Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 17 noviembre, 2015
Si existe un futbolista al que todos los directores técnicos de la Selección Nacional le han respetado su carrera profesional es Álvaro Saborío.
Después de Paulo César Wanchope: Saborío.
Muchos seguidores de la Tricolor no lo digieren, pero pasan los años, y se repiten las eliminatorias y el número nueve de la Selección Nacional no es otro que el potente artillero que hoy juega profesionalmente en la MLS.
Óscar Ramírez no dudó medio minuto para otorgarle la titularidad frente a Haití y puede que tome idéntica decisión esta noche frente a Panamá.
Los que nos creemos entendidos del juego del fútbol, manifestamos públicamente que cuando la Sele forma con Saborío, el resto del equipo juega de forma diferente. Y nos atrevemos a decir: “Hay que jugar para Saborío”.
Otros más directos ni se sonrojan al afirmar que el éxito de Costa Rica en el Mundial de Brasil fue porque no jugó don Álvaro.
Puede que al inicio de su carrera estos cuestionamientos hayan hecho mella en la personalidad del futbolista, criticado a pesar de que era el mejor rompe redes del Saprissa de toda su historia. Hoy, a Álvaro le resbalan. Los éxitos de su carrera profesional lo avalan al punto de convertirse en jugador franquicia de la liga estadounidense, con lo que eso significa.
Hoy juegan Panamá y Costa Rica y a la hora de escribir esta Nota no conocemos la formación nacional. Es que, cuando Saborío no juega y lo hace, por ejemplo, Marco Ureña, la Tricolor toma otro rostro, producto del biotipo tan diferente entre uno y otro delantero y sus cualidades individuales.
Lo vimos ante Haití.
De pronto Ureña recoge un balón en zona defensiva del rival y se proyecta en forma vertical a puerta contraria. Corre como loco, el balón pegado a sus botines, derrapa rivales, al final lo paran, adelanta la pelota, lo botan, remata desviado, mete el gol, en fin, este delantero tiene la virtud de levantar a los aficionados de los asientos con sus correrías.
Cuando se junta con Joel Campbell y ligan los avances, hay éxtasis en los graderíos. Con Álvaro no es más común este tipo de fútbol. Predominan los filtros largos de los defensas y los centros altos a la guerra, para que Saborío aproveche su potencia física y saque ventajas.
Uno olfatea y percibe que los aficionados prefieren lo primero, pero los técnicos priorizan lo segundo y Saborío gana la estelaridad. ¿Qué veremos esta noche?
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