Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 07 agosto, 2010
Estoy seguro que Oscar Ramírez hubiera preferido jugar once contra once; es menos enredado.
Incluso, antes de que fuera expulsado Víctor Cordero, el Alajuelense lucía mejor en la cancha, aunque ya empezaban las agresiones físicas y de palabra entre los actores, sobre todo a la hora de ejecutar los tiros de esquina. Recordemos el intercambio de caricias entre Douglas Sequeira y Pablo Gabas, el incendio que casi estalla tras los roces de Carlos Clark con Yader Balladares.
En este prematuro clásico los rivales no se estudiaron sino que se calentaron y a partir del minuto 33, después de la infantil patada de Cordero a Mario Camacho, el encuentro dio un giro hacia el desorden táctico en la Liga y todo lo contrario, al orden táctico en el Saprissa, tal como lo comentamos ayer.
La cancha en pésimas condiciones y el terreno de juego bien pequeño, ayudó a las intenciones de Roy Myers de asegurar la retaguardia a la espera del chaparrón que no llegó.
Me decía un fanático de la Liga, la misma noche de la vergüenza rojinegra, que con el equipo de Luis Roberto Sibaja, aquel del toquecito y la extrema velocidad en ataque, el Alajuelense hubiera derrotado al Saprissa, aprovechándose de su ventaja numérica de jugadores, pero esta afirmación deja abiertas las interrogantes.
¿Por qué?
Porque de la formación de Sibaja, repitieron varios jugadores en la alineación de Ramírez: Clark, González, Meneses, Oviedo, Gabas y Argenis, pero no se debe negar que el tridente entre Argenis, Marco Ureña y Jean Carlo Solórzano lucía más explosivo que el de Argenis, Diego Calvo (Gabas) y Camacho.
Aparte de estos detalles tácticos y de entorno, la pura verdad es que el Alajuelense no tuvo capacidad ni categoría para pasarle por encima a un rival mutilado y diezmado, que se quedó sin cabeza (Cordero) y sin motor (Centeno) y que para sonrojo de los seguidores manudos, entre los que me encuentro, pareció más atento y preocupado en que Saprissa no lo volviera a ridiculizar como lo hizo una vez en situación similar cuando campeonizó en el Morera Soto, que en arrollarlo con dos hombres más en la cancha.
No considero que al Machillo le quedó grande el clásico; simplemente no pudo resolverlo; no enfrió su cabeza para ordenarle a sus discípulos la ruta correcta del gol. Tampoco acertó en las variantes.
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