Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 31 marzo, 2016
Óscar Ramírez deseaba un gol al inicio del juego y fue complacido. Apenas sonó el pito del árbitro canadiense Drew Fischer, la Selección Nacional salió como tromba sobre el marco defendido por Andre Blake y bien se pudo sancionar una falta de penal en el minuto dos, cuando a Bryan Ruiz lo derribaron a punto de fusilar el primero.
Los discípulos del germano Winfried Scharfer seguramente presagiaban tormenta pero toparon con huracán. El bombazo frontal de cabeza de Celso Borges en el minuto 6 le dio al “Machillo” el gol que anhelaba y a la Tricolor la calma para administrar un juego del que era amplio favorito y ahora temprano se le ponía más a su favor.
El cuerpo técnico de Costa Rica le hizo un par de retoques a la formación con la que se arrancó en Kingston. Óscar Duarte jugó en lugar de Pipo González y Cristian Bolaños tomó el puesto de Randall Azofeifa. Con la primera variante tácticamente no se arriesgaba nada. Hombre por hombre en la misma posición. El “riesgo” se dio en la cintura al sacrificar a un jugador recuperador y de marca como Azofeifa por otro más creativo y talentoso como Bolaños.
Exagerando el término, podemos decir que este fue el gran cambio táctico de Óscar Ramírez de un partido al otro. Entre Johnny Acosta a su espalda y Bryan Ruiz a un costado, arroparon a Celso de manera que Cristian Bolaños recostado en la franja izquierda de ataque y Campbell en el otro sector se las ingeniaron para que Marco Ureña se observara bien acompañado en los ataques de la nacional.
Las ofensivas costarricenses fueron asociadas, se construyeron en grupo; participaron Borges, Bryan, Cristian, Joel y Ureña. Las tres anotaciones se elaboraron en grupo y es que cuando Costa Rica se junta y la toca, resulta un rival bien complicado para cualquier selección de Concacaf.
Keylor Navas y ese gigante repleto de fútbol que se llama Kendall Waston transmiten una seguridad pasmosa en retaguardia. La cintura es talentosa y a Marco Ureña no le quema el balón.
Sabe sostenerlo, amarrarlo mientras llega la grata compañía, de ahí este holgado 3-0 y por ende la cómoda ventaja en la cuadrangular.
¡Estamos clasificados!
El puntito que falta por ahí vendrá; eso sí, ocupamos más fútbol de los laterales Gamboa y Matarrita para vernos mucho más compactos y completos. Y, Moscú, fijo que vamos.
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