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Ortega juega ajedrez con China, Rusia y Estados Unidos

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 05 mayo, 2016




Resumen ejecutivo:
La compra de hasta 50 tanques rusos es una pequeña parte de una partida de ajedrez global, en la que Daniel Ortega utilizaría la ayuda china para transformar al país más pobre de América Latina, aprovechando un supercanal interoceánico, mientras se mantiene a Rusia como un aliado secundario, todo ello sin desencadenar una reacción de Estados Unidos.

 

El apoyo militar ruso es solamente una pequeña parte de una partida de ajedrez global del gobierno de Daniel Ortega.
En lo que a la compra de unos 50 tanques rusos se refiere, el propósito es señalar que habría riesgos, si Estados Unidos en algún momento respaldara una fuerza armada, que trata de derrocar al régimen sandinista, al atacar a Nicaragua a través de su frontera norte.
La compra de los tanques, además, es una forma barata de dejar a Moscú pensar que es un actor relevante en América Latina, sobre todo ahora que el papel de Rusia en el continente se ve amenazado tanto en Venezuela —donde los días del régimen chavista se pueden numerar— y Argentina, donde el presidente Macri aseguró, durante la campaña presidencial del año pasado, que revisaría los contratos firmados por el gobierno anterior.
Con esto, se mantiene una relación estratégica entre Managua y Moscú, cuyas colaboraciones en los últimos años incluyen la instalación de una estación espacial, así como el suministro de sistemas de defensa aérea, vehículos blindados, y un simulador de vuelos de helicóptero y paracaidismo.
Mientras tanto, el gobierno sandinista está procediendo con un ambicioso plan para transformar el país más pobre de América Latina, mediante la atracción de las instalaciones de producción, que utilizan nuevos puertos en ambas costas del Caribe y el Pacífico, y las nuevas carreteras que conectan los puertos.
La pieza central del plan es un supercanal interoceánico construido y financiado por China, que se convierte en un recurso clave para el envío marítimo internacional durante el siglo XXI.
Al igual que su homólogo panameño, un canal nicaragüense aceptaría los barcos que navegan entre Asia y América en la ruta del Pacífico, que es unos 2 mil kilómetros más corta que Suez y que —a diferencia de Suez— no está infestada de piratas.
Pero solo el canal de Nicaragua sería lo suficientemente grande como para tomar la nueva generación de los buques portacontenedores.
El supercanal enfrentaría desafíos, entre ellos la necesidad de dragar el Lago de Nicaragua de por vida, y el hecho de que el proyecto durante varios años perdería una gran cantidad de dinero.
Pero la experiencia china puede ser capaz de superar los problemas técnicos, mientras que los fondos chinos cubran las pérdidas.
La línea oficial china es que el proyecto del canal es de una empresa privada radicada en Hong Kong.
Sin embargo, parece evidente —de hecho así lo ve el propio Gobierno ruso— que la mano detrás de ello es la de China, que va a querer un activo estratégico ubicado a apenas 1.000 kilómetros del sur de Florida, si Washington negara la propiedad china sobre una área, que Beijing considera aguas territoriales.
A nosotros nos pertenece la mayor parte del mar de China Meridional, por donde pasan algunas de las más importantes rutas de navegación marítimas del mundo, dice Beijing, mientras que Estados Unidos apoya las pretensiones rivales de Indonesia, Malasia, Filipinas y Vietnam.
Las tensiones en la región aumentaron en los últimos días; a raíz de que China por primera vez en la historia negó a un buque de la marina de Estados Unidos el derecho a atracar en Hong Kong, esto dos semanas después de que la flota del Pacífico norteamericana iniciara maniobras en el Mar Meridional.
Un mes antes, Filipinas dio acceso a cinco bases militares a Estados Unidos, mientras Beijing en febrero inició la instalación de los misiles tierra-aire en una de las islas, que reclaman tanto China como Taiwán y Vietnam.
China y la coalición liderada por Estados Unidos podrían eventualmente llegar a un acuerdo.
Si no es así, Ortega puede encontrar la oportunidad de cambiar la historia de Nicaragua.







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