Mayor responsabilidad política
| Jueves 11 septiembre, 2008
Mayor responsabilidad política
Las recientes tormentas tropicales en el ambiente político del país invitan a reflexionar sobre la necesidad de replantear cambios al sistema electoral. Si bien es cierto que la transacción política es válida y necesaria en una democracia, ella debe ser transparente y sobre todo no debe confundir los intereses país con los intereses personales de algunos altos miembros de partidos de oposición, lo que huele más a compra de voluntades y corrupción que a otra cosa. Y tan corrupto es quien compra voluntades como quien se deja comprar, disfrácense como se quieran disfrazar mañana las piñatas.
Por ello, sigue siendo necesario establecer mayores controles a favor de los ciudadanos sobre los gobernantes. Dos aspectos se tornan aquí importantes, primero, que exista la reelección legislativa inmediata, y segundo, que en la boleta de votación legislativa exista la posibilidad para el elector de individualizar su preferencia entre los postulantes de un partido, y no ser como hasta ahora, que no se sabe por qué persona se está votando.
En el sistema de “lista abierta” como en el de “lista cerrada no bloqueada”, cada partido somete una lista de candidatos y el elector tiene la libertad de escoger por cuál persona dentro del listado votar. La escogencia la hace al marcar con una equis al lado del candidato de preferencia. Así, se selecciona partido y a la vez persona, de manera tal que dentro de la lista partidaria existe una libre competencia por atraer el voto del electorado. En la lista cerrada no bloqueada, los votos se contabilizan primero para el partido y se determina cuántos escaños le corresponden, lo que mantiene la cohesión y disciplina partidaria. Luego se suman las preferencias individualizadas por cada candidato para escoger el orden de representación.
En Honduras se otorgó este tipo de poder real de escogencia al ciudadano elector en los comicios de 2005. Con ello, se fortaleció la representación de género ocupando las mujeres un 25% de las sillas legislativas, récord histórico. Al igual, se benefició la diversidad étnica, ya que por primera vez en 70 años fueron electos cuatro diputados afrohondureños.
Además, este sistema permite renovar los cuadros de mando en los partidos, y el surgir de nuevos y jóvenes liderazgos ante los tradicionales caciques de partido, que deberán renovar conocimientos, rendir cuentas o perecer ante la voluntad del electorado, ya que no contarán más con la protección de las cúpulas y las piñatas de consultorías tendrán un costo ante el nuevo electorado, que no serán los compadrazgos de partido.
Esta competencia promoverá la responsabilidad por las transacciones políticas que se hagan, ya que cada candidato verá una repercusión política cuantificable en votos. El partido gobernante deberá esforzarse un poco más en transigir sobre temas de la agenda nacional y no dedicarse a complacer a los líderes de la oposición en la satisfacción de sus necesidades personales.
Lo anterior, simplemente porque a los diputados ya no los nombrará el líder, ni la cúpula del partido sino los ciudadanos electores. En este esquema, el elector es el vigilante último.
Entre ambos mecanismos, la reelección y el sistema de “listas cerradas no bloqueadas” permiten que sea el electorado y no las dirigencias nacionales quienes juzguen los actos de los diputados, ya que pareciera que algunos prefieren acomodarse y callar ante las cúpulas en busca de mantener su statu quo o ascender dentro del escalafón partidario. La ingobernabilidad viene de las cabezas hacia abajo y de su falta de transparencia.
La rendición de cuentas es un elemento fundamental de la democracia moderna y se encuentra ausente en el Poder Legislativo costarricense ya que los votantes no pueden responsabilizar a los legisladores de sus acciones, lo más que pueden hacer es castigar al partido.
Este esquema propuesto es un incentivo para que los congresistas actúen en beneficio de sus representados. Esto haría que las elecciones fueran un verdadero mecanismo para estimular la responsabilidad de los gobiernos. Los electores ejercerían sanciones al no reelegir al partido en el gobierno o podrían castigar a un representante determinado negándole un segundo periodo.
Ante los repetidos indicios de excesos en el ejercicio del poder, de torpes y acomodadizas excusas como respuesta, de arrogancia política, de sumisión político partidaria de algunos en la oposición, se presenta esta opción que hace ganar en representatividad y gobernabilidad, en transparencia e independencia, en experiencia y especialización y en rendimiento de cuentas individuales. Pero sobre todo se ganará en responsabilidad política.
Walter Niehaus B.
Doctor derecho económico
Ex ministro, ex embajador
Las recientes tormentas tropicales en el ambiente político del país invitan a reflexionar sobre la necesidad de replantear cambios al sistema electoral. Si bien es cierto que la transacción política es válida y necesaria en una democracia, ella debe ser transparente y sobre todo no debe confundir los intereses país con los intereses personales de algunos altos miembros de partidos de oposición, lo que huele más a compra de voluntades y corrupción que a otra cosa. Y tan corrupto es quien compra voluntades como quien se deja comprar, disfrácense como se quieran disfrazar mañana las piñatas.
Por ello, sigue siendo necesario establecer mayores controles a favor de los ciudadanos sobre los gobernantes. Dos aspectos se tornan aquí importantes, primero, que exista la reelección legislativa inmediata, y segundo, que en la boleta de votación legislativa exista la posibilidad para el elector de individualizar su preferencia entre los postulantes de un partido, y no ser como hasta ahora, que no se sabe por qué persona se está votando.
En el sistema de “lista abierta” como en el de “lista cerrada no bloqueada”, cada partido somete una lista de candidatos y el elector tiene la libertad de escoger por cuál persona dentro del listado votar. La escogencia la hace al marcar con una equis al lado del candidato de preferencia. Así, se selecciona partido y a la vez persona, de manera tal que dentro de la lista partidaria existe una libre competencia por atraer el voto del electorado. En la lista cerrada no bloqueada, los votos se contabilizan primero para el partido y se determina cuántos escaños le corresponden, lo que mantiene la cohesión y disciplina partidaria. Luego se suman las preferencias individualizadas por cada candidato para escoger el orden de representación.
En Honduras se otorgó este tipo de poder real de escogencia al ciudadano elector en los comicios de 2005. Con ello, se fortaleció la representación de género ocupando las mujeres un 25% de las sillas legislativas, récord histórico. Al igual, se benefició la diversidad étnica, ya que por primera vez en 70 años fueron electos cuatro diputados afrohondureños.
Además, este sistema permite renovar los cuadros de mando en los partidos, y el surgir de nuevos y jóvenes liderazgos ante los tradicionales caciques de partido, que deberán renovar conocimientos, rendir cuentas o perecer ante la voluntad del electorado, ya que no contarán más con la protección de las cúpulas y las piñatas de consultorías tendrán un costo ante el nuevo electorado, que no serán los compadrazgos de partido.
Esta competencia promoverá la responsabilidad por las transacciones políticas que se hagan, ya que cada candidato verá una repercusión política cuantificable en votos. El partido gobernante deberá esforzarse un poco más en transigir sobre temas de la agenda nacional y no dedicarse a complacer a los líderes de la oposición en la satisfacción de sus necesidades personales.
Lo anterior, simplemente porque a los diputados ya no los nombrará el líder, ni la cúpula del partido sino los ciudadanos electores. En este esquema, el elector es el vigilante último.
Entre ambos mecanismos, la reelección y el sistema de “listas cerradas no bloqueadas” permiten que sea el electorado y no las dirigencias nacionales quienes juzguen los actos de los diputados, ya que pareciera que algunos prefieren acomodarse y callar ante las cúpulas en busca de mantener su statu quo o ascender dentro del escalafón partidario. La ingobernabilidad viene de las cabezas hacia abajo y de su falta de transparencia.
La rendición de cuentas es un elemento fundamental de la democracia moderna y se encuentra ausente en el Poder Legislativo costarricense ya que los votantes no pueden responsabilizar a los legisladores de sus acciones, lo más que pueden hacer es castigar al partido.
Este esquema propuesto es un incentivo para que los congresistas actúen en beneficio de sus representados. Esto haría que las elecciones fueran un verdadero mecanismo para estimular la responsabilidad de los gobiernos. Los electores ejercerían sanciones al no reelegir al partido en el gobierno o podrían castigar a un representante determinado negándole un segundo periodo.
Ante los repetidos indicios de excesos en el ejercicio del poder, de torpes y acomodadizas excusas como respuesta, de arrogancia política, de sumisión político partidaria de algunos en la oposición, se presenta esta opción que hace ganar en representatividad y gobernabilidad, en transparencia e independencia, en experiencia y especialización y en rendimiento de cuentas individuales. Pero sobre todo se ganará en responsabilidad política.
Walter Niehaus B.
Doctor derecho económico
Ex ministro, ex embajador