, éste es precisamente el objetivo que se trazó Google desde el mismo momento en que la pegó con el buscador, y se transformó en un éxito de alcance global.
Hoy en día, millones de personas que quieren saber algo en Internet, lo primero que hacen es buscarlo en Google. Pero lo que buscan son “apenas” sitios de la Web. ¿Por qué no avanzar entonces hacia otro tipo de contenidos online, como pueden ser música, videos, noticias, mapas, libros?, se preguntaron ya hace años en los cuarteles centrales de la compañía.
Claro, todo contribuye a generar mayor audiencia, lo que permitiría capitalizarla para seguir vendiendo aún más publicidad online. En definitiva, el negocio de Google. Con este espíritu surgieron, y luego crecieron, los distintos proyectos de esa empresa: desde mapas hasta noticias, videos (YouTube) o fotos (Picasa), entre tantos otros. Algunos mejores que otros, todos gratuitos y muy usados por los internautas.
Aunque el más ambicioso seguramente sea libros (o Google Books), que incluye la pretensión de crear la gran “biblioteca virtual universal”. Es que para Google no existen medias tintas: el objetivo de este proyecto que se inició en 2004 es digitalizar y ofrecer todos los libros existentes, de todos los tiempos y en todos los idiomas. Ya fueron digitalizadas 12 millones de obras de 100 lenguas distintas.
Si bien la idea resulta de lo más fascinante y sus resultados serían más que útiles, Google no para de tropezar con piedras en este camino. Primero fue la férrea oposición que le planteó la industria editorial estadounidense (están en discusión los derechos de autor de las obras y cómo se reparten las ganancias por su utilización). Después vino la disputa con editoriales de otros países, principalmente de Francia, que consideran que puede haber otros mecanismos y protagonistas más adecuados para ofrecer ese acervo cultural en la Web.
Tras duras negociaciones, en octubre de 2008 Google había llegado a un acuerdo con el gremio de autores y la Asociación de Editores Estadounidenses que le permitía publicar en la Web millones de libros, incluidas las llamadas "obras huérfanas", títulos que no fueron publicados y cuyos autores no pueden ser localizados. Como compensación a tanta generosidad, Google se comprometía a retribuir con el 63 % de los beneficios obtenidos por la comercialización online de las obras.
Pero ahora quien le puso un freno de mano al proyecto fue un juez de la ciudad de Nueva York. La semana pasada, Denny Chin rechazó el acuerdo por considerar que "no es justo, ni adecuado, ni razonable". "Simplemente iría demasiado lejos'', fue la conclusión a la que llegó el magistrado. Y les dio la razón a empresas rivales de Google, como Amazon y Microsoft.
"Mientras que la digitalización de libros y la creación de una librería digital universal beneficiaría a muchos, esto permitiría implementar un acuerdo empresarial de cara al futuro que garantizaría a Google una ventaja significativa sobre sus competidores", explicó el juez en su decisión de 48 páginas.
Y agregó: "El hecho de que otros países hayan puesto objeciones, argumentando que viola principios y tratados internacionales, es una razón más por la que lo mejor es dejar este asunto en manos del Congreso".
Las partes ahora deberán reunirse el próximo 25 de abril. A Google le quedan tres opciones: o recurre la decisión del juez ante un tribunal superior, o reabre el litigio con los editores y escritores, o lo más probable vuelve a redactar el acuerdo de acuerdo a las nuevas propuestas del juez y el Congreso.
Los grandes proyectos en la Web, sobre todo aquellos míticos de carácter “universal”, suelen nublarnos el razonamiento. Hasta que viene un juez a recordarnos que, al menos en los Estados Unidos, la libre competencia sigue siendo un valor más importante.
Por Ricardo Braginski
rbraginski@larepublica.net